A finales del siglo XV y principios del XVI, nació lo que podríamos llamar una economía-mundo europea. No era un imperio, pero no obstante era espaciosa como un gran imperio y compartía con él algunas características. Pero era algo diferente y nuevo. Era un tipo de sistema social que el mundo en realidad no había conocido anteriormente y que constituye el carácter distintivo del moderno sistema mundial. Es una entidad económica pero no política, al contrario que los imperios, las ciudades-Estado y las naciones-Estado. De hecho, precisamente comprende dentro de sus límites (es difícil hablar de fronteras) imperios, ciudades-Estado, y las emergentes «naciones-Estado». Es un sistema mundial, no porque incluya la totalidad del mundo, sino porque es mayor que cualquier unidad política jurídicamente definida. Y es una «economía-mundo» debido a que el vínculo básico entre las partes del sistema es económico, aunque esté reforzado en cierta medida por vínculos culturales y eventualmente, como veremos, por arreglos políticos e incluso estructuras confederales.
Immanuel Wallerstein
En los años 1971-1972 Immanuel Wallerstein escribió El moderno sistema mundial. Según cuenta él mismo le costó bastante encontrar editor, pero en 1974 consiguió publicarlo. La buena acogida del libro sorprendió a todos. Obtuvo reseñas favorables y en 1975 recibió el premio de la American Sociological Association a la mejor publicación erudita. Era un libro controvertido que recibió extraordinarios elogios pero también multitud de críticas.
Según el sociólogo estadounidense las relaciones económicas mundiales forman un sistema global en el seno del cual las naciones más desarrolladas explotan tanto la mano de obra como los recursos naturales de aquellas naciones en vías de desarrollo. Este sistema mundial, o «sistema-mundo», dificulta el desarrollo de los países pobres y garantiza que los ricos sigan siendo los principales beneficiarios de las cadenas globales de materias primas y de los productos y la riqueza creados por el capitalismo industrial.
Wallerstein rechazó la idea de que el tercer mundo simplemente estuviera subdesarrollado. Tras analizar los vínculos económicos y el proceso que estructuran la economía global logró demostrar que, aunque la posición que un país ocupaba inicialmente en el sistema-mundo fuera resultado de su historia y de la geografía, la propia dinámica de mercado del capitalismo global acentuaba las diferencias entre la periferia y el centro, institucionalizando de ese modo la desigualdad.
En opinión de Wallerstein, en el sistema-mundo existe una división similar a la de las clases entre grupos de países a los que denominó «centrales», «semiperiféricos» y «periféricos». Las naciones centrales son aquellas sociedades desarrolladas que elaboran productos complejos gracias a métodos de producción de alta tecnología y dependen de las periféricas para obtener materias primas, productos agrícolas y mano de obra barata. Las naciones semiperiféricas cuentan con características sociales y económicas de las otras dos categorías.
El moderno sistema mundial I
Immanuel Wallerstein traza la aparición de una economía-mundo capitalista basada en la división del trabajo, cuya génesis sitúa en Europa entre los años 1450 y 1640. A lo largo de estos dos siglos asistimos a la transformación del modo de producción feudal en un sistema social cualitativamente distinto de lo anterior que se irá extendiendo hasta alcanzar una escala mundial.
En algunas partes de Europa occidental, la crisis del feudalismo dio paso a la innovación tecnológica y el surgimiento de las instituciones del mercado. Los avances en la producción y los incentivos para el comercio a larga distancia estimularon a los europeos para llegar a otras partes del mundo. Una fuerza militar superior y los medios de transporte les permitió establecer relaciones económicas con otras regiones que favorecieron la acumulación de riqueza en el centro de Europa.
Durante el «largo siglo XVI», por lo tanto los europeos establecieron una división laboral y geográfica de la mano de obra en el que la producción intensiva en capital estaba reservada a los países centrales, mientras que las zonas periféricas proporcionan la mano de obra de baja calificación y materias primas. La colonización de América y partes de Asia por las potencias europeas sienta las bases del capitalismo global.
La economía-mundo europea que se estaba creando era un gran premio, y era comprensible que los hombres buscaran su control. La ruta de la dominación imperial era el camino clásico, familiar para los hombres de esta era. Muchos soñaron con esta posibilidad. Los Habsburgo, bajo Carlos V, hicieron un intento de absorber a toda Europa. Hacia 1557, el intento había fracasado, y España perdió definitivamente no sólo su imperio político, sino también su papel económico central.
La historia de la segunda mitad del siglo XVI es historia de cómo Amsterdam recogió los hilos del imperio en disolución de los Habsburgo, creando el marco de un buen funcionamiento de la economía-mundo, que capacitaría a Inglaterra y a Francia para comenzar a emerger como estados fuertes.
- El moderno sistema mundial I. La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI
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