Un modo de ver si un sistema político es democrático es observar si manda el representante elegido por los ciudadanos o el empresario que tiene dinero. En este nuevo libro de la colección A Fondo, Florentino Pérez, el poder del palco, tenemos el caso más elocuente de político que no logra el apoyo ciudadano, pero termina siendo más poderoso gracias al dinero y a sus empresas. No es que se trate de un millonario con mucho poder, es todavía más insultante: tras demostrarse que los ciudadanos no le dan el apoyo para gobernar, acaba «gobernando» gracias al mercado.
Florentino Pérez, hoy conocido por ser presidente de la constructora ACS y del Real Madrid Club de Fútbol, fue en 1983 secretario general del PRD (Partido Reformista Democrático), lo que se llamó la operación Roca, porque la lideraba Miquel Roca, delfín de Jordi Pujol en Madrid. Aquello fue un estrepitoso fracaso, nuestro protagonista no consigue ningún cargo y se retira de la política; o mejor dicho, se retira de esa política en la que la gente te tiene que votar, para apostar por la otra política, esa en la que consigues mandar gracias al dinero y el poder empresarial. Y ahí es donde, con la palanca del fútbol y mediante el poder del dinero y de la empresa, logra todo el poder que los votos y la democracia le negaron. Hasta el propio Florentino lo reconoció en una cita suya que se reproduce al principio de este libro: «A mí lo que más me ha gustado siempre ha sido la política. Es donde se tiene el poder […] Yo no seguí en ella porque me echaron. Ser presidente del Real Madrid es lo más parecido que he encontrado». En realidad no es exactamente así, lo más parecido a tener poder no es disponer del cargo político, sino ser el presidente del Real Madrid (y de una constructora).
Este libro de Fonsi Loaiza pone en la picota dos elementos que deben denunciarse, en realidad son dos estafas a la democracia, dos mecanismos corruptos que carcomen los pilares de la voluntad popular en la medida en que, a través de ellos, se logra un poder y una influencia ilegítimos e ilícitos, unas veces legal y otras ilegalmente. Se trata del negocio del fútbol y el negocio de las grandes empresas, en este caso las constructoras. Florentino Pérez ha logrado encaramarse a las dos y convertirse en el ejemplo más evidente de lucro, caciquismo, tráfico de influencias y corrupción política. Lo dice Loaiza ya en su presentación, «el palco del Bernabéu cumple en democracia la función de las cacerías de Franco en la dictadura».
El libro Florentino Pérez, el poder del palco nos ofrece todo un rosario de nombres que vienen a ser como el rastro del dinero que proponía Garganta Profunda para descubrir la corrupción en el Watergate. Desde banqueros como Miguel Blesa o la familia March, pasando por políticos como José María Aznar, Esperanza Aguirre o Jordi Pujol, hasta periodistas como García Ferreras y Eduardo Inda.
Loaiza repasa y levanta todas las alfombras de la operación de recalificación de la Ciudad Deportiva del Real Madrid, la operación Castor, los contratos del AVE a La Meca con la mediación de Juan Carlos de Borbón, la financiación de FAES, las adjudicaciones de obras de los diferentes Gobiernos. No hay trama de corrupción, chanchullo, financiación ilegal o adjudicaciones privilegiadas en los que no aparezca Florentino Pérez: los casos Púnica, Lezo y Gürtel de Madrid, los ERES de Andalucía, el tres por ciento de Cataluña, un pelotazo con facturas falsas en una desaladora en Cartagena y en el Palacio de Marivent de Palma de Mallorca, filiales en paraísos fiscales, recalificaciones de terrenos con beneficios millonarios, contratación de discapacitados en jornadas de 11 horas diarias, dinero público español para un hospital en Guinea Ecuatorial que nunca se abrió…
Y no sólo eso, Florentino sale también en todas las declaraciones de los procesados que colaboran con la Justicia: Correa, Bárcenas, Villarejo.
Detrás de cualquier obra que usted se imagine está Florentino Pérez haciendo caja: aulas prefabricadas haciendo la función de colegios, mantenimiento de centros de internamiento de extranjeros, estaciones de tren, residencias de ancianos, autopistas, el metro de Madrid, la M-30, limpieza del Congreso de los Diputados, de la Casa Real o del Valle de los Caídos.
Hasta hace dinero con las tragedias, desde la construcción de una planta de generación eléctrica en Iraq, adjudicada a Estados Unidos tras arrasar ellos el país, hasta obras en el Hospital Zendal durante la pandemia de la covid-19.
Y es a través de esos mecanismos como nuestro protagonista consigue llegar a ser la novena fortuna de España con un patrimonio personal de 1.768 millones y otros 40 millones en fondos para su jubilación, según se revela en el libro. Pérez gana en un día lo mismo que sus trabajadores en un año. Eso nunca hubiera sido posible si hubiera sido un político (honesto) electo. Lo que confirma que, como empresario, además de más poder se consigue también más dinero. Y sin tener que aguantar besos y abrazos en campañas electorales.
A la sombra de Florentino Pérez, los periódicos despiden a periodistas, los bancos concedieron préstamos al club madridista que luego debieron cubrir con rescates bancarios, los futbolistas millonarios lograron evitar multas de Hacienda, algunos diputados pasaron a la nómina del Real Madrid y hasta consiguió que Vox no bloqueara fondos europeos solicitados por Pedro Sánchez gracias a que algunos iban destinados a su constructora.
El compadreo con José María Aznar es uno de los elementos fundamentales en el modus operandi de nuestro protagonista. Como señala Loaiza, «Aznar es el presidente de la democracia con más imputados miembros en su Gobierno y Florentino el presidente de la empresa líder en sanciones por amaños de con-tratos, con más de 80 millones de euros de sanción en tres años».
Pero el que suele pisar los juzgados es el autor de este libro. Sobre Fonsi Loaiza hay que decir que tiene los dos grandes méritos necesarios para este reto: ser un experto en el periodismo deportivo y tener la valentía para sacar a la luz los fraudes, decir los nombres y exponer las pruebas. Méritos que le han costado algunos conflictos con la mal llamada Justicia, pero que no le han amilanado para seguir denunciando. Este libro es la prueba más clara de ello.
Publicarlo mientras el protagonista del texto «tiene a la prensa en España a sus pies, quita y pone directores y amordaza a los pocos incómodos» es sin duda un gesto de valentía por el que merece la pena leerlo.
Algunas historias, algunos libros pueden servir mejor que muchos estudios académicos para determinar el nivel de democracia de una sociedad o un sistema político. Este libro sería entonces la mejor prueba de que España no puede ser considerada una verdadera democracia.