Crónica desde Guernica

Recreamos a continuación un fragmento de Crónica desde Guernica donde su autor Nicholas Rankin evoca con pasión y maestría la biografía de George Steer, el periodista que conmocionó a la opinión pública mundial al revelar la participación secreta del nazismo en el devastador ataque aéreo de la ciudad.

george-steerAl parecer, la reacción internacional al bombardeo de Guernica infundió pánico en los nacionales. En vez de plantar cara a las acusaciones, su primera reacción fue negar de plano el bombardeo, afirmando que ningún avión había despegado a causa de las malas condiciones meteorológicas. Después dijeron que quizá varios aviones (pero no alemanes) habían bombardeado Guernica de forma intermitente. Como bien sabe todo embustero, el problema de alternar versiones es que, llegado el momento, resulta imposible cuadrar las contradicciones. Los nacionales fueron cambiando de argumentos hasta ver qué mentira les convenía más. Primero alegaron que Guernica era un objetivo militar, un importante cruce de caminos, donde además estaban el cuartel de la milicia y la fábrica de armas de fuego Astra. Cuando Hugh Pollard (el que voló a las Canarias con Bolín para llevar a Franco a Marruecos) escribió al Times el 3 de mayo de 1937, estaba convencido de que Guernica era un objetivo legítimo al cien por cien. Aludiendo a unas armas ligeras de fabricación española recibidas por terroristas indios y egipcios, daba a entender que el nacionalsocialismo le estaba haciendo un favor a la policía del Imperio británico. Pero lo malo de reconocer que había habido un bombardeo eran las subsiguientes preguntas molestas sobre la participación alemana e italiana, por la que esa vía se bloqueó.

Se decidieron por la réplica habitual de la atrocidad, con la consigna de «culpa a la víctima». Esta versión nació el 28 de abril de 1937, el mismo día en el que el reportaje de George Steer apareció en el Times y el New York Times. James Holburn, corresponsal del Times en el bando nacional del norte de España, fue de los primeros en darla, junto con Radio Berlín, a las diez de la noche. Holburn, de treinta y seis años, había estado dieciséis meses en Berlín de corresponsal adjunto antes de viajar a España a mediados de febrero de 1937. En julio de ese mismo año volvió a Berlín, donde permaneció otros dos años, para luego trasladarse a Moscú a la firma del pacto germano-soviético. Holburn telefoneó al Times desde el cuartel general de Salamanca, del que Bolín era el jefe de prensa, y su artículo se publicó el jueves 29 de abril: «En círculos nacionales se asegura que fue el propio enemigo el que disparó sobre Guernica y Eibar, donde, según fuentes nacionales, roció de gasolina los edificios antes de evacuar la ciudad. Diversos proyectiles incendiarios (…), dantesco (…). Se dice que también detonaron minas». Holburn trabajaba sometido a estricta censura, y su relato alude inequívocamente en tres ocasiones al bando nacional como fuente de la noticia. Pero, para los fieles, sus palabras acabaron por ir a misa: los rojos habían quemado su propia ciudad y culpaban al otro bando.

El Times ya había telegrafiado a George Steer al Torrontegui: EN VISTA TU CRÓNICA DE GUERNICA DESMENTIDA POR OTRAS FUENTES DESEABLES ENVÍES MÁS AFIRMACIONES FUNDADAS. Steer replicó el 28 de abril:

La negativa de Salamanca a reconocer la destrucción de Guernica (Gernika en vasco) no ha suscitado aquí ningún asombro, ya que también negaron el bombardeo de Durango, que fue parecido aunque menos terrible, pese a la presencia de testigos oculares británicos.

He hablado con cientos de personas angustiadas que se han quedado sin hogar, y todas dan la misma descripción de los hechos, con toda precisión. He visto los enormes cráteres de bomba de Guernica y los he medido, y, como pasé por la ciudad la víspera, puedo atestiguar que entonces no estaban allí.

En Guernica se recogieron bombas incendiarias germanas de aluminio con la marca de fábrica «Rheindorf, 1936». Los tipos de aeroplano alemán empleados fueron Junkers 52 (bombardeo pesados), Heinkel 111 (bombarderos semipesados) y Heinkel 51 (cazas). Yo mismo fui ametrallado en un gran hoyo de bomba de Arbacegui y Gerrikaiz por seis cazas que volvían de Guernica. Según las declaraciones de los pilotos alemanes capturados cerca de Ochandiano al comienzo de la ofensiva de los insurgentes, a primeros de abril, todos los aviadores son alemanes y casi toda la tripulación también lo es; los aparatos salieron de Alemania en febrero.

Aquí se sostiene que toda la fuerza aérea insurgente empleada en esta ofensiva contra los vascos es germana, excepto siete cazas Fiat italianos y tres aparatos Savoia 81.

Cronica desde Guernica. George Steer, corresponsal de guerra en todostuslibros.com

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *