La lucha de clases. Karl Marx

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  • Rama: Filosofía política
  • Orientación: Comunismo
  • Antes:
  • 1513 En Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Maquiavelo trata la lucha de clases en la antigua Roma y en la Italia del Renacimiento.
  • 1789 La Revolución Francesa será modelo de muchos debates del siglo XIX sobre revolución.
  • Principios del siglo XIX Georg Hegel desarrolla una teoría del cambio histórico a través del conflicto intelectual.
  • Después:
  • Década de 1880 Engels intenta desarrollar las teorías marxistas en una filosofía sistemática del materialismo histórico.
  • Década de 1930 El marxismo pasa a ser la filosofía oficial de la URSS y otros países comunistas.

Karl Marx

karl-marx-02El pensador revolucionario más famoso del siglo XIX nació en la ciudad alemana de Trier. Hijo de un abogado judío convertido al cristianismo, Marx estudió derecho en la Universidad de Bonn, donde conoció Jenny von Westphalen, su futura esposa. Posteriormente estudió en la Universidad de Berlín, antes de trabajar como periodista. Sus escritos fueron censurados por la monarquía prusiana al ser favorables a la democracia, y se vio obligado a exiliarse en Francia y Bélgica. Fue durante esta época cuando Karl Marx elaboró una teoría única sobre el comunismo en colaboración con su compatriota Friedrich Engels.

Durante las revoluciones de 1848 y 1849 volvió a Alemania, pero tras las derrotas vivió el resto de su vida exiliado en Londres junto a su esposa y en una pobreza extrema. Marx murió, sin patrimonio alguno, a los 64 años, y tan sólo once personas asistieron al funeral.

  • Obras principales
  • 1848 Manifiesto comunista.
  • 1859 Contribución a la crítica de la economía política.
  • 1867 El capital (volumen I).

La historia de todas las sociedades que ha habido hasta el presente es la historia de las luchas de clases

historia-resultado-lucha-clases¿Se puede reducir a una simple fórmula la compleja historia de la especie humana? Karl Marx, uno de los más grandes pensadores del siglo XIX, creía que sí. Marx abre el primer capítulo de su obra más famosa, el Manifiesto comunista, afirmando que todo cambio histórico es siempre resultado de una lucha continua entre clases sociales opresoras (altas) y oprimidas (bajas) y que las raíces de tal conflicto son de naturaleza económica.

Marx creía haber alcanzado así una comprensión de decisiva importancia respecto a la naturaleza de la sociedad en todos los tiempos. Los enfoques históricos anteriores subrayaban el papel de héroes o dirigentes individuales, o, también, el de las ideas. Marx, en cambio, se centraba en una larga sucesión de conflictos de grupos, incluyendo aquellos de amos con esclavos, señores feudales con siervos, y empresarios con empleados; y afirmaba que eran los conflictos entre dichas clases los que habían causado los cambios revolucionarios.

El «Manifiesto comunista»

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El debate intelectual fue algo muy generalizado en Alemania en el tiempo en que escribió Marx, aunque él pensaba que la tarea de la filosofía no era discutir ideas, sino lograr cambios reales.

Karl Marx escribió el Manifiesto comunista junto con el filósofo alemán Friedrich Engels, al que conoció en Alemania a finales de la década de 1830, mientras estudiaban filosofía académica. Engels ofrecía apoyo financiero, ideas y mayor destreza literaria, pero se acepta que Marx era el verdadero genio de sus publicaciones conjuntas.

En sus manuscritos privados de principios y mediados de la década de 1840, Marx y Engels hacen hincapié en que, a diferencia de muchos filósofos anteriores que únicamente intentaban interpretar el mundo, lo más importante de lo que ellos hacen es para tratar de cambiarlo. Durante las dos décadas siguientes, Marx fue refinando sus ideas en breves documentos como el Manifiesto comunista, un panfleto de apenas cuarenta páginas.

Con el Manifiesto ambos filósofos pretenden explicar los valores y los planes políticos del comunismo, un nuevo sistema de creencias creado por un grupo pequeño y relativamente nuevo de socialistas alemanes. En él se afirma que la sociedad se había simplificado en dos clases en lucha abierta: la burguesía (la clase detentora del capital) y el proletariado (la clase trabajadora).

La palabra «burguesía» se deriva del antiguo francés burgeis (ciudadano de un burgo): un comerciante que sin pertenecer a la nobleza, ha conseguido enriquecerse hasta poseer y dirigir su propio negocio. Karl Marx describe cómo el descubrimiento y la colonización de América, la apertura de los mercados indio y chino, y el incremento de la cantidad de mercancías que se podían intercambiar provocaron un rápido desarrollo tanto del comercio como de la industria hacia mediados del siglo XIX. Puesto que los artesanos ya no eran capaces de producir mercancías suficientes para satisfacer la demanda del nuevo mercado, se vieron sustituidos por el sistema de manufacturas. Como describe el propio Manifiesto: «Los mercados crecían sin cesar, la demanda iba siempre en aumento».

