En la creación y el uso social de los umbrales emerge una espacialidad de la emancipación. Las luchas y los movimientos sociales están expuestos a las potencialidades formativas de los umbrales. Piezas de una forma de vida diferente, conformada y experimentada en la lucha, toma forma en el espacio y el tiempo con las características de los umbrales. Cuando las personas colectivamente perciben que sus acciones se tornan diferentes de sus hábitos colectivos habituales, entonces la comparación se vuelve liberadora. Sin embargo, estos umbrales, estas heterotopías, están ligados a las inconsistencias y las sinuosas formas del cambio social. En ellos, la alteridad radical de la emancipación humana es confrontada, abordada y explorada.
El proceso de emancipación implica no sólo la transformación del tiempo, sino también del espacio. Lejos de inscribir el tema de la libertad y el espacio como algo vinculado a un modo de regulación común de algo que se considera continuo y uniforme (el espacio), se presenta la idea de la multiplicidad cualitativa como forma de espacialización de la diversidad de prácticas humanas de libertad en una sociedad emancipada. Esa multiplicidad es flexible y no se relaciona con identidades cerradas, sino con «umbrales» comunicativos como formas de libertad no identitaria.
¿Puede la ciudad de los umbrales convertirse en el equivalente espacial de un proyecto emancipador basado en la negociación entre diferentes –pero no excluyentes– identidades en el proceso de invención colectiva del futuro?
Stavros Stavrides
Doctor arquitecto y profesor en la Universidad Politécnica Nacional de Atenas, donde enseña proyecto arquitectónico y teoría. Sus investigaciones, desarrolladas en numerosos libros y artículos, se centran en el espacio urbano y en las prácticas de habitabilidad que en él acontecen, abordando especialmente las formas que adoptan las luchas por el derecho a la ciudad. En tales luchas, a menudo, se ha implicado también activamente.
Fragmento del apéndice – ‘Plazas en movimiento’:
Crisis de legitimidad y el papel de las prácticas comunicacionales contemporáneas
Las elites gobernantes parecían estar convencidas hace no tanto tiempo de que habían alcanzado por completo la utopía capitalista: el dinero genera dinero sin que interfiera en el proceso la gente real, en tantas ocasiones desobedientes e impredecibles, ni unos procedimientos productivos siempre problemáticos. Sin embargo, ese optimismo eufórico se fue desvaneciendo rápidamente desde que se atascara esa maquinaria supuestamente precisa en el lodazal de una crisis socioeconómica mucho más severa que en ciclos anteriores. Las personas reales, que son necesarias para que esta máquina funcione, vuelven a ser visibles: la crisis de crédito tiene que ver con las poblaciones reales, con sus comportamientos, individuales y colectivos, y afecta directamente a los procesos económicos, desbarata planes y falsifica los proyectos de futuro. En un periodo de supuesto predominio absoluto de las leyes del mercado, de la sustitución de la política por criterios de gestión económica, emergen los problemas de gobernabilidad: «los de abajo» deben reintegrarse en un sistema que, atrapado en su propia utopía frenética, pensó que podría prescindir de ellos. Como lo demuestran las numerosas revueltas y estadísticas, la gente está perdiendo la fe en un sistema que se presenta a sí mismo como un mecanismo de distribución de la potencial riqueza a la que aspiran a acceder.
Es sin duda aún demasiado pronto para poder afirmar que las políticas dominantes hayan entrado en una crisis sin vuelta a atrás, pero podemos observar que en diversas partes del mundo se están produciendo dos series de fenómenos interrelacionados que afectan profundamente a eso que podemos diagnosticar como una crisis de legitimidad: la primera incluye fenómenos que tienen que ver con el papel que desempeñan la información y la comunicación a la hora de desestabilizar la fe en el sistema. Desde los movimientos latinoamericanos y las distintas rebeliones (el Argentinazo, o las movilizaciones contra los golpistas de Venezuela) hasta las revoluciones árabes (sobre todo la de Túnez y la de Egipto), incluyendo las ocupaciones indignadas de las plazas europeas, el intercambio de información y la comunicación establecidas a través de las redes sociales y los dispositivos interactivos de comunicación han desempeñado un papel clave para forjar la acción colectiva. La segunda serie de fenómenos tiene que ver con las acciones con sesgo comunitario o inspiradas por él y que, a menudo muy lejanas de las ideologías neocomunitarias neoconservadoras, crean o incluso reinventan comunidades en el proceso. A menudo son inestables pero siempre extensibles comunidades en movimiento.
