En 1804, Haití se convirtió en la primera república negra de la única revolución de esclavos llevada a cabo con éxito en el mundo. El líder indiscutible que trazó el rumbo de este acontecimiento histórico fue un esclavo cuyo nombre constituye hoy un símbolo intemporal de la libertad: Toussaint L’Ouverture. Los escritos que dejó, sus memorias y cartas, y la Constitución que redactó permiten comprender su legado político, teológico y económico.
El sueño de Toussaint era una moneda de dos caras: en una la libertad política, en la otra la libertad económica. A lo largo de los últimos 200 años, muy poco se ha dicho sobre la determinación de Toussaint de erradicar la pobreza, que estaba, y sigue estando, inextricablemente ligada a la esclavitud.
François Dominique Toussaint L’Ouverture era hijo de GaouGuinou, un príncipe de Arada nacido en el actual Benín, África, y llevado en barco a Haití como esclavo. La incertidumbre en torno a la fecha de nacimiento de Toussaint refleja hasta qué punto los esclavos fueron reducidos a objetos a los ojos de los colonizadores.
El momento decisivo para Toussaint se produjo entre 1790 y 1791, tal vez bajo el fulgor de la ceremonia celebrada el 14 de agosto de 1791 en Bois Caïman. Toussaint ya era libre; sin embargo, optó por permanecer con las masas, aquellos que habían sido reducidos a propiedad de sus amos. Toussaint no podía disfrutar plenamente de su propia libertad: compartía el sufrimiento de aquellos que seguían siendo víctimas de la esclavitud. Para que él fuera plenamente libre –y se sintiera plenamente libre–, todas las personas esclavizadas habían de ser libres.
La rebelión de esclavos que hizo erupción en el norte de Haití tras la ceremonia de la ceremonia de Bois Caïman en agosto de 1791 ocurrió en una región que «era la más poblada y la principal en cuanto a producción azucarera, en gran medida debido a que su llanura agrícola era propicia al cultivo del azúcar regado por la lluvia… La región septentrional aportaba aproximadamente dos quintos del azúcar haitiano al comienzo de la revolución, un tonelaje un poco inferior pero de igual valor que el de la región occidental». Esta rebelión fue la chispa que prendió la llama de una insurrección que era una clara y profunda expresión de un llamamiento colectivo a la libertad. Aunque no fue un instigador de la rebelión, Toussaint se puso al servicio de la voluntad y los intereses de los esclavos, y a finales de 1791, justo un año después de rehusar alinearse con Ogé, Toussaint piso las tablas públicas para responder al histórico llamamiento de los esclavos. La insurrección necesitaba de su liderazgo, y él creó una ouverture (abertura) hacia la libertad.
En los inicios de la revolución, con casi medio millón de africanos esclavizados en Saint-Domingue (100.000 nuevos esclavos habían llegado en sólo los tres años precedentes), los colonizadores pensaron que el problema colonial podrían resolverlo aumentando exponencialmente el número de esclavos.
La visión de los esclavos rebeldes, por supuesto, era radicalmente diferente: para erradicar el problema colonial los esclavos comenzaron por reducir a cenizas las plantaciones –el instrumento del sistema esclavista– y luchar valerosamente contra los amos coloniales. El enfoque de Toussaint era menos radical. Su primera elección no incluía ni el fuego ni el rechazo de todos los blancos. Cuando se enteró de que la familia de su antiguo amo corría peligro inminente, Toussaint tomó precauciones para su protección. Este movimiento era característico de Toussaint, que, a lo largo de toda la lucha por la libertad, sistemáticamente buscó alianzas que pudieran aproximarle a su meta. Por similares razones estratégicas, en 1793, durante la guerra entre Francia y España, Toussaint militó en el bando español, que ocupaba los dos tercios orientales de la isla. Desde el puesto de asesor de Georges Biassou, uno de los más importantes líderes insurgentes en las llanuras septentrionales, no tardó en ascender.
Debido a su excepcional talento militar, su capacidad para construir consensos, entrenar soldados y encontrar formas estratégicas de conseguir victorias, Toussaint fue reconocido como un gran general. Su autoridad en el norte era legendaria. Mientras tanto, los colonizadores franceses estaban desesperados por encontrar un contrapeso a su ascensión y, al mismo tiempo, por repeler a las fuerzas europeas que perjudicaban sus intereses. Además de los españoles en el este, una invasión británica amenazaba la costa de Saint-Domingue. La Asamblea Nacional de París envió a Léger-Félicité Sonthonax y Étienne Polverel, dos comisarios franceses, para remplazar al general Étienne Laveaux como gobernador de la colonia. Su misión era atraerse a los esclavos frente a los españoles con la promesa de la libertad.
Toussaint vio una abertura. Por dudosa que pudiera ser la oferta francesa, él vio una oportunidad de fortalecer su propia estrategia uniéndose a los franceses y abandonando a los británicos y los españoles, que en cualquier caso estaban dando largas a la promesa de libertad hecha a los esclavos.
