Tony Wood / New Left Review 44.
En ¿Russia redux?, Vladimir Popov proporciona un lúcido juicio sobre los terribles costes económicos, políticos y humanos de la era de la terapia de choque. Si bien está un poco mejor ahora que hace siete años, Rusia sigue estando significativamente peor que hace veinte. Como demuestra un asombroso cuadro tras otro, el PIB, la inversión y la esperanza de vida no han recuperado aún los niveles de 1989. Lo que Popov denomina «la recesión» tiene pocas comparaciones en la historia económica mundial. No obstante, es alentador que podamos presentar datos que apuntan significativas mejoras en diversas áreas. Tras la incesante turbulencia y la quiebra moral de los años de Yeltsin, los dos mandatos de Vladimir Putin se han caracterizado en general por inaugurar una nueva era de estabilidad en Rusia: el poder estatal se ha reafirmado y, gracias al elevado precio del petróleo, el PIB ha crecido notablemente, las finanzas públicas no están en números rojos, y buena parte de la deuda externa del país se ha cancelado. También ha habido buenas noticias en la esfera social: la tasa de natalidad ha aumentado, mientras que las de suicidios y mortalidad han descendido.
Sin embargo, como advierte Popov, hay muchos peligros a la vista. El rublo está sobrevalorado, y la economía depende excesivamente de la actual bonanza de las materias primas. Además, el gobierno no ha usado los ingresos inesperados que proporcionan los recursos naturales para financiar el gasto en bienes públicos, e incluso ha optado por reducir aún más la base fiscal. No obstante, Popov concluye que «Rusia está mejor ahora que hace siete años», y afirma que la prioridad es «restaurar la capacidad institucional
del Estado». La erosión de las prerrogativas democráticas que ha acompañado al impulso recentralizador de Putin es el precio que debe pagarse por el mantenimiento de la estabilidad; la alternativa es el caos.
El enfoque empírico de Popov es un correctivo muy necesario respecto a los espejismos liberal-capitalistas de la «transitología» y la dependencia que los medios de comunicación convencionales rusos tienen del Kremlin. Sobre todo, proporciona una base sólida sobre la que avanzar en el debate. Este artículo es un intento de sondear más profundamente las tendencias que Popov ha esbozado. Es en parte una cuantificación más detallada,
diferenciando los elementos de la imagen total, para ver con la Rusia de hoy también tiene implicaciones cualitativas de gran alcance, las cuales a su vez determinarán el modo de abordar –si se abordan, de hecho– los peligros determinados por Popov.