El martes 17 de abril se presentó en la Escuela de Relaciones Laborales el libro Los indignados. El rescate de la política. Su autor, Marcos Roitman, aseguró que su obra responde a una necesidad de debate y aporta una reflexión sobre los movimientos sociales que el pasado año conmocionaron al mundo. A menos de un mes de su aniversario, reproducimos aquí un fragmento que nos muestra el complicado futuro del 15M:
Una generación viene pisando fuerte, se hace dueña de su futuro, asume el protagonismo y decide compartir la responsabilidad en la construcción de otro mundo, articulado los valores esenciales de la dignidad y la ética política. En este proceso de recomposición de fuerzas sociales todos debemos participar. Nadie puede ser ajeno a un mundo donde el capitalismo y sus ansias depredadoras ponen en peligro el planeta y la vida que en él habita.
Organizar la indignación bajo postulados que posibiliten disputar los espacios de poder político institucional sin menospreciarlo –y no me refiero a participar de las elecciones, cuestión muy distinta– se hace obligatorio. Denunciar los partidos en sus políticas de camarillas oligárquicas y corruptas, entregados a los designios del capital financiero, no debe ser obstáculo para entender que la negociación política y el cambio social conlleva proponer alternativas dentro de la organización política del capitalismo. Negar la evidencia no es un buen principio. El poder existe y se haya representado en todos los órdenes institucionales, el económico, el político, el familiar, el religioso y el militar.
Defender la educación pública y laica es combatir el poder de la iglesia, apoyar una sanidad pública y universal supone enfrentarse a la privatización, proponer la democracia real ya es asumir la lucha política en el ámbito del poder, asumir la crítica al patriarcalismo y la explotación de género, así como levantar la bandera del matrimonio homosexual, es enfrentarse a la visión tradicional de la familia patriarcal, defender la nacionalización de la banca o el control del capital financiero es parte de la lucha contra el superpoder económico de los mercados. Ninguna de estas luchas se puede dar con éxito si negamos el espacio de constitución de los mismos. Hacerlo resulta ingenuo y estéril. No se puede entregar campo al enemigo. Las formas de lucha deben readecuarse a esta realidad, compaginarlas y no abandonar ninguna de ellas. Todos cobran peso en momentos determinados. La presión política, la huelga, el diálogo, la negociación y los piquetes, las formales e informales, las legales y las consideradas ilegales.
Uno de los peligros que prenden sobre el 15M y su futuro es convertirse en un acontecimiento fetiche, adulterado, propio de nuestra época.
Atravesamos una fase de nuestra civilización en la que muchos aspectos culturales, artísticos, pero también sencillamente existenciales, son presa de una global, parcial, deliberada o involuntaria, falsificación y fetichización. ¿Cómo y dónde se manifiesta este proceso de fetichización del que-conviene subrayarlo- muchos no son conscientes? Se manifiesta, en mi opinión, en la continua proliferación de acontecimientos que, en realidad, no son tales, sino que pueden definirse como pseudo-acontecimientos –del mismo modo que muchos de los hechos que nos rodean resultan ser, una vez analizados tan solo factoids
Gillo Dorfles, Falsificación y fetiches. La adulteración en el arte y la sociedad.
El esfuerzo por evitarlo, por recuperar la ciudadanía política y rescatarla de manos de sus secuestradores, banqueros y especuladores financieros, vale la pena. El conflicto no puede obviarse. Ojalá entre todos logremos el objetivo, por ello la indignación debe organizarse.