Conseguir que las grandes potencias te dejen cometer un genocidio en Gaza, incluso aunque lo esté denunciando la Corte Penal Internacional; lograr que a tu primer ministro no lo detengan ni en Estados Unidos ni en Europa, aunque tenga una orden de arresto de ese mismo tribunal; ser capaz de que los grandes vendedores de armas del mundo y sus gobiernos te sigan vendiendo armas para continuar ese genocidio; conseguir que Occidente asista impasible a la masacre y limpieza étnica de los palestinos; recabar la complicidad para que puedas bombardear Cisjordania, Gaza, Líbano, Siria, Egipto e instituciones diplomáticas iraníes sin sufrir una sola sanción internacional… no es fácil.
El libro El lobby sionista, del historiador israelí Ilan Pappé, explica cómo Israel ha conseguido todo esto.

Pappé denuncia que “el lobby israelí insiste en estar presente en ayuntamientos, colegios, iglesias, sinagogas, centros comunitarios y universidades de ambos lados del Atlántico [se refiere fundamentalmente a EEUU y Reino Unido]” Y “no permitirá que se le escape del radar ninguna muestra de solidaridad con los palestinos en Gran Bretaña y en Estados Unidos, ni siquiera de una sola persona, y hará todo lo posible por conseguir el despido de cualquiera que condene sus violaciones éticas, y la prohibición de cualquier organización que pida boicots, desinversión y sanciones. Calificará estas actividades de antisemitas y equivalentes a la negación del Holocausto. En esencia, este es el trabajo de un lobby agresivo que empezó su defensa política de Israel a mediados del siglo XIX y continúa todavía hoy”.
Seguramente nos podemos preguntar por qué Israel, que ahora es un país tecnológicamente muy desarrollado, con el ejército más fuerte de la región, y disfruta de un respaldo incondicional en el mundo occidental, sigue presionando para defender su legitimidad más de setenta y cinco años después de su establecimiento.
Este es el enigma que Ilan Pappé quiere resolver en este libro: “¿Por qué invierte Israel enormes cantidades de dinero en dos grandes lobbies, el cristiano y el judío, a ambos lados del Atlántico? ¿Por qué este Estado judío ansía que se reconozca su legitimidad en Occidente? Dicho de otro modo ¿por qué siguen pensando las elites de Israel que la legitimidad de su Estado está sometida a debate en Gran Bretaña y en Estados Unidos, pese a los acuerdos de armamento, la ayuda económica y el apoyo diplomático incondicional?”
Pappé insinúa una “observación obvia”: “la conciencia israelí de su ilegitimidad, y la consecuente necesidad de una defensa constante, derivan del fracaso sionista para completar el proyecto colonial de asentamiento que comenzó en 1882, cuando llegaron los primeros colonos judíos a Palestina”.
Es evidente que para poder ganarse el beneplácito de Occidente ante todos sus atropellos a la legislación internacional, sus crímenes contra la humanidad, su modelo teocrático de sociedad, sus privilegios comerciales y el peligro para la paz mundial que supone el sionismo, necesita mucho trabajo de lobby.
Pero es que, como señala Walter L. Hixson, no deberíamos considerar el lobby israelí sólo “como agrupaciones polifacéticas de ideas, individuos y organizaciones cuyo objetivo es «difundir propaganda proisraelí»”, sino, también para ellos es importante, “desacreditar a cualquiera que condene o critique a Israel o al sionismo. Esta es otra forma de identificar quién forma parte del lobby, ya sea oficial o extraoficialmente”.
El resultado es que su campaña de presión mundial es equiparar “antisemitismo y antisionismo” y en dotar a las comunidades judías “de un fuerte sentimiento antipalestino y en ocasiones de pura islamofobia”.
Así lo explica Pappé: “Israel necesita persuadir al mundo, y a sí mismo, de la validez moral del proyecto sionista, y en consecuencia del Estado de Israel. Me atrevería a decir que hasta hoy los grupos más destacados a los que el lobby quiere atraer es a aquellos judíos y sionistas a los que les resulta difícil convencerse plenamente de que el judaísmo no es una religión sino una identidad nacional y, más importante, de que esta redefinición de la identidad judía justifica el proyecto de establecer Israel en la Palestina histórica mediante una colonia de asentamiento”.
Ya en 1933, Brecht reaccionó a la idea de proclamar un Estado judío en Palestina reflexionando lo siguiente: «De ese modo Hitler no solo ha fascistizado [faschisieren en alemán] a los alemanes, sino también a los judíos». El lobby israelí tiene como misión que no conozcas las palabras de Brecht y que, si las compartes, seas señalado y atacado.
El modo de evitarlo es ser muchos, este libro ayuda a eso.