Javier Milei Presidente Argentina

Desde Milei a Vargas Llosa. Sobre brujos, hechicero y el esoterismo en la política

Un texto poco socorrido del Barón de Montesquieu, las Cartas Persas, dedica cuatro de las misivas allí contenidas a los trogloditas.  ¿Quiénes eran estos personajes, cuya existencia fue recogida por las diversas mitologías de Egipto, Grecia y otros pueblos del Medio Oriente? Respuesta: eran unos individuos que cuando sus congéneres aprendieron a utilizar las semillas de ciertas plantas e inventaron la agricultura -y por ende pusieron fin a su milenario nomadismo y se asentaron en aldeas que más tarde serían ciudades- se aferraron con fuerza a sus hábitos tradicionales y siguieron viviendo en sus umbrosas cavernas. Rechazaron las ciudades y, por ende, nos dice el francés, la civilización. 

El carácter social del troglodita, a quien las mitologías casi le desconocían su condición humana, fue en cambio retratado por nuestro autor con las siguientes palabras. Hubo “un pueblo poco numeroso llamado ‘Troglodita’ cuyos miembros eran tan malvados y feroces que no existía para ellos ningún principio de equidad ni de justicia … y conforme a su naturaleza salvaje cada uno velaba por sus intereses sin tener en cuenta los de los demás.” Montesquieu concluye que “los trogloditas perecieron por su propia maldad y fueron víctimas de sus propias injusticias.”

Repasemos estas palabras: los trogloditas eran malvados, feroces, individualistas en grado sumo; renegaban de la solidaridad comunal y no creían en la equidad ni en la justicia. Aún el observador menos atento de la situación actual en la Argentina no puede dejar de observar alarmantes paralelismos entre aquella cultura bárbara y brutal y el discurso oficial desde el momento en que Javier Milei asumió la presidencia. Éste, un fanático alucinado y cruel, que impone políticas sociales y económicas que pauperizan a la gran mayoría de la sociedad, no cesa de predicar que luego de este doloroso tránsito florecerá la abundancia de los libre mercados, emancipados gracias a su obra de gobierno del yugo del intervencionismo estatal. Milei sintetiza en su persona una tóxica combinación entre los delirios del “anarcocapitalista” Murray Rothbard y las gélidas recomendaciones de la Escuela Austríaca y sobre todo de Friedrich von Hayek. Para los epígonos de estas vertientes la “justicia social es un robo” y el Estado no otra cosa que una conspiración de bandidos que traban los virtuosos mecanismos del mercado para facilitar el despojo de las riquezas de los ciudadanos. Para los catecúmenos y profetas de estas extravagantes corrientes que circulan por los subsuelos de la cultura contemporánea la equidad es una consigna meramente demagógica a la que el flemático von Hayek califica como repugnante.

Por consiguiente la única misión de un gobierno debe ser garantizar la libertad de los mercados desmontando pieza por pieza al aparato estatal, acabando con programas o agencias, recortando sus regulaciones y presupuestos, y disminuyendo el número de sus funcionarios de modo tal que en la práctica el estado quede reducido a su mínima expresión y de ese modo, no pueda perturbar la magia de los mercados. En concreto, lo que está haciendo Milei: destrucción indiscriminada, vía asfixia financiera, de la educación y la salud públicas, liquidación de todas las entidades que promuevan la cultura (el cine, teatro, las artes, la fotografía) e inclusive de agencias tan técnicas y necesarias como el Servicio Meteorológico Nacional. Nadie se salva de la furia de un troglodita envenenado por las ideas de Murray Rothbard, Friedrich von Hayek o Karl Popper que, como quedara demostrado en mi libro El Hechicero de la Tribu. Mario Vargas Llosa y el liberalismo en América Latina se trata de ideas que sólo pueden ser llevadas a la práctica en un contexto político incompatible con la democracia. 

