China

La embestida del tigre de papel mojado

Javier García

Los ciudadanos chinos no salen de su asombro estos días. Piensan que Trump se ha dada un tiro, no ya en el pie, sino en todo el estómago con su nueva andanada arancelaria. Están de todos modos bastante acostumbrados.

Durante su primera presidencia, Trump había impuesto ya aranceles del 25% a las exportaciones chinas en 2018 por valor de 50.000 millones de dólares, que en algunos casos como el de las placas solares llegaron al 50%.

Luego Biden, que mantuvo los establecidos por el republicano, fijó todavía más a los coches eléctricos, que llegaron al 100% al final de su mandato, además de otros a las baterías, los minerales, el acero, el aluminio, las mascarillas o los semiconductores.

Pues bien, desde el momento de los primeros aranceles de Trump hasta 2024, las exportaciones chinas al mundo, tras una ligera bajada temporal, aumentaron a un ritmo mayor y el dominio de China del comercio mundial se acrecentó todavía más.

Esta vez ya no son solo aranceles, es el desacoplamiento económico total lo que parece buscar Trump, ya que con las tasas actuales del 145% y el 135%, respectivamente, la propia China ya ha dicho que no tiene sentido imponer más aranceles, aunque Estados Unidos lo haga.

La expansión comercial china hacia los mercados que abandone EEUU podría muy bien acentuarse, sobre todo si Washington mantiene los aranceles “recíprocos” que ha impuesto al resto de países una vez que concluyan los 90 días de prórroga que ha decretado.

China lleva mucho tiempo preparándose para ese desacoplamiento. Desde hace años ha estado trabajando duro para conseguir la autosuficiencia tecnológica, la pata que le faltaba para que sus grandes empresas de alta tecnología no sufriesen las consecuencias de las sanciones y los vetos de EEUU, como le sucedió a Huawei. Y todo apunta a que la ha conseguido o está muy cerca de hacerlo.

No es casual. Este año su inversión en I+D ha crecido un 10% respecto a 2024, año en que lo había hecho ya un 8,3% respecto al año anterior. En 2025 dedicará 55.000 millones de dólares a investigación en ciencia y tecnología, el tercer capítulo mayor de todo su presupuesto.

Ya es líder mundial en Inteligencia Artificial, en redes 6G, en computación cuántica y hasta en 57 de las 64 tecnologías críticas que hace algo más de una década dominaba EEUU. “Innovación” fue la palabra más escuchada durante la reunión anual de la Asamblea Nacional Popular (las dos sesiones) del pasado marzo, como hace años lo fue la expresión “reforma y apertura” y en tiempos recientes la de “desarrollo ecológico”.

Su economía es sólida y muy resilente, como quedó demostrado durante la primera guerra comercial y en tantas otras ocasiones en las que un sinfín de analistas occidentales pronosticaron su inminente caída.

También es previsible, al contrario que la norteamericana. En estos tiempos de incertidumbre permanente ofrece mucha más confianza que los bandazos erráticos de Trump.

Y de todo esto parece estarse dando cuenta Europa, que se ve ahora una vez más abandonada por EEUU a nivel económico, igual que se ha visto abandonada en la guerra de Ucrania.

El enfoque que adopte Europa en su relación comercial con China ante esta nueva situación será clave y, en este sentido, ha jugado un papel nada desdeñable la reciente visita de Pedro Sánchez a Pekín en plena escalada de tensión arancelaria, pese a las advertencias de Washington de que acercarse a China “sería como cortarse el cuello”.

La visita del presidente español en esos delicados momentos ha sido muy bien acogida tanto por los dirigentes chinos como por los ciudadanos, que no dejaron de elogiarla en las redes sociales. Son gestos que los chinos no suelen olvidar.

Ha habido otras tímidas señales de la Unión Europea hacia un mayor acercamiento a China, pero está por ver aún si su postura cambiará realmente o volverá al redil de Washington si los aranceles previstos para Bruselas quedan finalmente sin efecto.

Pero China tiene muchas opciones, además de Europa, para colocar el 14,6% de sus exportaciones que representa lo que le vendía a EEUU. Es el principal socio comercial de 120 países del mundo y 145 estados son ya miembros de la Iniciativa de la Franja y la Ruta.

En los 12 años desde el lanzamiento de este proyecto se ha avanzado considerablemente en infraestructuras, redes de transporte y comunicaciones de amplias zonas del mundo, que demandan cada vez mayores relaciones comerciales a medida que se desarrollan, ya sea en África, Asia o Latinoamérica, como apunté en mi libro “China, amenaza o esperanza”.

China

Y la política arancelaria generalizada de Trump hará que muchos países se vuelvan todavía más hacia China por pura necesidad comercial. Está pasando ya con países como Australia o Canadá, que se han mostrado favorables a incrementar su relación económica con el país asiático.

El desplome del dólar tras el estallido de la guerra arancelaria y el debilitamiento de su confianza como divisa de referencia es otro factor que puede beneficiar al yuan digital chino y a otras plataformas de monedas electrónicas que utilizan cada vez en mayor medida los BRICS.

Por tanto, es muy probable que China acabe beneficiándose a medio plazo del ataque arancelario de Trump, igual que acabó superando las sanciones tecnológicas, que contribuyeron decisivamente a impulsar su autosuficiencia para fabricar semiconductores.

Muchos chinos recuerdan estos días las famosas palabras de Mao en una entrevista en 1956 con la periodista norteamericana Anna Louise Strong:

“El imperialismo americano en apariencia es muy poderoso pero en realidad no hay nada que temer: es un tigre de papel, incapaz de resistir el viento y la lluvia. La razón es que están divorciados del pueblo”.

Javier García es autor de China, amenaza o esperanza

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