Pascual Serrano
Tal día como hoy, el 23 de septiembre de 1939 moría en Londres el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud. Cualquiera de nosotros, al escuchar las expresiones “interpretación de los sueños” o “sexualidad infantil”, piensa inconscientemente en Freud. “Inconscientemente”, otra palabra que también nos lleva a Freud.
Precisamente en estas fechas se está difundiendo en España la película “La última sesión de Freud”. Ambientada en los albores de la Segunda Guerra Mundial y con el actor Anthony Hopkins interpretando a Sigmund Freud, incorpora todos los elementos que la industria cultural sabe que son sugerentes para las audiencias: un debate sobre la existencia de Dios, una enfermedad mortal que obliga a Freud a tratarse con morfina, el conflicto con su hija lesbiana y algún otro romance atípico.
El debate intelectual sobre Dios se desarrolla mediante una conversación con el escritor británico C.S. Lewis, de visita en la casa de Freud.
Se basa en un hipotético diálogo publicado en 2002 por Armand M. Nicholi, profesor de Harvard, bajo el título “La cuestión de Dios: C.S. Lewis vs S. Freud”, donde debaten sobre Dios, la muerte, la vida y las cosas importantes.
En 2009, se llevó al teatro en los Estados Unidos, ya con el título Freud’s Last Session, y en 2015 se estrenó en el Teatro Español de Madrid.
El contexto del diálogo es el de un Freud judío, considerado enemigo por el nazismo, que no tiene intención de abandonar Viena, y que, como tantas veces hemos observado en el cine, ve con angustia y zozobra avanzar la represión y la locura del Tercer Reich.
A ello se añade que se debe automedicar morfina por el cáncer de paladar que arrastra desde 1923.
Sin duda una situación excepcional para reflexionar sobre la vida, la muerte y Dios.
Probablemente el libro de Freud que más se acerque en el tiempo y en el tema al desarrollo de la película sea «El hombre Moisés y la religión monoteísta». Son tres ensayos escritos entre 1934 y 1938. Fue la última obra publicada en vida por Freud, ya que fallecería algunos meses después en Londres, donde se marchó huyendo de Viena tras la anexión de Austria por los nazis. En ella, Freud trata la religión y los orígenes del monoteísmo.
Aunque si tuviéramos que señalar dos libros emblemáticos de Freud estos serían “La interpretación de los sueños» y “El malestar en la cultura«. El primero, publicado en 1899, sería considerada como la más importante de sus obras, representativa de su toda su producción. Con ella daba inicio a una nueva disciplina, el psicoanálisis. Proponía el modo a través del cual acceder al inconsciente tomando elementos de las experiencias vividas. Por primera vez se introdujo el concepto del Yo y los sueños fueron objeto de un estudio científico. «La interpretación de los sueños» es un libro fundamental para quienes quieran conocer o profundizar en las teorías del padre de psicoanálisis. En cuanto al segundo, «El malestar en la cultura», se considera una de las obras más influyentes en la psicología del siglo XX. Indaga en el efecto que sobre las pulsiones del individuo ha tenido el desarrollo de la civilización, como moldeadora, pero también como represora del comportamiento humano. Freud defiende la existencia de un antagonismo irreconciliable entre las pulsiones agresivas, innatas en los individuos, y la cultura, pues esta, al tratar de controlar su satisfacción, provoca la pérdida de la libertad y de la individualidad, generando sentimientos de frustración y de culpa.
Como de todos es sabido, la sexualidad y la sociedad son otros de los elementos fundamentales en los trabajos de Freud. Es lo que aborda en su libro “Tótem y tabú«. Aquí, el tótem establece los límites sociales de cada tribu y genera un vínculo no consanguíneo entre sus miembros que determina la prohibición de las relaciones sexuales entre individuos que comparten el tótem, imponiendo la exogamia. El deseo se enfrenta de este modo a la prohibición de unas relaciones que se consideran incestuosas, convirtiéndose el incesto en un tema tabú.
Y volvemos a la muerte en «Más allá del principio del placer” donde plantea por primera vez la nueva dicotomía entre Eros y las pulsiones de muerte. Recordemos que Freud describía dos pulsiones antagónicas: Eros o pulsión de vida (una pulsión sexual tendente a preservar la vida) y tánatos o pulsión de muerte.
Las hipótesis y métodos introducidos por Freud fueron polémicos durante su vida y lo siguen siendo en la actualidad. Muchas propuestas freudianas han sido ampliamente superadas. Sin embargo, nadie podrá negar a Freud el gran mérito de haber sido un gran ensayista, un brillante escritor y un médico que descubrió y nos desveló la importancia de escuchar al paciente para curarlo. Algo que los profesionales de la sanidad, y de alguna manera todos nosotros, olvidamos con frecuencia. La aportación más valiosa de Freud es la apuesta por la escucha al enfermo, porque escucharlo, ponerse en su piel, entenderlo, es parte de la solución.
Quizá ahora, cuando se cumplen 85 años de su muerte, podamos devolver esa deuda a Freud y “escucharle” nosotros leyendo sus libros.