Pascual Serrano
El Día Mundial de la Salud Mental se celebra cada año el 10 de octubre, y su objetivo es crear conciencia sobre los problemas de salud mental en todo el mundo y movilizar esfuerzos en apoyo de la salud mental. Lo interesante es que este año su lema es “Es tiempo de priorizar la salud mental en el lugar de trabajo”.
Esto se debe a que es indiscutible que un entorno de trabajo propicio fomenta la salud mental, brindando un propósito y estabilidad. Pero las malas condiciones de trabajo pueden perjudicar el bienestar mental, reduciendo tanto la satisfacción laboral como la productividad.
Los trabajos mal pagados o inseguros a menudo carecen de las protecciones adecuadas, lo que deja a esos trabajadores más expuestos a riesgos psicosociales. Incluso el empresario y el capital deberían darse cuenta, la depresión y la ansiedad por sí solas dan como resultado la pérdida de aproximadamente doce mil millones de días laborales cada año.
Toda esta información no procede de ningún sindicato ni movimiento obrero, son datos y razones de las Naciones Unidas.
En el libro “Héroes. Asesinato masivo y suicidio”, el italiano Franco «Bifo» Berardi se atreve a analizar la relación que hay entre el capitalismo y la salud mental. Porque está muy bien eso de acabar con el estigma de los enfermos mentales y también lo de destinar recursos y servicios públicos a atenderlos, pero lo importante es ir al origen muchas veces laboral y económico de esas patologías. Si te humillan en el trabajo, te obligan a horas extraordinarias que no te pagan, te someten a labores por debajo de tu cualificación, cobras por debajo de tu categoría o tu convenio, es lógico que tu salud mental se deteriore. Y quizá, la solución no es el psicólogo, porque el problema no está en tu cabeza.
Pero Franco «Bifo» Berardi va más allá de la depresión o incluso del suicido: “Me interesan los que sufren y se vuelven asesinos porque así dan rienda suelta a su necesidad patológica de publicidad y porque en ello ven una salida a su infierno. (…) Escribo sobre suicidios homicidas espectaculares porque estos asesinos son la manifestación extrema de una de las tendencias más llamativas de nuestra época; en ellos veo a los héroes de una época nihilista, una era de una apabullante estupidez:
la del capitalismo financiero”.
En este libro, repasa y analiza varias historias reales de crímenes y horror: la masacre de James Holmes, en 2012, en Aurora, Estados Unidos; Anders Breivik, el terrorista de extrema derecha autor de los ataques de Noruega de 2011 y culpable del asesinato de 77 personas; las masacres de las escuelas americanas (Columbine y muchas más); la epidemia de suicidios por presiones laborales en Asia, Europa y EEUU.
Los elementos que provocan esos fenómenos están todos los días frente a nosotros gracias al capitalismo. Repasemos algunos de ellos que desvela el autor:
Competencia. “Toda nuestra vida precaria está sometida a este imperativo: la competencia. Todas nuestras energías colectivas se alinean hacia la consecución de un único objetivo: luchar contra los demás para sobrevivir”.
Exhibicionismo. “Es posible detectar en las acciones de muchos asesinos en masa contemporáneos una tendencia al espectáculo que se relaciona en cierta manera con la promesa de Warhol: «en el futuro, todo el mundo será famoso durante quince minutos». Es decir, se trata de la necesidad de salir en televisión como si esta fuera la única prueba de la existencia de uno”.
Posverdad. El análisis del autor enlaza con la posverdad ahora tan en boga. “La incapacidad de James Holmes, el asesino de Aurora, de distinguir entre la realidad y el cine refleja la actitud de Karl Rove, el maestro de la imaginación política norteamericana durante los años de la guerra santa de Bush”. Rove les decía a los periodistas que pretendían ser veraces en sus informaciones: “Así no funciona ahora el mundo. Ahora somos un imperio y cuando actuamos creamos nuestra propia realidad. Y mientras vosotros analizáis esa realidad –mediante un juicio sensato– nosotros actuaremos de nuevo y crearemos nuevas realidades que también analizaréis. Nosotros somos actores de la historia… que vosotros os limitáis a estudiar”.
Supremacismo. “No todos los seres humanos son importantes ni merecen salvarse. Solo los sujetos superiores (inteligentes, conscientes, las mentes fuertes) deberían sobrevivir, mientras que los inferiores (las masas estúpidas, subnormales, y las mentes débiles) deberían perecer. Su único credo es el culto al individuo fuerte, al ganador solitario: el hombre de las finanzas y el hombre armado”. Lo que subyace al asesinato de masas es sencillamente “el asesinato como metáfora del darwinismo social puro”.
Aislacionismo de internet. “Al contrario de lo que afirmaba la imaginada utopía cibercultural, internet es responsable del resurgimiento del fanatismo y la intolerancia. Los grupos alternativos políticos y religiosos pueden considerarse tribus digitales que entran en el espacio digital con la intención de confirmar y reforzar sus fobias y miedos paranoicos. En estas cajas de resonancia de internet, la gente real queda al albur de los fantasmas fóbicos de la otredad, y de esta forma queda erradicada la posibilidad de un debate tolerante y democrático”.
El autor repasa el panorama cinematográfico para mostrar cómo la locura y la demencia forma parte asumida en el capitalismo. El que se rebela, lo hace sólo desde su locura en el Joker (de hecho el asesino James Holmes, de Aurora, se hacía llamar el Joker. En La purga, “se hace un retrato del crimen como una forma de superar las crisis y de establecer un orden criminal nuevo, aunque al mismo tiempo normalizado”.
En Los juegos del hambre, no hay rebeldía de clase solo competencia resignada. Algo parecido en España con El hoyo.
En 1977, David Bowie publica su single Héroes. Pero su nuevo tipo de héroe, en plena revolución neoliberal, es diferente al de toda la vida. Ahora “ya no es un sujeto sino un objeto: una cosa, una imagen, un espléndido fetiche, una simulación”. La conciencia de clase, la solidaridad, la lucha colectiva, ese caldo de cultivo del héroe ha desaparecido. Quizás por ahí el título de este libro.
El resultado no podía ser otro. Según la OMS, en los últimos cuarenta y cinco años, los índices de suicidio se han incrementado un 60 por 100 en todo el mundo. Estas cifras no incluyen los intentos de suicidio, una cifra unas veinte veces superior a los suicidios consumados.
Termina Franco «Bifo» Berardi con un capítulo titulado “¿Qué podemos hacer cuando no podemos hacer nada?”. No les haré spoiler, pero quizá pensar sobre la salud mental sea una forma de buscar una salida. Y hoy, Día de la salud mental, puede ser un buen día.