Pascual Serrano
Los franceses elegirán a sus diputados este domingo 30 de junio en la primera vuelta y el 7 de julio en la segunda. De esta Asamblea Nacional saldrá el futuro Primer Ministro y Gobierno. Se trata de una convocatoria electoral extraordinaria, anunciada por el presidente Emmanuel Macron tras la victoria arrolladora de la extrema derecha francesa en las europeas y la derrota humillante de los partidarios de Macron. El presidente, tras conocer un resultado que dio uno de cada tres votos al Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen, anunció la disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas.
Varios son los elementos novedosos que coinciden en estas elecciones.
Uno. Como hemos señalado anteriormente, el avance de la ultraderecha. Los sondeos sobre la primera vuelta son unánimes: los lepenistas serán los más votados, con horquillas del 30% al 35%. La alianza de izquierdas, el Nuevo Frente Popular, se mueve entre el 25% y el 29%. Y, detrás, se sitúa la candidatura de Macron, con un margen de entre un 17% y un 20%.
Este fenómeno del avance de la ultraderecha es analizado por Dardo Gómez y Anna Clua en el libro “De las fake news al poder. La ultraderecha que ya está aquí”. Allí se aprecian elementos comunes y diferenciadores entre las diferentes ultraderechas que están acaparando poder en Europa, especialmente en Italia, donde gobiernan, pero también en Austria, en Bélgica o en Francia con Le Penn. En mayor o menos medida, en todas coincide un discurso nacionalista, antiinmigración y privatizador de la economía.
Dos. Esa amenaza de la ultraderecha francesa ha tenido otra consecuencia, además de la sorpresiva convocatoria electoral. Las izquierdas francesas, desde los populistas euroescépticos de Jean-Luc Mélenchon hasta los socialdemócratas europeístas, y junto a ellos los ecologistas y los comunistas se presentarán a las elecciones legislativas anticipadas con un programa común. El acuerdo del llamado “nuevo frente popular”, en clara alusión a los movimientos antifascistas de los años treinta, está compuesto de 150 medidas que suponen, según sus firmantes, una “ruptura total con la política de Macron”.
En este mismo grupo se juntarán, por un lado, una izquierda soberanista, euroescéptica, anticapitalista y antiatlantista, y, por otro, la europeísta, favorable a la OTAN y a la ayuda militar a Ucrania, y defensora de una economía social de mercado.
Tres. El debate ciudadano y la convulsión social que ha generado el posible triunfo de la ultraderecha, ha llegado de pleno a un ámbito que suele mantenerse al margen del compromiso políticos, el deporte. El delantero de la selección francesa, Kylian Mbappé, se pronunció sobre el tema: «Estoy contra de los extremos, dividen. Hay jóvenes que se abstienen, pero su voz sí cambia las cosas. Quiero estar orgulloso de defender a un país que representa mis valores. Esto es más importante que el partido de mañana porque la situación del país es diferente. Creo en los valores de la diversidad, la tolerancia y el respeto».
Casi 200 deportistas de gran reconocimiento popular han alzado su voz en Francia en un manifiesto que se hizo público el pasado 16 de junio en el diario L’Équipe en el que piden el voto «contra la extrema derecha». «No podemos resignarnos a ver a la extrema derecha tomar el poder en nuestro país teniendo en cuenta que está en oposición profunda con la construcción de una sociedad democrática, tolerante y digna», señalan los firmantes del manifiesto.
Que los futbolistas tomen partido no es habitual, en España lo sabemos bien, donde se caracterizan por moverse por encima de los conflictos sociales. Y no es precisamente porque no haya política en el fútbol español. Lo repasa con contundencia y rigor el periodista Fonsi Loaiza en sus libros “Machismo, mafia y corrupción en el fútbol español” y “Florentino Pérez, el poder del palco”. “A mí lo que más me ha gustado siempre ha sido la política. Es donde se tiene el poder. Yo no seguí en ella porque me echaron. Ser presidente del Real Madrid es lo más parecido que he encontrado”, dice el presidente del Real Madrid en el libro de Loaiza.
Es evidente que Occidente está noqueado. Especialmente Europa, donde estamos observando que la Unión Europea pierde credibilidad y confianza para los propios ciudadanos (más de la mitad no votaron en las últimas elecciones al Parlamento Europeo) y, en cada crisis internacional que vivimos, su protagonismo e influencia es más ridícula.
En su libro “La derrota de Occidente”, el historiador francés Emmanuel Todd señala que “la Unión Europea ha desaparecido detrás de la OTAN, ahora más sumisa que nunca a Estados Unidos. En su opinión, el desarrollo de la guerra de Ucrania y las sanciones europeas ha sido el ejemplo más claro de la miopía de los líderes europeos, especialmente de los franceses, y recuerda las declaraciones, en marzo de 2022, del ministro de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire, donde se jactaba en France Info: “Las sanciones son eficaces, las sanciones económicas y financieras son incluso terriblemente eficaces. […] Vamos a provocar el hundimiento de la economía rusa”.
El resultado de esas sanciones, recuerda el historiador, es que la balanza de la zona euro ha pasado de 116.000 millones positiva en 2021 a 400.000 millones negativos en 2022. En opinión de Todd, “lo peor no es que hayan fracasado, sino que nuestros dirigentes hayan sido incapaces de prever que, lejos de detener la guerra, la globalizarían”.
Esta derrota de Occidente puede explicar muchos de los elementos que hemos señalado en las elecciones francesas del día 30. Una población que ha perdido la confianza en sus líderes y se entrega a la fascinación de una ultraderecha que ahora abandera la rebeldía, una izquierda desactivada y desorientada que se une en un frente que son proeuropeos y euroescépticos a la vez, proOTAN y antiOTAN a la vez. Y un sistema político y mediático al que solo le quedan los futbolistas para presentar como referentes morales.