Los valores de la burguesía

De cada uno, según sus capacidades; a cada uno, según sus necesidades. Karl MarxMarx sostiene que los valores de la burguesía, que controlaba este comercio, no habían dejado otro vínculo entre los hombres que «el frío interés, el cruel “pago al contado”». Anteriormente, las personas eran valoradas por lo que eran, pero la clase burguesa «ha hecho de la libertad personal un simple valor de cambio». Los valores morales, religiosos e incluso sentimentales se habían visto ahogados, mientras a las personas, de los científicos y los abogados a los sacerdotes y los poetas, las había convertido en servidores asalariados. Igualmente, la explotación velada por «ilusiones» religiosas y políticas «la ha sustituido por [otra] abierta, descarada, directa y brutal»; «ha sustituido las libertades escrituradas […] por una única y desalmada libertad de comercio».

Según Marx, la única solución al mencionado conflicto pasaba por la transformación de todos los medios de producción (la tierra, las materias primas, las herramientas o las fábricas) en propiedad colectiva, de manera que cada miembro de la sociedad pudiera trabajar según sus capacidades y consumir según sus necesidades. Esta sería la única forma de impedir que los ricos viviesen a expensas de los pobres.

El cambio dialéctico

La filosofía que aplica Marx en su idea del proceso de cambio está basada en gran medida en la de su predecesor Georg Hegel, quien había descrito la realidad no como un estado de cosas, sino como un proceso de cambio permanente provocado por el hecho de que cada idea o estado de cosas (la «tesis») contiene en sí mismo un conflicto interno (la «antítesis») que, en última instancia, supone un cambio que conduce a una nueva idea o estado de cosas (la «síntesis»). Este proceso se conoce como «dialéctica».

Hegel pensaba que no podemos experimentar las cosas del mundo tal como son, sino únicamente como se nos aparecen. Para él, la existencia es ante todo mente o espíritu, de forma que la historia, a través de los incontables ciclos de la dialéctica, es fundamentalmente el desarrollo del espíritu, o Geist, hacia un estado de armonía absoluta. En esta cuestión, Marx se separa de Hegel, ya que insiste en que el desarrollo no es espiritual sino un cambio histórico real, y afirma que el estado definitivo, liberado de conflictos, que se encuentra al final del proceso, no es la dicha espiritual prometida por Hegel, sino la sociedad perfecta, en la que cada uno trabaja en armonía por el bien de un todo superior.

La formación de clases

Las ideas rectoras de cada época siempre han sido las ideas de la clase opresora. Karl MarxEn períodos anteriores, las personas eran responsables de producir todo aquello que necesitaban –vestimenta, alimentos o vivienda–, pero con la formación de las primeras sociedades empezaron a depender más unos de otros. Esto condujo al sistema de «trueque» descrito por el economista y filósofo escocés Adam Smith, en el que la gente intercambiaba bienes o trabajo. Marx está de acuerdo con Smith en que este sistema de intercambio llevó a que la gente se especializara en un trabajo determinado, pero añade que esta nueva especialización (o «profesión») había acabado por definirlos: fuese cual fuese la especialización o profesión de alguien, ya fuese trabajador agrícola o terrateniente hereditario, esta dictaminaba dónde vivía, qué comía y cómo vestía, así como con quién compartía intereses sociales y con quién entraba en conflicto a causa de estos. Con el tiempo, esto provocó la formación de clases socioeconómicas determinadas que luchaban entre ellas.

Según Marx, la historia humana ha tenido cuatro grandes etapas basadas en cuatro formas diferentes de propiedad: el sistema tribal originario de propiedad común, el antiguo sistema de propiedad comunal o estatal (en el que tienen comienzo la esclavitud y la propiedad privada), el sistema de propiedad feudal o patrimonial y el actual sistema de producción capitalista. Cada una de estas etapas representa una forma diferente de sistema económico o «modo de producción», y las transiciones entre ellas están marcadas en la historia por períodos políticos agitados, como guerras y revoluciones, en los que una clase opresora se ve sustituida por otra. El Manifiesto comunista popularizó la idea de que la comprensión del sistema de propiedad de cualquier sociedad, y en cualquier época, nos proporciona la clave para llegar a comprender sus relaciones sociales.

El surgimiento de las instituciones culturales

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A finales del siglo XVIII y en el XIX, la alta burguesía disfrutaba de todos los lujos mientras los trabajadores de sus fábricas o posesiones padecían una terrible pobreza

Marx opina también que el análisis de los fundamentos económicos de cualquier sociedad nos permite ver que las alteraciones en su sistema de propiedad hacen variar, a su vez, las de sus «superestructuras»: la política, el derecho, la religión, la filosofía y el arte, que se desarrollan para servir a los intereses de la clase opresora, promoviendo sus valores e intereses y desviando la atención respecto a las realidades políticas. Aun así, la clase opresora tampoco es quien determina los acontecimientos o las instituciones. Hegel había explicado que cada época se ve arrastrada por el Zeitgeist, o «espíritu de la época», idea con la que Marx está de acuerdo. Ahora bien, donde Hegel veía el Zeitgeist determinado por un espíritu absoluto que se desarrollaba en el tiempo, Marx lo ve determinado por las relaciones sociales y económicas de la época, que son las que definen las ideas o «conciencia» de los individuos y las sociedades. En la perspectiva marxista, la gente no deja su sello en la época que habita, dándole forma, sino que es la época la que define a las personas.

