Nacido en Florencia (Italia), Maquiavelo fue hijo de un abogado, y se cree que estudió en la universidad de su ciudad, pero poco se sabe de su vida hasta cuando fue nombrado funcionario del gobierno de la República Florentina, en 1498. Pasó los siguientes 14 años viajando por Italia, Francia y España en misiones diplomáticas.
En 1512, Florencia fue atacada y nuevamente gobernada por la familia Medici. Maquiavelo fue encarcelado y torturado injustamente por conspiración contra los Medici, y cuando le liberaron se retiró a una granja fuera de Florencia, donde se dedicó a escribir El príncipe y otros libros políticos y filosóficos. Intentó volver a ganarse el favor de los Medici, pero sin éxito. Después de que fueran derrocados, en 1527, se le negó un puesto en el gobierno republicano debido a sus conexiones con los Medici. Murió ese mismo año.
- Obras principales
- C.1513 (pub. 1532) El príncipe.
- C.1517 (pub. 1531) Discursos de la primera década de Tito Livio.
- 1519–1521 El arte de la guerra.
Escrita por el más conocido (y peor comprendido) de todos los teóricos políticos, la obra de Nicolás Maquiavelo dio origen al adjetivo «maquiavélico», que designa al político manipulador, embustero y generalmente interesado que cree que «el fin justifica los medios». Pero el adjetivo no describe la filosofía política mucho más amplia e innovadora que propuso en su célebre obra El príncipe.
Maquiavelo vivió una época política turbulenta a comienzos de lo que iba a conocerse como Renacimiento. Este periodo fue un punto de inflexión en la historia de Europa, cuando se sustituyó el concepto medieval cristiano de una vida regida bajo la guía divina por la idea de que los hombres tenían la capacidad de manejar sus propios destinos. Mientras el humanismo del Renacimiento erosionaba el poder de la Iglesia, algunas prósperas ciudades-estado italianas, como Florencia, se convirtieron en repúblicas, pero muchas veces fueron amenazadas e incluso dominadas por familias ricas y poderosas (como los Medici) en busca de mayores cotas de influencia. Como diplomático al servicio de la República Florentina, e influido por sus estudios de la sociedad y la política romanas clásicas, Maquiavelo creó un sistema poco convencional para el estudio de la teoría política.
Un sistema realista
En lugar de concebir la sociedad como tendría que ser, Maquiavelo intentó «ir directamente a la verdad real y no a lo que imaginamos», lo que significaba que su intención era llegar al fondo del asunto y tratar la política en términos puramente prácticos y realistas, y no como una rama de la filosofía moral o la ética.
A diferencia de los pensadores políticos anteriores, Maquiavelo se oponía a que el objetivo del Estado fuera cuidar la moralidad de los ciudadanos, y lo que promulgaba era que garantizara su bienestar y su seguridad. De este modo, sustituye los conceptos de correcto e incorrecto por ideas como utilidad, necesidad, éxito, peligro y daño. Al situar la utilidad por encima de la moralidad, sus ideas sobre las cualidades que se han de preferir en un líder de éxito son la eficacia y la prudencia en vez de la ideología o la rectitud moral.
El núcleo de su filosofía política se encuentra en la idea renacentista de pensar en la sociedad en términos humanos, totalmente separada de los ideales religiosos impuestos por la Iglesia. Para conseguir esto, Maquiavelo lleva a cabo un análisis de la naturaleza humana a partir de la observación del comportamiento de las personas a lo largo de la historia, lo que le lleva a la conclusión de que, debido a esa misma naturaleza, la mayoría de la gente es egoísta, corta de miras, inconstante y fácil de engañar. Se trata de una visión realista, aunque cínica, y muy distinta de la de los pensadores anteriores. Si bien parecen un obstáculo para crear una sociedad eficiente y estable, Maquiavelo afirma que, con el liderazgo adecuado, algunos de estos fallos humanos pueden resultar útiles a la hora de crear una sociedad de éxito.
Utilizar la naturaleza humana
Por ejemplo: el egocentrismo innato del ser humano se demuestra en el instinto de conservación. Pero cuando se ve amenazado por agresiones o por un medio hostil, reacciona con valor, trabajo duro y cooperación. Maquiavelo distingue entre la naturaleza humana básica y original, que no posee virtudes, y la adquirida socialmente que actúa de forma virtuosa y es benéfica para la sociedad. Hay otros rasgos humanos negativos que se pueden utilizar para el bien común, como la tendencia a imitar y no pensar por sí mismos. Maquiavelo advierte que esto lleva a las personas a seguir el ejemplo de un líder y actuar de forma cooperativa. Otras características como la inconstancia y la credulidad las hace propensas a dejarse manipular por un líder hábil para que actúen con benevolencia. Rasgos como la ambición y el egoísmo, que se manifiestan en el deseo humano de obtener ganancias, pueden ser una fuerza impulsora poderosa si se canalizan correctamente, además de ser cualidades personales especialmente útiles en un gobernante.