Oficialmente se alineó con los franceses en 1794, sólo una vez que la Asamblea Nacional francesa hubo sancionado la proclamación de Sonthonax contra la esclavitud. Inmediatamente después comenzó a presionar a los franceses para que pusieran definitivamente fin a la esclavitud en toda la colonia.
Ascendido a general de brigada por Laveaux, antiguo gobernador de Saint-Domingue, Toussaint condujo a su ejército de negros, mulatos y blancos a numerosas victorias que expulsaron a los españoles de la isla.
Mientras tanto, en 1794, fuerzas francesas al mando de Victor Hughes recobraron el control de la vecina isla de Guadalupe, que los británicos habían brevemente ocupado con el apoyo de dueños de plantaciones locales. Esta exitosa restauración del poder francés en Guadalupe constituía una potencial amenaza para el plan de Toussaint acerca de la erradicación total de la esclavitud en Saint-Domingue.
La libertad de los gobiernos de hacendados en las colonias significa por definición que los arbitrarios gobiernos imperiales no tienen derecho a interferir en sus decisiones. La libertad de los hacendados de hacer lo que quieran con su propiedad significa que los esclavos no tienen libertad, el derecho a hacer lo que quieran
La economía colonial se basaba en la esclavitud: el trabajo no pagado de los esclavos era la principal fuente de riqueza para los colonizadores, y Saint-Domingue estaba en la cima de esta opulencia:
[Sobre 1790, la colonia] producía casi la mitad de todo el azúcar y el café consumido en Europa y las Américas, así como importantes cantidades de algodón, índigo y provisiones agrícolas. Aunque apenas un poco mayor que Maryland y poco más que dos veces el tamaño de Jamaica, era desde hacía mucho tiempo la colonia más rica del Caribe, y los publicistas la llamaban la «Perla de las Antillas» o el «Edén del Mundo Occidental»… En 1789, Saint-Domingue tenía alrededor de 8.000 plantaciones que producían cultivos destinados a la exportación. Generaban aproximadamente dos quintos del comercio exterior de Francia, una proporción rara vez igualada en ningún imperio colonial.
Estaba claro que los colonizadores lucharían con uñas y dientes para conservar esta fuente de riqueza. Siempre fiel a las masas de esclavos y comprometido en la construcción de alianzas para el logro de sus metas, abandonó a quienquiera que pensara que él, Toussaint, podía ser utilizado contra su gente. En 1797, Toussaint rompió relaciones con Sonthonax por precisamente esta razón.
En 1798, Toussaint accedió a negociar en nombre de Francia la retirada de las fuerzas británicas de SaintDomingue y mayores intercambios comerciales con naciones extranjeras. Firmó acuerdos económicos con la Gran Bretaña y los Estados Unidos para vender azúcar, café y otros productos a cambio de armas y bienes manufacturados extranjeros. Firmados el 22 de mayo de 1799, estos acuerdos constituyeron un paso hacia la prosperidad; fueron también un testimonio de los principios de Toussaint y su capacidad de pensar estratégicamente. Los dos países firmantes se ofrecieron a reconocer a Toussaint como rey soberano de una nación independiente. Convencido, como C. L. R. James señaló acertadamente, de que el poder era un «medio para un fin» –en este caso, la verdadera libertad para todos los esclavos–, Toussaint rechazó la oferta. No estaba obsesionado con el poder por el poder. Toussaint firmó los acuerdos comerciales porque podían beneficiar a su pueblo. Pero se negó a que lo coronaran «rey» los mismos colonizadores blancos responsables de la constante esclavización de su pueblo.
En 1802, tras promulgar la Constitución haitiana, que reconocía a los esclavos como seres humanos y declaraba la libertad de todas las personas negras, Toussaint L’Ouverture, a los ojos de los amos, se hizo merecedor de la muerte. Fue secuestrado y llevado a Francia, donde murió el 7 de abril de 1803. Pero su muerte no puso fin a la lucha en Haití. Ese mismo año, los esclavos de Haití –tanto los nacidos en el país como en África– ganaron la batalla final contra el ejército de Napoleón, derrotaron a la mayor superpotencia del mundo, y se aseguraron su independencia.
El texto de esta entrada es un fragmento de la presentación de “La Revolución haitiana. Toussaint L’Ouverture” escrito por Jean-Bertrand Aristide
La Revolución haitiana. Jean-Bertrand Aristide presenta a Toussaint L’Ouverture
Los escritos del más importante líder de la Revolución haitiana vistos por el ojo crítico de Aristide.
«Supimos cómo enfrentar el peligro para ganar nuestra libertad; sabremos cómo enfrentar a la muerte para mantenerla.» Toussaint LOuverture.
Toussaint LOuverture fue el líder de la Revolución haitiana del pasado siglo XVIII, en la que los esclavos se rebelaron contra sus amos y establecieron la primera república negra. En esta colección de sus escritos y discursos, el expolítico haitiano Jean-Bertrand Aristide demuestra la profunda contribución de LOuverture a la lucha por la igualdad.