Rubén Uceda |
Esta novela gráfica se titula Atado y bien atado porque, a las 10 de la noche del 30 de diciembre de 1969, Franco se dirigió a los españoles en su tradicional mensaje de fin de año, supervisado por Adolfo Suárez como director general de Radio y Televisión, en los siguientes términos:
“Respecto a la sucesión a la Jefatura del Estado, sobre la que tantas maliciosas especulaciones hicieron quienes dudaron de la continuidad de nuestro Movimiento, todo ha quedado atado, y bien atado, con mi propuesta y la aprobación por las Cortes de la designación como sucesor a título de Rey del Príncipe Don Juan Carlos de Borbón”.
Siendo así que, llegada al fin la muerte de Franco, el reformismo franquista, junto a la nueva ola de gentes que iban a progresar en el nuevo régimen en ciernes –la llamada ‘progresía’–, empezaron a elaborar un relato propio sobre esa transición entre regímenes. Un relato, amplificado sobre todo por ciertos grupos de comunicación, que daba por buena una democracia basada en el pacto del olvido. Una democracia que no condenará ni a los franquistas, ni a los torturadores, ni a los asesinos. Para entenderlo, habrá que tener en cuenta que buena parte de la fortuna y patrimonio de las empresas del Ibex, y de casi todos los bancos del país, proviene en su origen del expolio a los antifascistas asesinados, repudiados o exiliados.
Aquel “atado y bien atado”, asimismo, pudo hacer su transición gracias al concurso de aquello que dijo Enrique Tierno Galván: “El que no esté colocado, que se coloque”. Porque ‘colocarse’, en todos los sentidos, puede derivar en lo contrario a seguir luchando por una sociedad más digna.
Y así nace este cómic, recorriendo aquella época de luchas populares y transacción de poderes. Mediante los protagonistas del atado y bien atado y del coloque y bien coloque: rey, políticos, patrones, militares, espías y fachas. Y sobre todo, a través de sus otros y otras protagonistas: obreros, amas de casa, vecinos de barriada, independentistas, militantes revolucionarios, ecologistas, feministas, cantautores, comuneros, madres de bebés robados, campesinos, dibujantes de cómic, estudiantes de izquierdas, quinquis, torturados y presos.
Estas son sus historias, silenciadas o manipuladas. Las que no sirven para elaborar relatos oficiales, discursos oficiales, historias oficiales. Son las que empujan la historia para lados contrarios. Las historias que manchan, con su sangre, el fino y caro mantel que cubre la mesa de quienes pretenden tenerlo todo atado y bien atado, colocado y bien colocado.
Historias que, en definitiva, componen partes de la memoria colectiva de todos los que seguimos anhelando desatarnos.
Atado y bien atado. La Transición golpe a golpe (1969-1981) – Rubén Uceda – Akal