II República

Carlos F. Liria y Silvia Casado: «La II República trajo la apuesta por la educación como forma de democratización»

Pascual Serrano

El tandem pedagógico Carlos Fernández Liria y Silvia Casado Arenas, junto con el ilustrador David Ouro,  han logrado llevar a nuestros jóvenes esa parte de la historia que, casualmente, nunca daba tiempo en el curso lectivo porque se acababa cuando llegábamos a las primeras décadas del siglo XX. Ellos han escrito la trilogía integrada por ¿Qué fue la Segunda República?, ¿Qué fue la Guerra Civil? y ¿Qué fue el franquismo?, todas ellas con el subtítulo “Nuestra historia explicada a los jóvenes”. No se trata de sesudos libros de historiadores, pero si los libros se midieran por su capacidad de difundir conocimiento, seguro que estas obras estarían muy por delante de muchos volúmenes que se consideran referentes de la historia de España.

Fernández Liria, profesor de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, y Casado Arenas, profesora de historia en la educación pública, se plantearon el reto de dirigirse a esa parte de la población que parece que los poderes públicos dan por perdida y que no van a lograr que se interese por la historia reciente de España. Para conseguir que la comprendan y, sobre todo, comprender de paso esta actualidad que les presentan a golpe de memes de wasap y vídeos de Tiktok, estos autores han preparado esta trilogía ilustrada por David Ouro. Hoy, aniversario de la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931, les hemos preguntado sobre el primero de ellos, ¿Qué fue la Segunda República?

II República

Este libro forma parte de una trilogía junto con el de ¿Qué fue la Guerra Civil? y ¿Qué fue el franquismo? Todos ellos con el subtítulo “Nuestra historia explicada a los jóvenes”. Al menos este, durante los años que duró la república es el que cuenta algo alegre. ¿No es así?

Silvia Casado: Efectivamente. De hecho, nosotros íbamos a escribir antes el libro del franquismo, y fue el editor Tomás Rodríguez, de la editorial Akal, el que nos dijo que la secuencia era demasiado triste y que nos animaba a escribir primero el de la República. Y ante todo, quisimos tomar la alegría republicana como el principal de los hilos conductores.

No es una cuestión retórica. En verdad, la República fue un momento histórico lleno de alegría y de entusiasmo. Y también de esperanza. La gente vio en la llegada de la II República un movimiento político que venía a resolver la exclusión política y social del pueblo e integrarlo en un sistema democrático, como ciudadanos y no como súbditos de una monarquía corrupta que gobernaba para las élites del país generando profundas desigualdades económicas. Solo hay que ver las imágenes de un país que se echó a la calle a celebrarlo con titulares en los periódicos, como el de la Voz en Madrid: “España es dueña de sus destinos. ¡VIVA LA REPÚBLICA!”, y en los subtítulos remarcando que el nuevo régimen llegaba “sin traer sangre ni lágrimas”.

De esta alegría, ponemos un ejemplo al que somos muy sensibles, por nuestra profesión, pues los dos somos profesores: la apuesta por la educación como forma de democratización.  El momento en el que se acabó con la separación de sexos en la escuela fue una de esas alegrías que resultan inolvidables para la historia de un país.

Yo creo que lo primero que un joven encontrará de extraño es que en vuestro libro se comienza hablando de “república como el orden político más justo y más digno al que podían aspirar los seres humanos”, pero en las noticias escucha que en Estados Unidos, los “republicanos” son los de Trump. ¿Eso cómo se lo podemos aclarar?

Carlos Fernández Liria: Bueno, eso tiene que ver con la historia de los Estados Unidos y con cómo han evolucionado los dos partidos políticos. Actualmente, hay quienes, entre los inspiradores de Trump, quieren separar la cuestión de la democracia de la cuestión de la república. Han llegado a la conclusión de que la libertad y la democracia ya no son compatibles. E insisten mucho en que la inspiración política que dio lugar a los Estados Unidos fue republicana, pero no democrática.

Naturalmente, en una república es necesario que la democracia esté bajo “el imperio de la Ley”, que la democracia esté en “estado de derecho”. El poder ejecutivo tiene que cumplir la Ley. Y el poder legislativo tiene que legislar de acuerdo con la Ley o de lo contrario el poder judicial puede declararlo inconstitucional. Pero eso no quiere decir que la república pueda prescindir de la democracia, como pretende este pensamiento de extrema derecha.

El concepto de república es el de que, en el fondo, el concepto de ley y el concepto de libertad coinciden. Y eso solo ocurre cuando, como dice Kant, “los que obedecen la ley son al mismo tiempo colegisladores, de modo que al obedecer la ley no se obedecen más que a sí mismos, y por lo tanto, son libres”. Esa necesidad de la colegislación presupone la democracia.

Otra duda que surge es que una verdadera vida republicana es cuando todos los miembros de la sociedad son iguales ante la ley. Pero todos sabemos que hay repúblicas donde los ciudadanos no son iguales antes la ley y que, ahora en España, no tenemos una república, y se dice que somos iguales ante la ley. ¿Podéis explicar eso?

Carlos Fernández Liria: Una monarquía constitucional, como la que heredamos del franquismo, es una república muy problemática que, a nuestro entender, implica una cierta contradicción. No hay más que ver los efectos que ha tenido el hecho de que el rey emérito haya sido inimputable de tantos y tantos delitos. Mientras tengamos un rey, no se puede decir que todos seamos iguales ante la ley.

En el libro hay dos actores perniciosos para la República y para el avance de España que son la Iglesia y la Monarquía. Ambos actores siguen en la actualidad. ¿En qué se parecen y en qué se diferencian a su papel de entonces?