Ambas series de fenómenos convergen en prácticas de redefinición y reapropiación del espacio público. Examinemos primero las prácticas relacionadas fundamentalmente con las nuevas formas de comunicación. Estas prácticas crean, utilizan y divulgan la información a través de los medios de comunicación nuevos y viejos, pero no son únicamente prácticas de intercambio de información. Estas prácticas «marcan» la ciudad mediante el intercambio de información que posibilitan. Es un proceso por el cual se demarcan determinados lugares con inscripciones que no sólo sirven para divulgar la información (como en el caso de las pintadas o los grafitis), sino que también sirven para conectar lugares y crear referencias compartidas por las colectividades específicas emergentes que se identifican con ellas. Un ejemplo de ello se produjo en las revueltas de diciembre de 2008 en Atenas (Stavrides, 2010). El centro de la ciudad estaba decorado con unas plantillas artísticas «migratorias» que condensaban los mensajes de la revuelta en imágenes emblemáticas. Algunas de estas marcas eran efímeras; otras que permanecían se superponían con otras inscripciones, mensajes y huellas en pugna con otras huellas.
Otra de las características importantes de esas nuevas prácticas urbanas de apropiación del espacio público y de expresión de la discrepancia colectiva es que utilizan los intercambios de información con el objetivo de coordinar potencialmente a quienes participan en los intercambios. La información no es un flujo, en este contexto, sino que se dirige a los receptores y vuelve en forma de promesa de mutua implicación.
La convocatoria del primer encuentro que tuvo lugar en la plaza Sintagma de Atenas, que bordea el Parlamento, se publicó en Facebook el 20 de mayo. Se les ocurrió a dos o tres jóvenes organizar un acto político que permitiera a la gente expresar su indignación sobre la crisis económica (Giovanopoulos y Mitropoulos, 2011: 278). Era una convocatoria sin más en la que se pedía que no acudieran partidos políticos ni organizaciones; no estaba planificada de antemano ni pensada para que se expusieran reivindicaciones elaboradas previamente. Se divulgó por las redes sociales y tuvo un impacto sorprendente: 30.000 personas se congregaron en la plaza Sintagma aquel 25 de mayo de 2011. Aquello sorprendió a todo el mundo, incluida la izquierda y el movimiento anarquista. Tanto los convocantes como los medios denominaron a este movimiento aganaktismeni.
Obviamente, esta convocatoria no había salido de la nada. La llama de la revolución tunecina ya se había prendido inesperadamente. La población había tenido la oportunidad de ver por televisión y en la prensa imágenes de las revueltas protagonizadas por la gente común. Poco después se produciría la ocupación de la plaza Tahrir en El Cairo. El mundo árabe había saltado sin previo aviso a una fase de expresión pública que no parecía tener precedentes históricos ni características ideológicas previas ni líderes. Las calles habían sido tomadas por personas autoorganizadas, creativas y convencidas.
Los españoles fueron los primeros en integrar este mensaje en su contexto social. Los indignados ocuparon las plazas de las principales ciudades del país; exigían recuperar sus vidas. Las convocatorias se producían a través de las redes sociales y lograron sobrepasar a los partidos de la oposición y a los sindicatos. Las plazas se convirtieron en un medio para expresar una rabia creciente contra las políticas de austeridad neoliberales.
Los indignados españoles y los aganaktismeni griegos intercambiaban mensajes de solidaridad y coordinaron algunas de sus protestas en torno a fechas puntuales. Los mensajes se retransmitían por internet o se proyectaban en pantallas instaladas en la plaza Sintagma. Se invitaba a participar en las concurridas asambleas a activistas tunecinos y egipcios, cuyas intervenciones eran recibidas con gran entusiasmo. Fruto de este intercambio entre las distintas plazas surgió una red de iniciativas de autoorganización conectadas aunque diferenciadas. Y, obviamente, los medios alternativos de información, incluido el equipo multimedia, muy activo, de la plaza Sintagma, contribuyeron a generar la sensación de que todo lo que estaba pasando en distintos lugares del mundo tenía rasgos comunes; eran expresiones de una serie de actitudes y de sueños compartidos, de una exigencia compartida de una democracia real y directa.
Los rumores y el chismorreo eran formas extendidas de intercambio de información que, en sociedades tradicionales, formaban parte de la reproducción o la remodelación de las relaciones personales y sociales existentes. Pero tales «medios de comunicación» ni suponían un desafío para las comunidades ni tampoco las creaban. Sin embargo, en las sociedades contemporáneas las tecnologías interactivas son mediadoras en la creación de comunidades de acción colectiva que no son necesariamente comunidades de personas que compartan ni una identidad común ni unos valores comunes. Son comunidades en movimiento, que se desarrollan a través de la acción común y del espacio público compartido.
Las redes interactivas no crean las oportunidades. La información compartida y los lugares de encuentro establecen vínculos entre las personas. Por medio de una curiosa trasposición, la reterritorialización de la política se produce a través de la mediación activa de unas tecnologías de la comunicación desterritorializadoras. Las comunidades se localizan en el espacio urbano y evolucionan a través de la redefinición y la reapropiación de su entorno.
A la venta: Hacia la ciudad de umbrales – Stavros Stavrides
Entrevista a Stavros Stavrides en contested-cities.net: Reclamar la ciudad, crear otros espacios: la ciudad de los umbrales
Entrevista a Stavros Stavrides en eldiario.es : Syntagma, Syriza: entre la plaza y el palacio