Fragmento de el libro Arqueología. Teorías, métodos y prácticas.
El periodo intermedio temprano en Perú
El análisis desarrollado por Joan Gero en Queyasg Alto, en las tierras altas de Perú, durante el Periodo Intermedio Temprano (EIP, ca 200 a.C.-600 d.C.), es un buen ejemplo de las valoraciones que pueden extraerse del registro arqueológico en el marco de estudio de los papeles de género.
El yacimiento de Queyash Alto está situado sobre una estrecha escarpadura y consiste de una serie de habitaciones y patios abiertos alineados. La excavación de Gero identificó tres áreas funcionales distintas, una doméstica y dos no domésticas. En una terraza superior se alzaban unas estructuras y una superposición de suelos domésticos con evidencia de ocupación habitacional, probablemente de alto estatus, a juzgar por la presencia de cerámica decorada, conchas importadas de spondylus (una ostra marina), figurillas y tupus (alfileres) de cobre. Estos broches eran usados en época inca, y más recientemente, por las mujeres para ajustar la ropa. Desde la adopción del cobre para la fabricación de artefactos en el EIP, el acceso a estos objetos de prestigio se considera indicativo de un alto estatus social.
La frecuencia del hallazgo de pesas de telar también sugiere la presencia de mujeres en la zona. Aunque el tejido no es una actividad necesariamente femenina, existen amplias evidencias de que la mayor parte de esta tarea era desempeñada por las mujeres. Solo las mujeres eran enterradas bajo los suelos más antiguos de las casas, posiblemente por su papel de progenitoras o madres fundadoras de un grupo matrilineal.
El material hallado en la cima del escarpe, en oposición al de la terraza residencial, parece indicar la práctica de actividades no domésticas, incluyendo un área para la producción y el almacenamiento de cerveza y un patio abierto que parece haber servido para la celebración de rituales. En esa zona se encontraron numerosos fragmentos correspondientes a formas cerámicas empleadas para servir y consumir bebida, así como cucharones y cucharas. Este cuadro de consumo comunitario se ve completado por la presencia de herramientas de piedra para la preparación de carne y de tubos para soplar y avivar el fuego. En esta zona también se hallaron más alfileres tupu y más pesas de telar, lo que indica que las mujeres de alto estatus participarían en los banquetes.
La naturaleza formal de la disposición arquitectónica del yacimiento, con la que se establecían áreas de acceso restringido y se limitaban los movimientos, parecen apuntar a que los banquetes no eran simples reuniones comunitarias para celebrar o pedir una buena cosecha. Gero propuso que se producirían en un contexto político competitivo que, durante el EIP, derivó en la aparición de sociedades más jerarquizadas y en la consolidación del poder en las manos de un número más reducido de individuos.
Sería precisamente la aparición de estas nuevas relaciones jerárquicas de poder la que impondría necesidad de celebrar banquetes en Queyash Alto. Un grupo gentilicio podría de este modo demostrar que poseía suficientes recursos económicos y estatus para convocar a otros clanes, impresionarlos y posiblemente incluso remunerarlo por su trabajo, creando así nuevas obligaciones. Las mujeres de alto estatus participaban en estas celebraciones políticas –probablemente como invitadas y como integrantes del grupo organizador-.
Para tratar de arrojar alguna luz sobre la naturaleza de la implicación de las mujeres en los banquetes, Gero también estudió la evidencia ofrecida por la iconografía de la cerámica recuay del EIP, fabricada en el propio valle. Los vasos, que representaban efigies, incluyen tanto modelos masculinos como femeninos, junto con sus ropas y ornamentos, y aunque se encuentran claramente diferenciados por su género, están igualmente elaborados y ofrecen idénticos símbolos de estatus. Tanto hombres como mujeres están representados individualmente, no formando parejas, excepto en escenas de cópula ritual, lo que parece indicar que durante el EIP las mujeres ostentaban derechos y autoridad propios, sin que su estatus estuviese compartido con, ni derivase de, su “esposo”.
La iconografía de estos recipientes permite identificar áreas de actividad, y quizá de control de poder, separadas para los hombres y las mujeres recuay. Los hombres son representados acompañados de llamas y otros animales, armas e instrumentos musicales, y las mujeres aparecen portando niños en sus brazos extendidos, acompañadas de objetos rituales, como conchas, copas o espejos, o alzándose como centinelas sobre los tejados. Apoyándose en estos indicios, Gero ha concluido que resulta irrelevante quién, hombres o mujeres, tuviera un estatus “más elevado”, porque resulta evidente que tanto los unos como las otras participaban en un “mosaico” de poder.
Tanto las prácticas festivas en Queyash Alto como la elaborada tradición cerámica recuay coinciden en apuntar hacia una intensificación de las relaciones jerarquizadas de poder en el área central del norte de las tierras altas de Perú durante el EIP. Ambos conjuntos de indicios inciden sobre temáticas de poder y ritual, inseparablemente ligadas por un complejo sistema de géneros. También parece poco dudoso que esta intensificación de las jerarquías exigiría cambios en la ideología de género y en el elevado estatus disfrutado por las mujeres.