Los dos elementos clave para transformar la naturaleza humana original e indeseable en social y benevolente son la organización social y lo que Maquiavelo llama liderato «prudente», o sea, el que es útil para el éxito del Estado.
El príncipe. Consejo para los nuevos gobernantes
El célebre tratado de Maquiavelo El príncipe se escribió al estilo de las guías prácticas para líderes conocidas como «espejos de príncipes», muy comunes en la Edad Media y el Renacimiento. Está dirigido a un nuevo gobernante –y dedicado a un miembro de la poderosa familia Medici– y alecciona sobre cómo se puede manipular y transformar la naturaleza humana básica para bien del Estado. Las interpretaciones posteriores opinan que Maquiavelo estaba utilizando el género con mucha inteligencia y revelando a un público más amplio los secretos ya conocidos de antiguo por las clases gobernantes. Una vez explicada la naturaleza humana fundamentalmente egocéntrica pero moldeable, vuelve su atención a las cualidades que necesita un líder para gobernar con prudencia.
Las cualidades del liderato
Resulta confuso que Maquiavelo utilice el término virtù para describir las cualidades del liderato, pero es algo muy diferente de nuestra idea actual de la virtud moral según la entiende la Iglesia. Maquiavelo era cristiano y, como tal, partidario de las virtudes del cristianismo en la vida cotidiana, pero cuando se trata de las acciones de un gobernante cree que la moralidad debe ceder el primer puesto a la utilidad y la seguridad del Estado. Estas ideas recuerdan la «virtud» romana personificada por el líder militar a quien le motivan la ambición y la consecución de la gloria, que son prácticamente lo opuesto a la virtud cristiana de la modestia. No obstante, Maquiavelo advierte que también estas motivaciones son manifestación del egocentrismo de la naturaleza humana y que se pueden aplicar al bien común.
Maquiavelo lleva más allá la analogía entre líderes militares y políticos y señala otros aspectos de la virtù, como el arrojo, la disciplina y la organización. También destaca la importancia de analizar racionalmente una situación antes de actuar, y de basar dicha actuación no en aquello que se haría idealmente, sino en lo que se hará en realidad (es decir, en interés propio). En opinión de Maquiavelo, el conflicto social es resultado inevitable del egoísmo humano (a diferencia de la opinión cristiana medieval de que no es algo natural). Para gestionar este egoísmo el líder tiene que aplicar las tácticas de la guerra.
Aun cuando Maquiavelo cree que en gran medida el hombre es amo de su propio destino, reconoce que existe un elemento de suerte, al que llama fortuna. El líder debe esforzarse en luchar contra esta posibilidad así como contra la inconstancia de la naturaleza humana, que también es cosa de la fortuna. Afirma que, en especial, la vida política se puede ver como una competición continua entre los elementos de la virtù y los de la fortuna, y en este sentido es igual a un estado de guerra.
La conspiración es útil
Al analizar la política desde la perspectiva de la teoría militar, Maquiavelo concluye que la esencia de casi toda la vida política es la conspiración. Si el éxito de la guerra depende del espionaje, la inteligencia, la contrainteligencia y el engaño, el éxito político exige secretismo, intriga y falsedad. Los teóricos militares ya conocían la idea de la conspiración desde antiguo y muchos líderes políticos la practicaban, pero Maquiavelo fue el primero en Occidente que habló de una teoría de la conspiración política. El engaño se consideraba contrario a la idea de que un Estado debe proteger la moralidad de sus ciudadanos, y las sugerencias del autor fueron una ruptura traumática con el pensamiento convencional.
Según Maquiavelo, en tanto que la intriga y el engaño no son moralmente justificables en la vida privada, lo son para un gobierno de éxito y son perdonables cuando se utilizan para el bien común. Es más: Maquiavelo asegura que a fin de moldear los aspectos indeseables de la naturaleza humana, es imprescindible que el gobernante engañe y que –por pura prudencia– no cumpla con su palabra, ya que al hacerlo arriesgaría su gobierno y amenazaría la estabilidad del Estado. Por lo tanto, para el líder, obligado a resolver los inevitables conflictos a los que se enfrenta, el fin sí justifica los medios.
Lo que importa es el fin
El éxito de un gobernante se juzga por las consecuencias de sus acciones y el beneficio aportado al Estado y no por su moralidad o su ideología. Como señala en El príncipe: «En los actos de todos los hombres, y especialmente de los príncipes, donde no se puede recurrir a la justicia, lo que importa es el fin. A un príncipe solo debe preocuparle conquistar o mantener el Estado, porque siempre se considerará que los medios son honorables y dignos de la alabanza de todos, dado que las masas solo ven las apariencias y los resultados de los asuntos, y el mundo no es otra cosa que las masas». Aclara, sin embargo, que esta es una cuestión de conveniencia y no un modelo de comportamiento social. Solo es aceptable cuando se hace por el bien público. También es importante que los métodos de intriga y engaño sean el medio que lleva a un fin y que no se conviertan en un fin ellos mismos, de manera que es necesario que estos métodos solo los empleen los jefes políticos y militares, bajo estricto control para asegurar el bienestar público.
