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Drones para matar barato y sin bajas propias

Roberto Montoya

El dron, ese aparato volador ya tan incorporado a la vida actual, omnipresente en eventos deportivos al aire libre; en documentales de naturaleza; en el control policial aéreo del tráfico o de grandes concentraciones de gente; en  control de cultivos, grandes fincas y tantísimos otros usos civiles y comerciales es ya tan popular que tiene incluso su propia día.

Fue el pasado 4 de mayo cuando se celebró el Día Internacional del Dron, como se viene celebrando anualmente desde hace una década el primer sábado de mayo. 

El dron, cuyo nombre técnico es Vehículo Aéreo No Tripulado (Unmanned Aerial Vehicle, UAV) experimentó en poco más de una década un verdadero boom. Su fabricación se abarató, sus modelos se diversificaron y multiplicaron al igual que sus usos, al punto de olvidarse su origen exclusivamente militar.  

Al igual que Internet  fue diseñada originalmente como una tecnología para comunicaciones militares secretas los primeros UAVs o drones –literalmente abejorros, y llamados popularmente así por el ruido que emiten- también tuvieron un origen militar. 

Aunque hubo varios antiguos intentos de crear objetos voladores útiles para espiar y atacar a las fuerzas enemigas en el campo de batalla, el precedente de dron más claro se fabricó durante la I Guerra Mundial, en el Reino Unido.

Fue allí donde se creó el primer avión sin piloto, el Ruston Proctor Aerial Target, conducido por control remoto y capaz de transportar cargas explosivas y estrellarse con ellas contra las líneas enemigas. Por su parte EEUU estrenaría durante la II Guerra Mundial dos modelos de UAV, el PB4Y-1 y el BQ-7 que por control remoto arrojaban bombas contra las lanzaderas de misiles V-1 alemanes.

La aparición de los bombarderos y los misiles hicieron dejar de lado temporalmente la investigación y fabricación de drones de ataque siendo utilizados casi exclusivamente para fines de reconocimiento y vigilancia tanto en tiempos de paz como de guerra. 

Su uso con esos fines fue creciendo y creciendo; se utilizaron en la II Guerra Mundial, en la Guerra de Vietnam, en la guerra de Yom Kipur de 1973, en la invasión israelí del Líbano de 1982, la Guerra del Golfo de 1991 o en los Balcanes, de 1991 a 2001.

Recién iniciado el siglo XXI, tras los atentados terroristas del 11-S de 2001 en Estados Unidos el Pentágono comenzó a probar un sofisticado modelo de dron letal, el primer sicario robótico, el RQ-1 Predator, el primero de la serie Predator armado con misiles, al que pronto seguiría el Predator B, el MQ-9 Reaper y muchos otros. 

Con esos primeros drones armados con misiles Hellfire que originalmente se utilizaban solo en los helicópteros de asalto Apache se inició una nueva era en la industria militar y en la robotización de la guerra. 

Tanto Estados Unidos como Israel comenzaron a utilizar cada vez más estos aparatos no tripulados para llevar a cabo sus ‘asesinatos selectivos’, una forma ‘limpia’ de matar a sus enemigos, barata, controlada a la distancia por control remoto a través de una suerte de Play Station, y lo más importante, sin ningún riesgo de sufrir bajas propias.

Explicábamos esa robotización de la guerra hace diez años en el libro Drones, la muerte por control remoto, recogiendo testimonios no solo de supervivientes de esos ataques en Afganistán, Irak, Pakistán, Somalia y otros países.

También reproducíamos el testimonio de pilotos arrepentidos de drones que habían disparado misiles desde drones controlados desde bases militares en EEUU, a miles de kilómetros de distancia de sus objetivos, sentados en cómodos sillones mientras tomaban una Coca-Cola con palomitas. Solo tenían que pulsar su Joystick cuando sus monitores les mostraban en tiempo real lo que registraban las cámaras instaladas en los drones.

Fue Obama quien tras asumir el poder en 2009 y prometer al mundo que acabaría con la  Guerra contra el Terror de Bush y que cerraría la cárcel de Guantánamo, terminó convirtiendo los ataques mortales con drones en el arma estrella de la nueva estrategia militar del Pentágono, multiplicándose así los asesinatos ‘selectivos’.

En la década transcurrida desde la publicación de ese libro el uso civil y comercial de variadísimos modelos de drones se disparó y esos aparatos pasaron a ser incorporados socialmente en los países desarrollados como un simple producto más de una tecnología que avanza a ritmo vertiginoso. La opinión pública de nuestros países supo menos sin embargo de la evolución que tuvieron paralelamente los  hermanos mayores de esos UAVs, los drones militares, y el uso que se sigue haciendo de ellos actualmente en Ucrania, Gaza y otros conflictos bélicos.

Sin embargo, en otras zonas del mundo, en Yemen, Líbano, Libia, Irak, Afganistán, Mali y un largo etcétera de países la perspectiva es totalmente inversa. La población de esos países ha visto pocos drones de uso civil y comercial; desconoce sus beneficios.

En cambio reconoce fácilmente el zumbido que emite un dron cuando sobrevuela sus cabezas, sus viviendas, o cuando se acerca velozmente a tierra uno de los misiles que porta con su carga mortífera. Para ellos los drones son portadores de muerte.

