Pascual Serrano
El 3 de mayo fue proclamado como el Día Mundial de la Libertad de Prensa en 1993, por la Asamblea General de las Naciones Unidas, siguiendo la recomendación de la Conferencia General de la UNESCO. La fecha se eligió para que coincidiera con el aniversario de la Declaración de Windhoek, en la cual los representantes de medios de comunicación africanos que participaban en un seminario organizado por la UNESCO en la capital de Namibia, elaboraron un documento donde se recogían los principios de la libertad de prensa.
Este 2024, por tanto, se cumplirán 30 años de esta celebración en que la libertad de buscar, difundir y recibir información y el bien público sigue siendo tan relevante como en el momento de su firma.
Según el diccionario Collins, por libertad de prensa se entiende el derecho a publicar periódicos, revistas, libros, etc. sin interferencias del gobierno ni censura previa.
En marzo de 2024, el Parlamento Europeo aprobó una nueva legislación para proteger a los periodistas y medios de comunicación de la UE de injerencias políticas o económicas. Con la Ley de Libertad de los Medios, los Estados miembros estarán obligados a proteger la independencia de los medios y se prohibirá cualquier intervención en las decisiones editoriales. El problema es que no se puede ser independiente del dueño del medio de comunicación, que es quién permite que exista ese medio, decide quiénes lo dirigen y qué periodistas puedan trabajar allí.
El debate, como en cualquier libertad bajo un régimen de mercado, es cuánta de esa libertad está condicionada por la economía. De todos es sabido que la libertad de movimiento, de asociación, de reunión, de manifestación y, también, la de expresión, varía mucho según tus recursos económicos. No te mueves igual si estás desempleado que si eres millonario y posees un yate o un jet privado. Ni tienes la misma capacidad de expresar públicamente igual si eres un obrero del metal que si eres el dueño del Washington Post.
De ahí esa afirmación del expresidente ecuatoriano Rafael Correa en una entrevista a Televisión Española señalando que «Desde que se inventó la imprenta, la ‘libertad de prensa’ es la voluntad del dueño de la imprenta».
Por ello, es bueno precisar que más de allá de la Libertad estaría el Derecho. Es decir, no solo ser libre para hacer algo, sino la garantía por parte de los Estados de contar con el derecho a poder hacerlo. Pero el derecho para todos, no solo para el dueño de la imprenta. Solo cuando no está condicionado por tu economía, podemos hablar de una verdadera libertad. La derecha habla de libertad para elegir colegio de sus hijos o elegir médico y hospital porque sabe que, con su dinero, pueden aspirar a un colegio de élite o una sanidad privada y privilegiada. Y todos sabemos que eso no es la libertad.
Por eso creo que deberíamos debatir quién es el titular de la libertad de prensa. En un principio se pensaba en los medios de comunicación, es decir, que tal periódico, radio o televisión fuera libre para poder informar de lo que desee. Más tarde se pensó en el periodista, que disfrutase de esa libertad como profesional. Y, por último, las nuevas tendencias plantean que el sujeto titular de la libertad debe ser el individuo, el ciudadano. Es lógico, puesto que las libertades y derechos deben ser universales, para que las posea hasta el último de los hombres y mujeres. El problema es que, en el capitalismo, no hemos pasado de la primera opción, la libertad de la empresa de comunicación.
En tiempos en los que las fake news campan a sus anchas y hasta son herramientas para desestabilizar gobiernos, en los que grandes empresas dominan los circuitos de información del mundo, y las plataformas y redes de internet son propiedad de poderosos imperios económicos, quizá, en lugar de hablar de libertad de prensa, deberíamos hablar del “derecho ciudadano a informar y a estar informado”. Solo así se podría cumplir el artículo 20 de la Constitución Española donde establece nuestro derecho a recibir una información veraz.
Pascual Serrano es autor, entre otros libros, de Medios democráticos y Traficantes de información