Los mineros del carbón toman este miércoles las calles de Madrid tras veinte jornadas de «marcha negra» en las que han recorrido más de 400 kilómetros. Por ello, recuperamos hoy el un fragmento del libro Trabajo, política e ideología en una cuenca minera donde se analizan las reivindicaciones sociales que han protagonizado en el último siglo.
A lo largo del siglo XX, la vida y las relaciones sociales en el municipio de Mieres han estado salpicadas por continuos conflictos y huelgas de los trabajadores contra los patronos. Las huelgas tenían lugar a escala local, regional o nacional. Las razones eran políticas o bien de tipo laboral y económico. Las reivindicaciones de tipo laboral y económico más frecuentes consistían en el mantenimiento o elevación de los salarios, reducción de la jornada de trabajo, conservación de los puestos de trabajo, readmisión de despedidos por participación en huelgas, aplicación de medidas de seguridad e inspección en la mina, etcétera. La gente comenta que “las mejoras conseguidas por el minero han sido arrancadas a la patronal por los sindicatos mediante la huelga o amenaza de la misma”.
En mayo de 1890 se inicia una importante huelga en las minas de Fábrica de Mieres que se extiende por las minas de la cuenca del Nalón y del Caudal. Los obreros pedían reducción de la jornada de trabajo de 12 horas en el exterior y 11 en el interior a 8 horas, incremento de los salarios, descenso de las deducciones para la caja de socorros y eliminación de los abusos en los economatos. La huelga durará de 13 a 15 días.
En febrero y marzo de 1906 estalla la “huelgona”. Los obreros de la Fábrica de Mieres se declararon en huelga porque el director no cumplió la promesa de elevar los salarios, que habían sido rebajados un 10% en julio de 1905 debido a la crisis industrial. Fueron seleccionados y despedidos los trabajadores más destacados, la mayoría socialistas.
El Sindicato de los Obreros Mineros de Asturias (SOMA), fundado por Manuel Llaneza en noviembre de 1910, con tres secciones sindicales en Mieres, Vegadotos y Sama, e integrado en la UGT, va a jugar un papel decisivo en el desarrollo y organización de la actividad sindical y de los conflictos de los mineros asturianos en la primera mitad de este siglo. En mayo de 1911, el sindicato socialista paraliza los grupos mineros de Fábrica de Mieres a fin de que se readmita a 34 obreros despedidos por haber participado en el paro del 1º de Mayo, fiesta prohibida por la empresa. En septiembre del mismo año, los dirigentes del sindicato minero declaran una huelga general en la cuenca minera del Caudal para que se reconozca oficialmente al sindicato y se readmita a los despedidos por constituir la sección sindical en Turón. Dicho sindicato será reconocido oficialmente por la patronal minera en 1913.
Este sindicato siempre mantuvo una oposición radical contra el “sindicato católico obrero de mineros españoles”, fundado en 1912 y establecido en la Sociedad Hullera Española, en las localidades de Moreda, Caborana, Santa Cruz, Piñeres, etcétera. En este contexto, el sindicato socialista declaró una huelga en la Sociedad Hullera Española de Aller desde el día 12 al 16 de junio de 1916, demandando mejoras económicas y sociales.
El 12 de julio de 1916, el sindicato ferroviario de Valladolid desata una huelga que paralizará la circulación de trenes. A ella se unirá el sindicato minero asturiano por solidaridad. En agosto de 1917, estalla la huelga general, promovida por la UGT y la CNT, finalizando la misma el 1 de septiembre. El SOMA continuará la huelga otros 24 días como respuesta al recorte de salarios de los mineros. En octubre de 1919 los mineros asturianos se declaran en huelga general en demanda de una jornada de 7 horas para los obreros del interior de la mina. En 1921 y 1922, los mineros asturianos convocan huelgas en contra de la rebaja de los salarios, los despidos o la disminución de los trabajos hechos a destajo. En noviembre de 1924 estalla la huelga en la minería asturiana debido a despidos en Fábrica de Mieres y reducción de salarios. En octubre de 1927 los mineros asturianos emprenden la huelga ya que el Directorio les obliga a trabajar una hora más en el interior y se recorta la retribución de los destajos.
