Susana M. Rodríguez
Catedrático de la Universidad de Cádiz, Juan Martín Prada es uno de los teóricos del arte contemporáneo y de la cultura visual más destacados en la actualidad. Su último libro, El ver y las imágenes en el tiempo de Internet (Colección de Estudios Visuales, Akal, 2018) ofrece un profundo análisis sobre nuestra relación con las imágenes y acerca de las formas del ver en el tiempo de la hiperconectividad digital. Hemos tenido la oportunidad de hablar unos minutos con el autor acerca de este formidable ensayo.
Pregunta.- Hace ya bastantes años, en una conferencia tuya, te escuché decir que tenías la intención de escribir un ensayo de filosofía de la fotografía en la época de su circulación digital; por fin ya podemos leerlo…
Respuesta: -Sí, he estado trabajando en este libro desde hace bastantes años. Una primera versión del libro ya estaba muy avanzada en el 2014, pero estaban por entonces produciéndose tantas transformaciones en el campo de la imagen que pensé que era mejor esperar unos años más y seguir trabajándolo. Ahora que ya casi todo el mundo emplea redes sociales y no se despega de su smartphone, pensé que era el momento idóneo para recapitular y dar por terminado el libro.
P. – Aunque tratas temas de plena actualidad, tu argumentación está llena de referencias al pasado de las imágenes.
R. – Creo que un análisis de la mirada en la era digital no sería posible sin revisitar viejos conceptos y sin poner atención a muchos paralelismos con las formas del mirar y experimentar las imágenes de otras épocas (incluso remotas).
P. – Vivimos en una época de espectacularización, pero en tu libro te alejas mucho de Debord.
R. – Sí, la espectacularización asume hoy formas mucho más diversas que las señaladas por Debord, ligadas a tecnologías que operan de maneras muy diferentes a como lo hacían los tradicionales mass media. Hoy todo el mundo es activo productor y distribuidor de imágenes. Las nuevas formas de lo espectacular son hoy participativas, y están dejando de estar relacionadas con una comunicación esencialmente unilateral (no hay que olvidar que para Debord, el espectáculo era “lo contrario del diálogo”). Podríamos decir que en nuestros días el mundo “se hace ver”, que no ya es tanto “puesto en escena” como proponía Debord. La espectacularización se ha socializado, expandido.
P. – ¿Hay entonces que “olvidar a Debord”?
R. – En absoluto. El “hacer visible” propio de las lógicas de lo espectacular sigue siendo hoy indisociable de un intento permanente de simplificación, de reducir las cosas a sus rasgos mas atrayentes. Y en este aspecto poco han cambiado las cosas desde finales de los años sesenta. Como señalaría Debord, cuanto más aceptamos reconocernos en las imágenes dominantes, menos capaces somos de comprender nuestra existencia, nuestro “propio” deseo.
P. – Comentas que en hoy ya no sabemos esperar, que todo lo queremos al momento, al tiempo de un clic, accesible como enlace de descarga.
R. – Sí, vivimos en un tiempo de nuevos nuevos recolectores, de captores (cada vez menos espectadores) de imágenes, de ansiosos “downloaders”.
P. – ¿Implica eso que no hay tiempo ya para la interpretación de las imágenes?
R. – Lo que es indudable es que ante la avalancha de imágenes el ejercicio de interpretar tiende a quedar reducido a sencillas formas de respuesta con las que operar en la inmediatez: like – dislike. Se nos obliga a que la hermeneusis, la interpretación, sea ahora instantánea, al igual que los servicios de mensajería online lo son. Nos estamos acostumbrando a vivir en una ecología de vertiginosos data-streams. De ahí que me parezca necesario el preguntarnos acerca de una nueva kairología visual, es decir, dónde detener la mirada, dónde poner nuestra atención en ese fluir de una miríada de imágenes que transitan aceleradamente ante nuestros ojos.
P. -En el libro insistes mucho en la idea de que, ante todo, “somos seres mirados”…
R. -Sí, en la época de la selfie, de la proliferación infinita de autorrepresentaciones visuales, de la autoimagen compartida, las cuestiones acerca del mirar y el ser mirado, del darnos a ver, de la puesta en escena del “yo” asumen necesariamente una desmedida importancia. Y como señalo en el libro, es fácil que al usuario de las redes sociales le pase como al rey Egisto de la obra teatral Las moscas (1943) de Sartre: “mi primera víctima soy yo mismo; ya no me veo sino como ellos me ven”.
P. Muchas gracias por tu tiempo y enhorabuena por este fantástico libro.
R. Muchas gracias a vosotros.
El ver y las imágenes en el tiempo de Internet – Juan Martín Prada – Akal