Uno de los temas que seguimos escuchando en los debates por estas fechas en las que se celebra el día Internacional de la Mujer es la necesidad del mismo. Está claro que desde la declaración por Naciones Unidas del 8 de marzo como dicha fecha allá por 1975 la situación de la mujer en el mundo ha mejorado mucho pero queda mucho camino por avanzar. Mucho trecho se ha avanzado desde aquel lema de “pan y rosas” que se gritaba en el siglo XIX por las calles de Nueva York o de las peticiones de las sufragistas inglesas que luchaban para que un término simple y, a su vez tan complejo, se hiciera realidad, el concepto de Igualdad de derechos.
Si miramos la sociedad de nuestros días, analizando los diferentes datos, el debate es completamente yermo, cada día es más necesario que se celebre un día como este con la convicción de que las voces que hoy reclaman aún esos derechos son ecos de las voces del pasado que lucharon por la realidad de los mismos. El movimiento que proclama estos ideales hoy sigue penalizado, siguen siendo criminalizadas las proclamas, las manifestaciones y las necesidades de las comunidades que deben avanzar en la modernización de sus principios que se resumen en los que claman por la libertad. Libertad en todos los sentidos pero con un avance hacia la igualdad, libertad que vemos cercenada por los actos vandálicos que intentar silenciar las voces que han reclamado y siguen pidiendo la necesidad de una sociedad con los mismos derechos para todas.
No es casual la banalización y vandalización de los murales feministas con las que nos despertamos en las noticias y que entroncan con esta necesidad de seguir teniendo cada año como mínimo un día para seguir gritando por todas las calles del mundo: Pan y Rosas.
Porque podéis emborronar murales, pero no se puede tapar el sol… y mucho menos con un dedo.
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