Carlos Fernández Liria: La Iglesia se ha civilizado bastante, pero porque ha habido mucha civilización. Es decir, porque no han tenido más remedio. No hay más que pensar que la Iglesia, en la Transición, se opuso a la ley del divorcio. Lo tuvo muy difícil el ministro Fernández Ordoñez, al defenderla en el Congreso: “no podemos evitar que los matrimonios se rompan, pero sí podemos evitar el sufrimiento de los matrimonios rotos”. Pero la Iglesia estaba cerrada en banda, como ha ocurrido luego con tantas otras cosas. Aún así han tenido que tragar con la ley del aborto, por ejemplo, o con el matrimonio homosexual. Han perdido mucho poder político, lo que no debe hacernos olvidar el terrible papel que cumplió la Iglesia durante la dictadura franquista. No obstante, la iglesia en España sigue teniendo un poder que no es propio del siglo XXI. El acuerdo que acaba de firmar el gobierno de Pedro Sánchez en relación a la basílica del Valle de Cuelgamuros o que la mayor parte de los colegios concertados privados sean católicos es un claro ejemplo.

Silvia Casado: Respecto a la monarquía, somos muy partidarios del enfoque que suele dar al asunto Nieves Coscontrina: los borbones siempre te la juegan. Toda su historia ha sido una historia de corrupción y traición al pueblo español.

La monarquía de Alfonso XIII entregó el país a una oligarquía cerrada y antidemócrata que aisló a la inmensa población de sus derechos de ciudadanía, sumidos en la más grande de las miserias materiales. Y no solo por su apoyo a la dictadura de Miguel Primo de Rivera, sino por toda su estructura y herencia histórica.

Los Borbones nunca fueron ni liberales ni demócratas, de ahí que monárquicos conservadores como Aniceto Alcalá Zamora y Miguel Maura pasaran a formar parte de un Comité Revolucionario del Pacto de San Sebastián y no quisieran saber nada de una monarquía desprestigiada que suponía una obstrucción directa para la democracia y la modernización de España.

Se habla muy poco de que los Borbones a lo largo de la historia han sido expulsados en varias ocasiones del país y por los mismos motivos: por corruptos y opositores a la democratización. O del apoyo al golpe de Estado de 1936 y a Franco.

Cuando Juan de Borbón le reclamó la corona le contestó: “ Yo la corona no se la he quitado a nadie. Me la encontré en el arroyo, todavía la estoy limpiando y se la devolveré cuando proceda a quién mejor la pueda llevar”. Y Franco consideró que ese era Juan Carlos.

Carlos Fernández Liria: El rey emérito ahora es considerado un delincuente, pero durante la Transición se nos presentó como el que nos traía la democracia, sobre todo tras el golpe de Estado del 23 F. Tanto el PSOE como el grupo Prisa han defendido a capa y espada al emérito, haciéndole un continuo lavado de sus actuaciones. Hoy en día es un personaje criticado por todos ellos, mientras al actual rey se le presenta como un monarca moderno,preparado y abierto al pueblo. Ya veremos si no le acaba pasando como a su padre, porque es una constante de los Borbones.

Otro elemento que caracterizó a la Segunda República, y parece que continúa, son los conflictos entre las diferentes posiciones de la izquierda. ¿Cuánto de eso puede ser responsable de que un proyecto solidario y republicano no avance y cómo se podría superar?

Silvia Casado: Bueno, yo no estoy muy de acuerdo en que una característica de la II República fuera los conflictos entre la izquierda. Cuidado con esa idea, porque es un poco lo que plantean los franquistas: España estaba al borde de una revolución bolchevique y tuvimos que intervenir.

Curiosamente es todo lo contrario, sería durante la guerra provocada por el golpe cuando grupos de izquierdas ponen en marcha su proyecto revolucionario y los conflictos entre ellos se agudizan de forma violenta como ocurrió con el PCE, los anarquistas y el POUM.

La II República fue  una democracia y como en cualquier democracia los proyectos entre los partidos eran diferentes. Y el contexto político de 1931 no tiene nada que ver con el actual.

Actualmente creo que el problema tiene más que ver con los egos y unas culturas políticas sectarias que infestan partidos políticos y sindicatos, y que parece que no son conscientes más que de sus pugnas internas. En este país el verdadero problema es que la izquierda ha dejado de ser una referencia para los trabajadores y trabajadoras. Eso sí me parece una tragedia.

Por último, habláis de mitos falsos que se difunden todavía hoy sobre la República y silencios. ¿Podéis señalarlos brevemente?

Silvia Casado: El mito de que la II República fue un período caótico e inestable, un proyecto fracasado que condujo inevitablemente al golpe y a la guerra. El historiador Francisco Espinosa demuestra cómo durante 1975 hubo casi el doble de huelgas que durante la II República. Este mito viene del franquismo, pero también de la actual monarquía, a la que no la interesa que se recuerde que en este país hubo una democracia durante la II República y que si en 1977, como dijo Adolfo Suárez, se hubiera hecho un referéndum sobre monarquía o república, la monarquía lo habría perdido.

Es imprescindible que nuestros jóvenes conozcan que la II República fue la primera democracia de España y que no fue un proyecto fracasado, sino liquidado por causas ajenas a su naturaleza: por una élite que dio un golpe de Estado, provocó una guerra sangrienta y mantuvo al país bajo una dictadura militar fascista durante cuarenta años. Un país, en el que como decía Josep Fontana se pasó de abrir escuelas y bibliotecas, a matar maestros y quemar libros.

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