Cada vez son más los países que los fabrican aunque Estados Unidos e Israel siguen siendo los que más invierten en investigación y fabricación de nuevos drones militares cada vez más sofisticados, tanto para vigilancia y espionaje como para ataque. 

La guerra de Ucrania, a la que luego se añadiría el genocidio de Gaza han vuelto a mostrar como en guerras anteriores no sólo el horror, la tragedia humana que supone el sufrimiento y la muerte de miles y miles de personas, la devastación de un país. También dejan en evidencia los intereses geopolíticos y económicos que hay detrás de ellas, la presión a favor de la vía bélica y no de la negociación ante los conflictos que ejercen los lobbies de la industria militar. Esta pone a su servicio los más avanzados y costosos avances tecnológicos, invierte millones y millones de euros para fabricar armas cada vez más sofisticadas y mortíferas.

Los drones militares se han incorporado ya en estos dos conflictos de lleno en la maquinaria bélica, jugando un papel de primer orden. En Ucrania tanto Rusia como las fuerzas ucranianas adiestradas, financiadas y armadas por Occidente, utilizan en la contienda miles de drones de distintas características tamaños y funciones tanto para espiar mutuamente sus respectivas posiciones y sus infraestructuras estratégicas como para lanzar ataques ‘suicidas’ contra depósitos de armas, contra lanzaderas de misiles, contra tanques y todo tipo de objetivos. 

El abaratamiento en la fabricación de esos modelos de drones pequeños que portan una limitada carga explosiva a diferencia de los drones de gran tamaño y autonomía de vuelo que portan misiles, ha hecho que se conviertan en un arma complementaria fundamental de los obuses de la artillería y los bombardeos aéreos.

La UE financió drones que matan en Gaza

En la guerra asimétrica que se libra en Gaza entre el poderoso ejército de Israel y las milicias de Hamás, la Yihad Islámica y otras de distinto signo, Israel está utilizando los más sofisticados drones del mercado fabricados por su propia industria y por la industria estadounidense.

Israel ya venía empleando desde hacía años drones de tamaño medio de fabricación propia o conjunta con EEUU de vigilancia y espionaje para escudriñar hasta el último rincón de Gaza y Cisjordania. Los datos claves que recogen estos aparatos le permiten al Ejército israelí, junto con el control de las comunicaciones telefónicas y en el caso de Gaza también el control facial de gran parte de la población palestina, contar con una base de datos de gran valor para sus operaciones.

Esos drones israelíes son de doble uso, no solo para espiar sino también para ataque, portando misiles Hellfire. Es el caso del Elbit Hermes 900, del Hermès 450 UAV , o el Heron T , drones de entre 6 y 10 metros de longitud, de 10 a 15 metros de envergadura alar, más de 30 horas de autonomía de vuelo y que pueden operar hasta a 1.000 kilómetros de distancia. 

Estos tres modelos son los más utilizados por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en la guerra contra Gaza, complementados por los ataques de aviones caza, los bombardeos con bombas de racimo, la artillería pesada y los obuses de los tanques.

Esto le proporciona a Israel una superioridad militar abrumadora contra las milicias de la resistencia palestina, que deben practicar una guerra de guerrillas con armamento liviano entre las ruinas de los edificios de ciudades que va destruyendo Israel a lo largo y ancho de la estrecha Franja de Gaza.

El uso de la más avanzada tecnología militar y los programas de Inteligencia Artificial como el Lavender para identificar a base de algoritmos miles de potenciales objetivos a abatir permiten a las FDI minimizar los riesgos de sus propias fuerzas y conseguir una ventaja abismal frente a sus enemigos.

Para ello Israel no cuenta solo con su desarrollada industria militar, que exporta a todo el mundo, y tampoco es Estados Unidos su exclusivo proveedor de armas y tecnología. Son muchos los países que compran y venden armamento a Israel, y en el caso de Europa la propia Unión Europea lo hace e incluso ha ayudado a financiar la tecnología de UAVs que utiliza Israel para su genocidio en Gaza.

Euronews recogía en marzo pasado informes de dos instituciones especializadas, Statewatch e Informationsstelle Militarisierung (IMI) que mostraban cómo la empresa estadounidense Xtend, especializada en UAVs, recibió una subvención del fondo Horizon Europe de la UE para estudiar cómo optimizar su sistema de drones Skylord Xtender . La empresa firmó posteriormente, en 2021, contratos con el Departamento de Defensa de Estados Unidos, y a partir del inicio de la ofensiva israelí en Gaza en octubre pasado Xtend se volcó de lleno a apoyar a las fuerzas israelíes en Gaza. 

En su web, xtend.me, esta poderosa empresa presenta con orgullo entre sus socios al Departamento de Estado de EEUU y a las Fuerzas de Defensa de Israel, y hace un sorprendente llamamiento público (xtend-support-israel.com) a donar para la defensa de Israel:

Únase a nosotros para apoyar la defensa de Israel. Xtend proporciona plataformas de extensión humana operativamente probadas, que permiten a los soldados realizar maniobras precisas en escenarios de combate complejos. Mantener a nuestras tropas fuera de peligro. 

Roberto Montoya es periodista. Autor de Drones, la muerte por control remoto

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