El Sindicato Único de Obreros Mineros de Asturias, de orientación comunista y anarcosindicalista, defendió la huelga general en junio de 1931 al objeto de pedir la derogación del decreto de la Dictadura que había elevado la jornada de trabajo en la mina de 7 a 8 horas. El SOMA se opondrá a la misma. En agosto de 1931 se restablece la jornada de 7 horas. En 1931-1933, el SOMA convoca varias huelgas generales en la minería. Perpiñá Grau (1935) ha destacado la alta participación de los obreros asturianos en las huelgas habidas en el pasado, resaltando “un carácter de rebeldía jamás igualado en España” (véase el cuadro).
Huelgas en las minas de Asturias | |||
Años | Número de huelgas | Número de huelguistas | Total obreros ocupados |
1926 | 24 | 6.360 | 31.322 |
1927 | 25 | 7.182 | 28.497 |
1928 | 5 | 2.450 | 26.130 |
1929 | 12 | 4.799 | 27.334 |
1930 | 39 | 60.550 | 28.790 |
1931 | 47 | 31.563 | 29.280 |
1932 | 42 | 60.527 | 30.420 |
Fuente: Perpiñá Grau (1935), Memorándum sobre la política del carbón, p. 104 4.
En los años cincuenta, sesenta y setenta —el período de la “dura represión política y empresarial”—, CCOO y el Partido Comunista organizaron y protagonizaron huelgas y manifestaciones de protesta en las cuencas mineras asturianas. Planteaban reivindicaciones de tipo laboral y económico como reducción de la jornada de trabajo. En los años cuarenta, cincuenta y principios de los sesenta, el minero trabajaba 8 horas diarias y 6 días a la semana, incluido el sábado. Además, era corriente “doblar” la jornada de trabajo uno o varios días a la semana de tal forma que ésta podía ampliarse hasta 15 horas diarias. También pedían elevación de los salarios, mejoras en las condiciones de seguridad en la empresa, readmisión de los despedidos en el trabajo por motivos políticos y sindicales, etcétera.
En 1956 y 1956 se constituye en la mina La Camocha (Gijón) una comisión de obreros que canaliza las demandas de los trabajadores y declara una huelga de brazos caídos en enero de 1957. En marzo de 1957 se desencadena la primera gran huelga de los mineros asturianos en la posguerra. El paro se inicia en el pozo María Luisa —cuenca del Nalón— y posteriormente se extiende a los pozos Fondón, La Nueva y otros. El conflicto surge porque los empresarios han retirado el “guaje” o ayudante minero, lo que conlleva un incremento del trabajo realizado por los picadores pero no del precio de los destajos. De ahí que fuera denominada la “huelga del guaje”. Los patronos responden con el cierre de los pozos durante una semana y el despido de un trabajador. El conflicto se agrava ya que los trabajadores luchan por la readmisión del despedido. Esta situación da lugar a detenciones de trabajadores por la policía, sanciones económicas contra los responsables de las huelgas, incorporación a filas de los huelguistas en edad militar, manifestaciones en Ciaño (Sama), etcétera. Al final se readmite al despedido y se elevan los salarios. En marzo de 1958 se origina en el pozo Fondón una nueva huelga, que luego se propaga a otros pozos de la cuenca del Nalón. La razón estriba en que los mineros piden un aumento del precio de los destajos y de los salarios fijos así como una reducción de la jornada laboral de 8 a 7 horas. La patronal y el régimen franquista responden con multas económicas a los trabajadores involucrados, cierre de pozos y detenciones por la Guardia civil. La huelga continúa en favor de la liberación de los detenidos. El Consejo de Ministros decreta el 14 de marzo del mismo año el estado de excepción en Asturias por un período de cuatro meses. Se suspenden los artículos 14, 15 y 18 del Fuero de los Españoles, relativos al derecho de la libertad de residencia, inviolabilidad del domicilio y tiempo máximo de detención —72 horas— de un ciudadano antes de su entrega al juez.
