La palabra «ucronía» (creada a partir del griego ou chronos, el no tiempo) significa la descripción de algo situado en un momento temporal impreciso. Por tanto, guarda relación con las formulaciones de la utopía (el no lugar), tanto con las positivas, recogidas en dicho término, como con las negativas o distópicas. En ese sentido, a partir del siglo XVIII, con la generalización de la idea de progreso y ante la amplitud de los descubrimientos geográficos, las utopías dejaron de situarse en islas remotas y pasaron a desarrollarse en un futuro remoto, es decir, todavía no existente y, por tanto, ucrónico. No obstante, junto con ese significado, ha existido otra variante de la ucronía, que en inglés se formula con los términos alternate history, definida por la posibilidad de una historia paralela a partir del principio del contrafactual; es decir, lo que se plantea es qué hubiera pasado si determinado acontecimiento (una guerra, un asesinato político…) hubiese transcurrido de forma diferente. En definitiva, las obras ucrónicas acuden al pasado, modificando algún acontecimiento, y con ello trastocan el ulterior proceso histórico tal y como es conocido.
Ese fue el significado incorporado por Renouvier, pues, si bien habían existido antecedentes, él fue el primero en acuñar el término […]. Giulia Sissa ha destacado su uso en autores críticos con la democracia clásica. Así Aristófanes planteó, en La asamblea de las mujeres, qué pasaría si las mujeres gobernasen las polis y, en su obra Los pájaros las consecuencias de que la humanidad viviese en una fiesta permanente. En Roma, Tácito planteó el contrafactual de que Tiberio no hubiese sido sucedido por Calígula sino por el más juicioso Germánico. Joanot Martorell presentó en su novela de 1490, Tirant lo Blanc, la hipótesis de una victoria de los cristianos sobre los turcos y la supervivencia del Imperio bizantino. En The Adventures of Robert Chevalier, escrita por Alain René le Sage en 1732, eran los nativos americanos quienes descubrían Europa antes de los viajes de Colón. Gibbon, en su Historia de la decadencia y ruina del Imperio romano, aventuraba qué hubiera pasado si Carlos Martel no hubiese derrotado a los musulmanes en Poitiers, un tema que ha obsesionado a políticos posteriores como el conservador británico Disraeli o el novelista francés Jacques Boireau en sus Crónicas sarracenas. Asimismo, Delisle de Sales contaba en 1791 en Ma république lo ocurrido en una Francia donde la revolución había fracasado. Lorenzo Pignotti en Storia della Toscana de 1814 recogía la vida de un Lorenzo de Médici que no moría en 1492, preservaba Italia de las invasiones extranjeras y evitaba el triunfo de la Reforma. Louis Geoffroy en Napoléon et la conquête du monde, escrita en 1836, tenía como protagonista a un Napoleón Bonaparte victorioso, que establecía un imperio mundial garante del orden y del cristianismo.
En el caso de Renouvier, el punto de divergencia se situaba en el Imperio romano en el siglo II d.C., bajo el gobierno de Marco Aurelio, quien habría prohibido el cristianismo y legado el poder a Casio y no a Cómodo, como ocurrió en la realidad. A partir de aquí el autor construía una historia de Europa alternativa. En ella se sucedían una serie de acontecimientos en los que se consumaba una escisión entre la zona oriental, sometida a la religión cristiana y a una cultura de servidumbre, y la occidental, regida por un espíritu republicano garante de la libertad de pensamiento, de la pequeña propiedad y del trabajo.
Desde esta obra pionera, la ucronía ha mostrado una sobrada relevancia en diferentes campos. En primer lugar, en el literario, donde se ha multiplicado su impacto en novelas, en la narrativa breve o en el cómic. Tal impulso ha sido visible a lo largo de la centuria pasada, cobrando especial importancia después de la Segunda Guerra Mundial, inicialmente en el mundo anglosajón y en la propia Francia, aunque poco a poco se ha extendido a otros países. Esa eclosión sería una muestra, recogiendo los planteamientos de Lubomir Doležel, del enfrentamiento entre la narración clásica, basada en la sucesión de acontecimientos, y un mundo ficcional inmerso en las coordenadas de un mundo narrativo definido por una tipología de mundos posibles.
Extraído de la Introducción a la obra Ucronía de Charles Renouvier.