En vista de lo anterior no sorprendió el llamado que hiciera Mario Vargas Llosa para votar por Milei en Argentina: «Opten por el cambio hacia la libertad, el progreso y la justicia», dijo en una declaración pública pocos días antes del decisivo balotaje del 19 de Noviembre. No es sorprendente: tanto para el escritor peruano como para el esperpento argentino si hay una figura política ante la cual ambos rinden reverencias es Margaret Thatcher.  Esto lo confiesa Vargas Llosa en La Llamada de la Tribu y lo dice con frecuencia el actual presidente de la Argentina. Es notable la ceguera del novelista que en ese libro -que motivó mi puntual respuesta a su inmoral propaganda del liberalismo al presentarlo como “la otra cara de la democracia”- no tomara seriamente en cuenta las palabras de Raymond Aron, uno de los autores que examina en su obra. En un curso que dictara en 1952 en la célebre Escuela Nacional de Administración de Francia (¡disuelta por Emmanuel Macron en 2021!)  Aron dijo que la teorización hayekiana y, por extensión toda aquella que reposaba sobre la ilusión del carácter benéfico de los libérrimos mercados “solo podría ser aplicada en un contexto de dictadura política… porque las medidas exigidas por un liberalismo de esa naturaleza son inviables al interior de una democracia tradicional, que tiene contrapesos, equilibrio de poderes y multiplicidad de actores políticos y sociales. La existencia de sindicatos y gremios, la influencia de los grupos de interés y, en definitiva, el entramado mismo de la sociedad civil hacen muy difícil que un proyecto como el hayekiano pueda aplicarse al interior de una democracia pluralista.”

El gobierno de Milei, un hombre que ha confesado públicamente no creer en la democracia; que hace gala de un lenguaje propio de los trogloditas: gritos destemplados y groseros insultos, a cual más soez, y gestos amenazantes; y que ha arrasado casi por completo con la división de poderes tan exaltada en la obra de Montesquieu confirma plenamente los temores de Aron y de quienes, desde el ámbito de la izquierda, veíamos venir a este émulo de opereta de Hitler (habló de la “superioridad moral, política y hasta estética” de los libertarios en relación a los partidarios de la izquierda o el “populismo”) debido al rotundo fracaso del reciente gobierno “nacional popular” de Alberto Fernández y a largos años de frustraciones económicas.

Argentina ha caído en manos de una nueva categoría sociopolítica, porque no puede hablarse de un gobierno fascista aunque Milei lo sea, y que hemos optado por denominar “troglocracia”, gobierno de los trogloditas. Reaccionarios en todas las materias: fanáticos creyentes en la mano invisible de los mercados, admiradores de la dictadura, negacionistas de los horrores que ésta produjo y también del cambio climático,  supremacistas, despreciativos de otras culturas y de las diversidades de género, etnia, etcétera y, para colmo, indignamente alineados con Washington y Tel Aviv, deseosos de convertir a este atribulado país en la estrella número 51 de los Estados Unidos. Reaccionario y estrafalario como Trump y Bolsonaro, Milei combina todo ese bárbaro legado con un sórdido esoterismo que lo lleva a confesar que se aconseja con Conan, su sabio perro muerto hace ocho años, pero con quien logra comunicarse a través de una médium. En El Hechicero de la Tribu advertimos sobre la deriva autoritaria y reaccionaria del edulcorado y falso liberalismo que presentaba Vargas Llosa. Pero debo confesar que jamás imaginé que un esperpento que asombraría al mismísimo Ramón del Valle-Inclán un día sería elegido como presidente de la Argentina por el voto popular.

Columna de Atilio A. Borón.

Atilio A. Borón es autor de los libros “El hechicero de la tribu. Mario Vargas Llosa y el liberalismo en América Latina”, donde analiza el discurso políticos del Premio Nobel de Literatura,  y “A contramano. Una biografía dialogada”., donde el autor repasa su vida, postulados y experiencias en el campo de la sociología, el marxismo y el antiimperialismo.

Un comentario

  1. Exacta y erudita descripción de Atilio,como siempre. Espero tambien ,que comencemos a investigar cómo llega Milei al poder,o sea describir el entramado de tacticas y estrategias llevadas a cabo por el complejo monopólico de medios,(nacionales e internacionales). Milei,que hace solo tres años no era conocido por nadie fue introducido por los medios televisivos,como ¡panelista! de programas de TV (emitidos basicamente a la tarde)donde empieza a hacer sus shows. Luego hay mucho más,pero ahi comienza todo. Nadie advirtió lo que se estaba generando. Sumemosle a eso,la campaña que,basicamente desde el 2008, el monopolio mediático comenzo para demonizar,a traves de los medios y el lawfare, al Kirchnerismo y su lider Cristina Kirchner. Hoy, muchos votante de Milei,cuando son consultados,admiten que Milei no les gusta,pero «no podíamos seguir con lo anterior»(el kirchnerismo). O sea,odio irracional(no basado en hechos reales) con el que se justifica todo y que se introduce en mentes desprevenidas a través de una especie de hipnotismo mediático.

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