Fragmento de Lo pequeño es hermoso de E. F. Schumacher.
Su tesis es que necesitamos una profunda reorientación de los objetivos de nuestra economía y nuestra técnica para ponerlas al servicio -y a la escala- del hombre. Inspirándose en fuentes tan diversas como las Encíclicas de los Papas, la economía budista y las obras de Mao-Tsé-tung, Schumacher presenta su visión del uso adecuado de los recursos humanos y naturales, la problemática del desarrollo y las formas de organización y propiedad empresarial.
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A lo largo de la historia y virtualmente en todas las partes de la tierra los hombres han vivido, se han multiplicado y han creado alguna forma de subsistencia y algo que compartir. Las civilizaciones se han construido, han florecido y, en la mayoría de los casos, han declinado y perecido. Éste no es el lugar apropiado para discutir por qué han perecido, pero podemos afirmar que debe haber habido alguna falta de recursos. En la mayoría de los casos nuevas civilizaciones surgieron sobre el mismo terreno, lo que sería bastante incomprensible si sólo hubieran sido los recursos materiales los que hubieses fallado. ¿Cómo podrán haberse reconstruido esos recursos por sí mismos?
Toda la historia (como toda la experiencia) apunta al hecho de que es el hombre y no la naturaleza quien proporciona los recursos primarios, que el favor clave de todo desarrollo económico proviene de la mente del hombre. De repente, hay una explosión de coraje, de iniciativa, de invención, de actividad constructiva, no en un solo campo, sino en muchos campos a la vez. Puede ser que nadie esté en condiciones de decir de dónde proviene originariamente, pero sí podemos ver cómo se mantiene y se refuerza a sí mismo a través de la educación. En un sentido muy real, por lo tanto, podemos decir que la educación es el más vital de los recursos.
Si la civilización occidental está en un estado de permanente crisis, no es nada antojadizo sugerir que podría haber algo equivocado en su educación. Ninguna civilización, estoy seguro, ha dedicado más energía y recursos para la educación organizada, y aunque no creyéramos absolutamente en nada, sí creemos que la educación es, o debiera ser, la llave de todas las cosas. En realidad, la fe en la educación es tan fuerte que la consideramos como la destinataria residual de todos nuestros problemas. Si la era nuclear acarrea nuevos peligros, si el avance de la ingeniería genética abre las puertas a nuevos abusos, si el consumismo trae consigo nuevas tentaciones, la respuesta debe ser más y mejor educación. La forma moderna de vida está convirtiéndose en algo cada vez más complejo y esto significa que todos deben obtener una educación más elevada. «Para 1984 -se ha dicho recientemente- será de esperar que para el más común de los hombres no sea un motivo de embarazo el usar una tabla de logaritmos, los conceptos elementales del cálculo y el uso de palabras tales como ‘electrón’, ‘columbio’ y ‘voltio’. Aún más, entonces será capaz de utilizar no sólo una pluma, un lápiz y una regla, sino también la cinta magnética, la válvula y el transistor. El mejoramiento de las comunicaciones entre los individuos y los grupos depende de ello.» Por encima de todo, se diría que la situación internacional reclama esfuerzos educacionales prodigiosos. La declaración clásica sobre este tema fue pronunciada por sir Charles (ahora lord) Snow en su Rede Lecture hace algunos años: «Decir que debemos educarnos o morir es un poco más melodramático de lo justificado por los hechos. Decir que debemos educarnos o de lo contrario observar un declive pronunciado en nuestra vida está más cerca de lo correcto». De acuerdo con lord Snow, a los rusos les va mucho mejor que a ningún otro y «tendrán una clara ventaja, a menos que los americanos y nosotros nos eduquemos con cordura e imaginación.»