Cuando en 2009 se juntaron cinco países para crear algo que llamaron BRICS, una denominación tan poco original que se limitaba a la primera letra del nombre de cada uno de los Estados, nadie imaginaba que pudieran terminar siendo un bloque geopolítico y económico con un PIB superior al G7 (las siete economías más poderosas del mundo), que liderasen la desdolarización mundial de la economía, que hicieran tambalear el poder del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y hasta que estén exigiendo en voz alta la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU.
Si lo comparamos con la Unión Europea, que tiene su nacimiento oficial en 1993, está compuesta por 27 países y no ha sido capaz de mover el tablero geopolítico, valoraremos aún más lo que están haciendo los BRICS.
Esos cinco países (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que a día de hoy ya son diez (Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Etiopía se incorporaron el 1 de enero de 20241) poseen más de un tercio del PIB mundial y casi la mitad de la población del planeta. De los cuatro países mayores productores de alimentos en el mundo, tres pertenecen a los BRICS y en ese bloque se produce el 42% del petróleo mundial. Y parece que la intención es seguir creciendo, 40 países han expresado interés en unirse al BRICS y 22 han pedido formalmente ser admitidos.
Sin embargo, la mayoría de la población occidental, a buen seguro, no habrá oído hablar apenas de los BRICS. Nuestros grandes medios de comunicación y nuestros gobernantes han pensado, como el avestruz, que cree que escondiendo la cabeza ahuyenta el peligro, que no citando a los BRICS desparece su poder e influencia. Me lo contaba de broma un cónsul chino: «En realidad, nos viene muy bien. Mientras dicen que nuestro país está fracasando, podemos ir avanzando sin que nadie se alarme».
Pues bien, en la colección A Fondo vamos a hablar de ellos y no vamos a hacer de avestruz, y por varias razones. Porque pensamos que esconder la cabeza solo sirve para no ver lo que sucede y porque, precisamente los BRICS, más que miedo, podrían generar esperanza. Por eso publicamos este libro, BRICS. La transición hacia un orden mundial alternativo, donde sin triunfalismos ni alharacas, sino con rigor y precisión, se repasa el origen de los BRICS, su evolución, sus logros, sus miserias, sus contradicciones, sus potenciales y sus limitaciones. Lo hace Aníbal Garzón que, entre otros méritos académicos tiene el de ser li- cenciado en Estudios Internacionales e Interculturales sobre América Latina y posee un máster sobre Desarrollo Internacional en la Universidad Politécnica de Cataluña. Además, cursó un Diplomado sobre Integración Regional y Cooperación Sur-Sur en CLACSO. Garzón ha trabajado más de cinco años en diversos países de África y América Latina realizando diversos trabajos de cooperación internacional en ámbitos como cultura, educación, medio ambiente, participación ciudadana y Derechos Humanos. Sin duda, un especialista idóneo para observar desde el Norte lo que está sucediendo en el Sur e interpretarlo.
Nuestro autor se remonta a los años 50 para recordar aquellos intentos de organización de los países del Sur (Conferencia de Bandung, Movimiento de No Alineados…), como él señala «algunos más geopolíticos y otros más economicistas, algunos más dentro del orden mundial y otros más críticos con ese orden».
Pero, a pesar de esos antecedentes, Garzón nos muestra que los BRICS son un fenómeno sin precedentes en los bloques geopolíticos de la historia del mundo. Hasta ahora hemos asistido a modelos enfrentados por ideologías o religiones, capitalistas contra comunistas, islámicos contra cristianos. O sencillamente luchando por territorios o mercados. En los BRICS encontramos un liderazgo de economías emergentes que reúne a los hindúes indios junto a los islamistas iraníes y los cristianos brasileños; a los comunistas chinos con los capitalistas saudíes, y al antiguo Imperio ruso colaborando sin conflicto con los antiguos imperios persa y egipcio. Y todo esto está sucediendo mientras Occidente, como el avestruz, tiene la cabeza bajo tierra y no está entendiendo nada.
Esta obra recoge todo lo que han conseguido –y lo que no han conseguido– los BRICS, y para ello repasa todos los planos: sus acuerdos de intercambio comerciales, sus proyectos de coordinación financiera, su cooperación científica y cultural, su política común de desarrollo de infraestructuras, sus acuerdos de Defensa. Es evidente que las diferencias entre los países que integran el bloque son tremendas. En capacidad económica, en población, en cultura, en historia, en ideología, en religión.
Pero, como dice Garzón, «la cuestión de ser de los BRICS ha sido justamente alimentada por la oposición de Occidente, con la hegemonía de EEUU, a cambiar las reglas del orden mundial. No querer dar un mayor empoderamiento a países del Sur global generando, por lo tanto, una reproducción de las relaciones coloniales del Norte-Sur».
Ya lo vio venir alguien que sabía mucho del Sur, porque dedicó su vida a combatirlo trabajando para el expansionismo estadounidense a sangre y fuego, Henry Kissinger: «Vivimos en un tiempo maravilloso, en el que el fuerte es débil debido a sus escrúpulos y el débil se fortalece debido a su audacia». Se equivocaba en que la audacia del débil puede compensar la falta de escrúpulos del fuerte. O que la falta de escrúpulos del fuerte puede empujar al débil a la mayor audacia.
Es lo que le ha sucedido a Estados Unidos y sus adláteres, tanto han avasallado con su soberbia en políticas de sanciones, contra Cuba, contra Venezuela, contra Irán, contra Rusia, contra China, que han terminado empujando a todos esos países a unirse contra el abusador del patio del colegio. Como señala Garzón, «los diferentes países de los BRICS tienen diferentes intereses nacionales, pero saben que para defenderlos hay que jugar en equipo».
Porque otra conclusión que sacamos al leer esta obra es que, frente al modelo de globalización neoliberal liderado por EEUU y el FMI, en el que la economía financiera prevalece sobre la productiva y las empresas sobre los Estados, el modelo de los BRICS, y aquí bajo el liderazgo de China, apuesta por la economía productiva y el intervencionismo del Estado. Pero no ese Estado socialista soviético que gestiona hasta el último nivel de la economía, sino un Estado que regula y crea las condiciones adecuadas para que las empresas produzcan, se desarrollen y los países progresen, no los accionistas.
Cuando uno termina de leer BRICS. La transición hacia un orden mundial alternativo, tiene la sensación de haber aprendido mucho más que el asunto de los BRICS, y es porque este libro termina siendo un tratado sobre geopolítica desde el primer mundo y con humildad. Precisamente, lo que más se echa en falta en el primer mundo: conocimiento del resto y humildad para interpretarlo.
Creo que libros de esta envergadura –prácticamente se podrían considerar tratados sobre la dignidad del Sur global– se publican cada ciertas décadas y gracias a ellos podemos apreciar cómo avanza la humanidad. Porque solo viendo lo que sucede en la parte del mundo más alejada y olvidada de Occidente, podemos concluir hacia dónde vamos. Estoy pensando en libros como Las naciones oscuras. Una historia del Tercer Mundo (2007), del historiador y periodista Vijay Prashad, o el mítico Los condenados de la tierra, de Frantz Fanon (1961). Creo que no peco de exagerado si digo que podemos situar en esa estela la presente obra de de Aníbal Garzón.
- Arabia Saudí, aunque pidió su adhesión a los BRICS y fue aceptada como miembro pleno en el bloque, todavía es el único país de los nuevos integrantes que aún está en proceso de formalizarla, debido a asuntos internos. Con todo, también contamos a Arabia Saudí como país anexado a los BRICS. ↩︎