De 1962 a 1965 se suceden en Asturias una serie de protestas y huelgas, interpretadas por los dirigentes de los partidos y sindicatos de izquierda como “el resurgir del movimiento obrero” o “la toma de conciencia obrera en Asturias”, a las que responderá el régimen franquista con medidas represivas como sanciones económicas, encarcelamientos, despidos, deportaciones y exilios. El 7 de abril de 1962 se declara la “huelgona”, que durará unos 2 meses. El conflicto estalla en el pozo “Nicolasa” o San Nicolás, entonces perteneciente a la empresa Fábrica de Mieres, como consecuencia del despido de un grupo de picadores que protestaban contra la aplicación de un nuevo sistema de regulación y cronometraje que perseguía incrementar el tiempo útil de trabajo y la productividad pero no los salarios. Esta situación da lugar a que los mineros y los obreros de las empresas siderúrgicas asentadas en las cuencas del Caudal, Aller y Nalón se declaren en huelga, a la que se incorporarán los trabajadores de otros centros industriales asturianos como la mina La Camocha, la fábrica Moreda y Gijón y los astilleros de Gijón. Asimismo, las mujeres de los mineros afectados participarán en manifestaciones de protesta. Se originan nuevos despidos y el cierre patronal de pozos y se declara en Asturias el estado de excepción. La “huelgona”, catalogada por el régimen franquista como “maniobra roja” o “subversión comunista” y por los dirigentes de izquierda como el “inicio de la ofensiva sindical de los mineros demócratas”, finalizará con el decreto de 22 de mayo de 1962, después de largas negociaciones entre el ministro secretario general del Movimiento, José Solís Ruiz, y las Comisiones de mineros. El acuerdo se salda con un aumento del precio de la tonelada de carbón en beneficio de los obreros. A partir de este año se elevan considerablemente los salarios del minero y su nivel de consumo de tal forma que un picador que, antes de la huelga, ganaba de 5.000 a 7.000 pesetas mensuales, en 1963 podía llegar a percibir de 8.000 a 10.000 pesetas, y un minero corriente pasar de las 2.400 o 3.200 pesetas al mes a las 4.200 o 5.400 pesetas. El trabajador se incorpora así a una creciente sociedad de consumo. En agosto de 1962 se desencadenan nuevos conflictos ya que los mineros piden la semana inglesa de trabajo.
En 1963 tienen lugar concentraciones de trabajadores ante la Casa Sindical de Mieres y en mayo-junio de 1964 se organizan huelgas en demanda del regreso de los deportados. En estos años se forman en Asturias Comisiones de despedidos de empresas, silicóticos y jubilados que realizarán asambleas y manifestaciones de protesta. Así, una Comisión de despedidos por su participación en huelgas o pertenencia a organizaciones políticas clandestinas emprenderá el 12 de marzo de 1965 la ocupación de la Casa Sindical de Mieres y el posterior asalto a la Comisaría de Policía de esta villa. A finales de los sesenta y en la década de los setenta, se producen de forma espontánea y discontinua numerosos conflictos y huelgas en el sector de la minería. En abril de 1977 se restablece el derecho de asociación sindical y se legalizan las centrales sindicales.
Aunque mucha gente considera que las huelgas de los sesenta eran “reivindicativas” puesto que se pedía una elevación de los salarios y del poder adquisitivo del trabajador, los organizadores de las mismas esgrimían razones fundamentalmente políticas, disfrazadas de peticiones económicas y laborales. Se trataba de huelgas y protestas que ocultaban como trasfondo la lucha de este sindicato y del partido comunista por las conquistas de las libertades sindicales y políticas y su oposición radical al régimen franquista. La mayoría de los líderes sindicales participantes en estos conflictos estaban ligados al partido comunista.
Esta cadena de huelgas y conflictos ha ejercido una fuerte influencia en el trabajador de esta cuenca, quien razona que los “mineros asturianos han conseguido una mejora de los salarios y del nivel de vida porque han luchado mucho en el pasado ya que la patronal nunca les ha dado nada”. Las huelgas ponen al descubierto la contraposición de intereses entre el capital y el trabajo y la fuerza del movimiento obrero asturiano. De ahí que hayan sido analizadas por los dirigentes y teóricos de las organizaciones de izquierda como manifestaciones de “la lucha de clases” o “de la conciencia de clase” del obrero. El examen comparado de la huelga en diferentes países, realizado por Kerr y Siegel (1954), concluye que la minería es una de las industrias más propensa a la huelga en el mundo. Empero, estos autores manejan dos hipótesis diferentes pero entrelazadas. La primera es que los mineros constituyen una comunidad separada, homogénea y cohesionada. La segunda consiste en que la naturaleza del empleo —un trabajo duro y desagradable— favorece una actitud independiente, combativa y proclive al conflicto.
De otro lado, los continuos enfrentamientos entre obrero y patrón han favorecido el desarrollo de un discurso ideológico y unas posiciones políticas bipolarizadas entre la derecha y la izquierda.