Con el fin del Paleolítico tuvo lugar un incremento en la explotación del medio y, por lo tanto, una mayor transformación antrópica del mismo. A esta humanización del paisaje contribuyeron de forma significativa la construcción de monumentos y la realización de arte rupestre al aire libre. Una de las innovaciones más destacables del arte rupestre pospaleolítico es la introducción de composiciones narrativas en las que se mantiene cierto grado de naturalismo.
Si bien en el arte del Paleolítico las escenas son minoritarias o poco claras y el papel del ser humano parece relativamente marginal, en los periodos siguientes la figura humana ganará protagonismo. En el arte de las primeras sociedades pospaleolíticas son comunes las escenas de caza y pastoreo; ejemplos claros de ello están en las pinturas de Tassili (Argelia) o los grabados rupestres de Alta (Noruega). Los grandes cuadrúpedos siguen siendo un componente importante del paisaje rupestre, pero se van convirtiendo en un elemento subordinado a la actividad humana. Dentro de este nuevo contexto cultural se encuentra el conocido como arte levantino.
La primera publicación sobre arte levantino data de 1892, de la mano de Eduardo Marconell. Se trataba de los toros blancos de Prado del Navazo (Teruel), aunque los primeros estudios en detalle sobre el arte levantino proceden de uno los grandes investigadores del arte rupestre español, Juan Cabré. En 1903, en la Roca dels Moros en el barranco de Calapatá (Lleida), Cabré observó varios cuadrúpedos pintados. Este y otros hallazgos en la provincia de Lleida harían que el más prestigioso experto del momento, Henri Breuil, decidiese colaborar con Cabré, lo cual contribuiría a dar notoriedad a estos nuevos conjuntos de pinturas. En un primer momento se consideró el arte levantino como una variante regional del arte paleolítico realizado por gentes procedentes del norte de África.
Aunque en los primeros años de su estudio el arte levantino se situaba solamente en la zona levantina y áreas próximas, en la actualidad, aunque conserva el nombre tradicional, este estilo se extiende más allá del Levante español. Concretamente se documenta en las actuales Aragón, Cataluña, Valencia, Región de Murcia y en las provincias más orientales de Castilla-La Mancha y de Andalucía. En 1915 tuvo lugar la publicación de El arte rupestre en España de Juan Cabré, a partir de la cual el arte levantino fue consolidándose como uno de los grandes estilos artísticos de la prehistoria peninsular. A la investigación se incorporarán Breuil, Obermaier y Hernández Pacheco. Será H. Breuil el que bautice este arte con el nombre de levantino, aunque también será él el que proponga la coetaneidad con el arte paleolítico, idea que será abandonada posteriormente.
Aspectos generales del arte levantino
Se trata de un arte eminentemente figurativo. Se localiza en áreas serranas en abrigos situados próximos a manantiales, fuentes y ríos. Una de las características diferenciables de este estilo, con respecto a épocas anteriores, es el protagonismo de la figura humana. En las diversas escenas aparecen humanos desarrollando diferentes actividades, entre las que destaca la caza.
Respecto a la técnica, se usa básicamente pintura líquida aplicada con pincel, donde predomina el color rojo, aunque hay algunas figuras en negro y muy puntualmente en blanco. Al encontrarse en abrigos y aleros de escasa profundidad, los paneles son iluminados por la luz natural. El aprovechamiento del soporte no es tan destacable como en el Paleolítico, aunque siguen observándose interesantes composiciones en las que las grietas, irregularidades de las paredes y orificios juegan un importante papel. Uno de los ejemplos más conocidos es el de una posible escena de recolección de miel de la cueva de la Araña (Valencia) en la que es aprovechado un orificio de la roca para representar lo que podríamos interpretar como un panal.
Otra diferencia fundamental del arte levantino con respecto al arte del Pleistoceno es la existencia de escenas de gran naturalismo y detalle. Así es posible identificar figuras de arqueros a la carrera, escenas de caza, de recolección, danzas, batallas e incluso algunas han sido interpretadas como escenas de ejecución. El gran detallismo de estas pinturas ha permitido identificar diferentes tipos de arcos, vestimentas, tocados y diversos atuendos en las figuras humanas.
Es destacable el diferente tratamiento que reciben las figuras humanas y las animales. Las primeras suelen aparecer bastante estilizadas, a veces con cuerpo y miembros muy alargados, otras veces con cierto grado de esquematismo; mientras que las figuras de animales son enteramente naturalistas, con todo el cuerpo pintado en un mismo color y la cornamenta en perspectiva torcida, como es común en la mayoría de las artes rupestres que, aunque con un estilo diferenciable, pueden llegar a recordar en cierta medida a algunas figuras naturalistas del Paleolítico.
