Pascual Serrano
Este 7 de octubre hará 175 años de la muerte de Edgar Allan Poe. Por culpa de Alfred Hitchock, cada vez que entramos en la ducha nos acordamos de la escena de Psicosis. Por culpa de Steven Spielberg, cada vez que entramos en el mar nos acordamos de Tiburón. Pues bien, yo creo que cada vez que veo un cuervo o visito un cementerio, me acuerdo de Edgar Allan Poe.
Nacido en enero de 1809, este escritor estadounidense fue pionero en elementos literarios que se han quedado para siempre: relato corto, terror, historia detectivesca, ciencia-ficción.
Como la mayoría de los genios literarios históricos, su vida fue tormentosa. Horfandad y conflictividad con el progenitor, tragedias en su vida sentimental, subsistencia precaria y evasiones destructivas con el alcohol.
Pero si hay una constante en sus relatos, esa es la muerte. Una muerte que estuvo siempre en torno suyo. Su madre muere con 24 años cuando él tiene tres, y también con 24 años muere su hermano y su esposa.
Poe estaba desconsolado; dormía en su tumba. («Y así, durante la marea nocturna, Me recuesto al lado / De mi amada –mi amada– mi vida y mi esposa.»). “Hagan un listado de sus pérdidas y todo cobra sentido, la cálida carne de los muertos y el frío cadavérico de los vivos”, nos explicará el escritor, crítico y periodista estadounidense William Giraldi.
Aunque su deseo era ser poeta, la mayoría de sus textos son relatos cortos, especialmente de terror o góticos, por los que hoy es conocido. Podríamos decir que Poe es el eslabón literario cronológico entre E.T. A. Hoffmann (de quien escribimos hace unos días E.T. A. Hoffmann, la mano que está detrás de las novelas de terror, el ballet y el cine fantástico) y Stephen King.
Su sello de escritor maldito y cultivador del horror y la ciencia-ficción ha inspirado a escritores de todo el mundo, y especialmente europeos como Franz Kafka, Arthur Conan Doyle, Guy de Maupassant o Thomas Mann. Su influencia llegó a Rusia y América Latina, con Dostoievski y Jorge Luis Borges. Pero quizá sus principales defensores y admiradores fueron Charles Baudelaire y Julio Cortázar, ambos militantes de la literatura fantástica.
El poeta nicaragüense Rubén Darío incluso le dedicó un ensayo en su libro Los raros.
De todas sus obras editadas, hemos de destacar Edgar Allan Poe. Edición anotada. Se trata de una edición profusamente enriquecida de notas e ilustraciones de relatos y poemas seleccionados por el editor Kevin J. Hayes, profesor emérito de la Universidad Central de Oklahoma. Cuenta también con un completo prólogo del crítico y periodista William Giraldi.
La noche, la tragedia, el alcohol y el misterio acompañaron a Poe toda su vida y todo ello confluyó en el momento de su muerte. Giraldi recuerda que “aún tenemos problemas para asegurar cómo murió Poe. En el mes de octubre de 1849, con tan solo cuarenta años, fue encontrado empapado en whisky e inconsciente en una taberna de Baltimore, vestido de forma horrenda con unas ropas que no eran suyas. Poe habría ascendido hasta su fulgor literario póstumo sin este destino confuso y nauseabundo, pero, como él comprendió mejor que la mayoría, todo el mundo adora un enigma. En la historia de Estados Unidos, solo el asesinato de JFK tiene teorías más enfrentadas y locas que la defunción de Poe”.
Como señala J. Hayes, “Poe dividía los libros en dos tipos básicos: aquellos que permiten al lector sumergirse en los pensamientos del autor y aquellos que animaban al lector a desarrollar sus propios pensamientos. Poe subdividió la segunda categoría, a la que etiquetó como «libros sugerentes», en los positivamente y los negativamente sugerentes. El primer tipo sugiere por lo que dice, el segundo por lo que podría o debería haber dicho. Sea positiva o negativamente sugerente, un libro podía cumplir su propósito esencial: provocar el pensamiento del lector (o del escritor)”. Corresponde ahora al lector de Poe decidir en qué grupo incluye este libro.
Otros libros de relatos sobre Poe son La narración de Arthur Gordon Pym, Historias extraordinarias y Los crímenes de la calle Morgue y otros casos de Auguste Dupin.
Pero recuerden siempre que, según Poe, él no está muerto porque “los muertos habitan el mismo lado que los vivos. En sus poemas y relatos, los muertos no mueren completamente nunca porque siguen vivos en el corazón, respiran en los sueños. Merodean durante las horas de luz ataviados como fantasmas y por la noche se desvisten para revelarse en persona”. Así nos lo recuerda William Giraldi en el prólogo de Edgar Allan Poe. Edición anotada. Así que quizá, si se te hace de noche hoy para volver a casa, quizás hasta tengas la oportunidad de saludar a Edgar Allan Poe.