La revisión marxista de la filosofía de Hegel, de un desarrollo del espíritu a uno de las formas de producción sociales y económicas, se vio también influida por otro filósofo alemán, Ludwig Feuerbach, quien creía que la religión tradicional es falsa intelectualmente –no se ve corroborada por ningún tipo de razonamiento– y contribuye a la miseria humana. Feuerbach afirma que el hombre crea a los dioses a su imagen, a partir de una mezcolanza de las virtudes supremas de la humanidad, y que, después, se ata a estos dioses e inventa religiones, prefiriendo estos «sueños» al mundo real. Así, la gente se aliena al compararse a sí misma con un dios que ha olvidado que creó.

Marx también opina que la gente se ata a la religión porque busca un lugar en el que el individuo no se vea despreciado o alienado, pero explica que esto no es debido a ningún dios autoritario, sino a hechos materiales en la vida diaria de cada cual. Para él, la respuesta no está sólo en la eliminación de la religión, sino en un cambio político y social total.

Una utopía marxista

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La Revolución Industrial dispuso la especialización en forma de empleos remunerados. Así, la gente formó grupos o clases integradas por aquellos que compartían categoría socioeconómica.

Además de su relato sobre la historia humana hasta la aparición de las clases burguesa y proletaria, el Manifiesto comunista incluye otras exposiciones acerca de la sociedad, la política y la economía. Por ejemplo, argumenta que el sistema capitalista no es meramente explotador, sino financieramente inestable por naturaleza, lo que lleva a la repetición de crisis comerciales cada vez más graves, a la pobreza cada vez mayor de los trabajadores y a la emergencia del proletariado como única clase genuinamente revolucionaria. Por primera vez en la historia, la clase revolucionaria representa a la gran mayoría de la humanidad.

Revoluciones de inspiración socialista se extendieron por Europa después de la publicación del Manifiesto comunista. Entre ellas, la revolución de febrero de 1848 en París.
Revoluciones de inspiración socialista se extendieron por Europa después de la publicación del Manifiesto comunista. Entre ellas, la revolución de febrero de 1848 en París.

Dichos acontecimientos se ven respaldados por la creciente complejidad de los procesos de producción. Marx predijo que el desarrollo de la tecnología llevaría a un aumento del desempleo, lo que alienaría cada vez a más gente de los medios de producción, y a la división de la sociedad en dos: una gran masa de gente empobrecida y unos pocos que poseerían y controlarían los medios de producción. Siguiendo las reglas de la dialéctica, este conflicto terminaría en una revolución violenta que implantaría una nueva sociedad sin clases Esta sería la sociedad utópica y libre de conflictos que marcaría el final de la dialéctica. Marx opinaba que esa sociedad perfecta no necesitaría un gobierno, sino tan sólo una administración que pondrían en marcha los líderes de la revolución: el «partido» comunista (con lo que se refería más a quienes se adhiriesen a la causa que a ninguna organización específica). En este nuevo tipo de Estado (que Marx llamó «dictadura del proletariado»), la gente disfrutaría de una democracia genuina y de una propiedad socializada de la riqueza. Marx pensaba que, poco después de este último cambio en el modo de producción hacia una sociedad perfecta, desaparecería el poder político tal como se había entendido hasta entonces, ya que no habría ninguna razón para la disensión política o el crimen.

El poder político

Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. Karl MarxMarx predijo que el resultado de las intensas luchas de clases en Europa entre la burguesía y la clase trabajadora asalariada se haría evidente tan sólo cuando la gran mayoría de la gente careciese de propiedad y se viese obligada a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Creía que la desproporción entre la pobreza y la gran riqueza de unos pocos se iría haciendo cada vez más obvia y el comunismo se iría volviendo cada vez más atractivo.

Sin embargo, Marx no esperaba que los opositores del comunismo cediesen fácilmente sus privilegios. En cada período histórico, la clase opresora siempre ha gozado de la ventaja de controlar tanto el gobierno como la justicia para reforzar su dominio económico. Así, el Estado moderno era, en palabras del propio Marx, «un comité para la gestión de los asuntos de la clase burguesa», y las luchas de grupos excluidos para que se tuvieran en cuenta sus propios intereses –como la batalla para extender el derecho al voto– no eran sino maneras en las que se expresaba a corto plazo el conflicto económico subyacente. Marx veía los partidos y los intereses políticos como meros vehículos de las ambiciones económicas de las clases opresoras, que estaban obligadas a aparentar que actuaban en nombre del interés general para alcanzar el poder o mantenerlo.

El texto y las imágenes de esta entrada son un fragmento de: “El libro de la Filosofía”