Otra de las características de las composiciones de cierta complejidad es el uso de la perspectiva, que confiere una profundidad virtual a los paneles, aspecto desconocido en el Pleistoceno, donde cada figura parece estar aislada de las demás. Para conseguir dicha profundidad en la composición, es frecuente que en las escenas las figuras aparezcan dispuestas en diagonal, de modo que las que se sitúan en la parte superior derecha se encuentran en un punto más alejado que las situadas en la parte inferior izquierda. Un buen ejemplo de este tipo de composición es la Cova dels Cavalls en el barranco de la Valltorta (Castellón). Por otra parte, también se documentan figuras dispuestas sobre una misma línea de suelo horizontal empleando, por lo tanto, un tipo de perspectiva más bidimensional.
Distribución y emplazamiento
El arte levantino se distribuye por una amplia región comprendida en el tercio oriental de la península. En términos generales, el emplazamiento de este estilo se relaciona con la presencia de cuencas fluviales, dentro de las cuales caben distribuciones diversas. Así, las cuencas de los ríos Segura y Júcar cuentan con arte rupestre desde su nacimiento hasta su desembocadura. Del mismo modo, las grandes concentraciones de abrigos pintados se sitúan en las paredes de los barrancos, normalmente no demasiado profundos, desde los que se dispone de un dominio visual sobre los cursos de agua próximos, generalmente afluentes de tercer o cuarto orden, aunque esta circunstancia puede variar en función del tamaño de la cuenca. Por las características de los barrancos, la visibilidad suele ser nula hacia zonas más lejanas o situadas fuera de dichos barrancos.
En el contexto del clima mediterráneo, las corrientes fluviales debieron de suponer zonas críticas de aprovisionamiento, no sólo de agua, sino también como lugares de caza, recolección y ganadería. Estos barrancos representaron un vergel en medio de áreas desertizantes en época estival
Así como el arte paleolítico se refugiaba en la profundidad de la caverna, el levantino es visible por aquellos que recorren el territorio, por lo que, independientemente de la intención de los productores de este arte, bien pudo desempeñar la función de regular el uso de zonas con recursos esenciales para la supervivencia. El uso del arte rupestre como demarcador territorial no excluye otras funciones de carácter sagrado o religioso. En el arte levantino también se ha observado cierta regionalización del estilo, lo cual podría ser puesto en relación con la existencia de comunidades o de áreas de interacción entre grupos e incluso de territorios tradicionales, cuyas características y extensión varían según los autores.
Respecto al emplazamiento concreto de las pinturas, el lugar más habitual para la ubicación de las pinturas es un abrigo de escasa profundidad al que llega la luz solar. Dichos abrigos se sitúan en barrancos donde predominan los sustratos calizos.
Los abrigos con pintura levantina suelen situarse en la parte alta y media de los barrancos, con buena visibilidad sobre los cursos de agua ricos en vegetación, que contrastan con la aridez del entorno. El acceso más cómodo a las pinturas suele ser desde el fondo del barranco, aunque hay casos en que sería desde las partes altas y exteriores de los mismos. Los abrigos con pinturas no parecen haber servido como asentamientos domésticos habida cuenta de la ausencia de suelo horizontal o estable, por lo que se supone un uso puntual y temporal; a pesar de ello, todavía hasta tiempos recientes, algunos abrigos fueron usados como refugios relacionados con la actividad ganadera tradicional.
El debate cronológico
Hay, y ha habido, un intenso debate acerca de la cronología del arte levantino. En un principio se consideró que sería un arte coetáneo del arte paleolítico, pero realizado por cazadores con un estilo regional propio. Posteriormente se propuso que dicho estilo sería fruto de una evolución o derivación del arte del Paleolítico, hipótesis también abandonada en la actualidad. De forma muy sintética, podemos decir que existen dos grandes tesis acerca de esta cuestión: una que sostiene que el arte levantino sería preneolítico, realizado por cazadores-recolectores epipaleolíticos o mesolíticos; y otra que defiende que se trataría de grupos neolíticos productores de alimentos o en vías de neolitización, que seguirían practicando la caza y la recolección como actividad subsistencial complementaria al cultivo y a la ganadería; esta última hipótesis es la más aceptada en la actualidad.
El texto y las imágenes de esta entrada son un fragmento del capítulo «Arte rupestre en España» (escrito por Manuel Santos Estevez) del libro «La Prehistoria en la península Ibérica»
La Prehistoria en la península Ibérica – Pilar López García (coord.)
El presente volumen es el resultado de la colaboración interdisciplinar de un grupo de los más destacados especialistas en el estudio de la Prehistoria peninsular, que han combinado los más actuales conocimientos científicos sobre el tema para ofrecer una visión holística de un pasado que no siempre se interpreta exclusivamente a través de la cultura material.
El resultado es una obra completamente distinta a las hasta el momento publicadas, que se aleja de una presentación meramente cronológica al permitir una lectura más temática, sin necesidad de tener que leer capítulo tras capítulo para la comprensión de un periodo tan amplio como el que nos ocupa. A lo largo de sus páginas se analizan aspectos como la evolución humana, el paisaje, la alimentación, el desarrollo de la agricultura y la ganadería, así como el arte, desde el Paleolítico hasta el Bronce Medio
La Prehistoria en la península Ibérica – Pilar López García (coord.) – Istmo