Otra táctica de los militares es el uso de la fuerza y la violencia, que según Maquiavelo también son moralmente indefendibles en la vida privada, pero excusables si se aplican al bien común. Ese tipo de política causa temor, lo cual es una manera de que el gobernante tenga seguridad. Maquiavelo se pregunta, con su característico pragmatismo, si es mejor que un líder sea amado o temido. En un mundo ideal tendría que ser amado y temido, pero, en la realidad, los dos sentimientos pocas veces van unidos. El miedo colocará al líder en una posición de más fuerza y, por lo tanto, eso favorecerá el bienestar del Estado. Los líderes que han obtenido el poder ejercitando su virtù son los que están más seguros: han derrotado toda oposición y se han ganado el respeto del pueblo, pero para mantener el apoyo y el poder deben reafirmar su autoridad continuamente.
Discursos de la primera década de Tito Livio. Una república ideal
Aunque El príncipe habla del arquetipo de aspirante a líder exitoso, en otra obra menos conocida, Discursos de la primera década de Tito Livio, Maquiavelo, como estadista de la República Florentina, defendió con pasión el republicanismo frente a la monarquía y la oligarquía. Pese a mantener la fe católica durante toda su vida, se opuso a la interferencia de la Iglesia en la vida política. La forma de gobierno que él apoyó tenía por modelo la República romana, con una Constitución mixta y participación de los ciudadanos, protegida por un ejército adecuadamente constituido y no por milicias de mercenarios. Así, argumentaba, se protegería la libertad de los ciudadanos y se minimizarían los conflictos entre el pueblo llano y la elite gobernante. Pero fundar una república así, o reformar un Estado existente, exige el liderato de una persona que posea la virtù y la prudencia apropiadas. Es posible que al principio se necesite un líder fuerte y un poco de insidia, pero, una vez establecida la sociedad política, el gobernante podrá dictar las leyes y llevar a cabo la organización social necesarias para constituir la «república ideal»: este sería un medio pragmático de alcanzar un fin deseable.
La filosofía de Maquiavelo, basada en su experiencia personal y en el estudio objetivo de la historia, desafió el dominio de la Iglesia y las ideas convencionales de moralidad política; sus obras fueron prohibidas por las autoridades religiosas. Al tratar la política como disciplina práctica y no filosófica o ética, reemplazó la moralidad por la utilidad como propósito del Estado y, en vez de acentuar la intención moral de una acción política, acentuó sus consecuencias.
El duradero legado de Maquiavelo
El príncipe tuvo gran influencia durante siglos después de la muerte de su autor, especialmente entre líderes como Enrique VIII de Inglaterra, el emperador Carlos V, Oliver Cromwell y Napoleón; asimismo, varias figuras capitales, como el teórico marxista Antonio Gramsci y el dictador fascista Benito Mussolini, dijeron haberse inspirado en él.
Maquiavelo también tuvo críticos provenientes de todos los extremos del abanico ideológico, y los católicos lo acusaron de apoyar la causa protestante, y viceversa. Su influencia sobre el pensamiento político de cada momento ha sido inmensa: estaba claro que Maquiavelo era producto del Renacimiento, puesto que ponía el humanismo por delante de la religión, y el empirismo por delante de la fe y el dogma; él fue el primero en enfocar la historia política de manera objetiva y científica.
Esta objetividad subyace también a su análisis quizá cínico de la naturaleza humana, y fue quizá precursor de la descripción brutal que hizo Thomas Hobbes de la vida en estado de naturaleza. Su concepto del utilitarismo fue el puntal del liberalismo del siglo XIX. En un sentido más general, al separar la moralidad y la ideología de la política, su obra fue la base de un movimiento que más tarde se llamó «realismo político», de especial relevancia en las relaciones internacionales.
El comportamiento «maquiavélico»
Actualmente el término «maquiavélico» se usa a diario y se aplica peyorativamente a los políticos que se cree (o se descubre) que manipulan y engañan. El presidente de EE UU Richard Nixon, que intentó ocultar el allanamiento de la sede central del partido de la oposición y unas escuchas ilegales, escándalo por el que se vio obligado a dimitir, es un ejemplo contemporáneo de comportamiento turbio. También es posible que, en El príncipe, Maquiavelo hiciera una observación menos obvia: que muchos gobernantes de éxito tal vez usaron precisamente esos métodos «maquiavélicos», pero que sus actos no fueron tan concienzudamente analizados. Es decir, que quizá se pasó por alto la forma en que tuvieron éxito porque solo importaba lo que habían logrado. Al parecer, tendemos a juzgar a los líderes por sus resultados y no por los medios con que los alcanzaron.
El texto y las imágenes de esta entrada son un fragmento de: “El libro de la política”