Entrevista de Paula Guerra a Marcos Roitman.
Paula Guerra. Este último tiempo hemos asistido a múltiples revueltas sociales en diferentes partes del mundo, ¿cuáles son los elementos que han dado origen a esta situación?
Marcos Roitman. Podríamos señalar que todas tienen un punto en común, son luchas por la democracia, en algunos casos para denunciar su inexistencia, y en otros casos por plantear el cierre de espacios y derechos de ciudadanía política. Pero responden a dinámicas internas específicas y por tanto no son homologables.
P. G. ¿Qué elementos se podrían definir como característicos de los últimos movimientos sociales emergentes en el mundo?
M. R. En parte lo apuntado, luchas por la democracia. Pero tienen en común ser hijos de un momento crucial de la humanidad. La crisis del capitalismo como orden mundial. El deterioro del medio ambiente, las condiciones de vida, la corrupción y la pérdida de centralidad de la política como factor de cohesión social frente al mercado, al menos en los países de Europa occidental, le otorgan una peculiaridad difícil de abstraer.
P. G. En su libro sostiene que el término “indignados” con el que algunos definen al movimiento 15M es un concepto “reduccionista”? ¿Cuál sería la definición que lo caracterizaría?
M. R. Ciertamente hablar del 15M como un movimiento de “indignados”, supone etiquetarlos como resultado de una cólera social. Cuestión no sólo cuestionable sino grotesca. Es cierto que el texto de Hessel Indignaos, fue la excusa de los medios de comunicación para encontrarles un nombre genérico que los diferenciara del resto de movimientos sociales. Pero el 15M no responde a esta caricatura. Creo que es mejor no adjetivarlos y entenderlo como lo que representa, un factor de recuperación del espacio político de ejercicio ciudadano en sus prácticas democráticas. En definitiva, el 15M es un movimiento social ciudadano hijo de las peculiaridades de la involución democrática que vive España, donde destaca la corrupción, la desigualdad social, el paro, y el descrédito de la política.
P. G. Afirma, también, que vivimos en una época de incertidumbre y malestar en la que se criminaliza y persigue a los movimientos sociales, algo que ha ocurrido en España con el 15M. ¿A qué responde esta criminalización?
Una de las mejores formas de controlar a la población y negarle el ejercicio de los derechos políticos consiste en identificarlos como un peligro para la democracia representativa. En tiempo de guerra fría se acuño el concepto de enemigo interno, identificado con comunistas, socialistas, marxistas y anarquistas, fundamentalmente. A partir de los atentados de las Torres Gemelas en 2001, el enemigo interno mutó en “terrorista”. Y terroristas pueden ser todos aquellos que no responden a la lógica del sistema. Por ello los nuevos movimientos sociales se criminalizan, facilitando su represión. Basta con observar en Valencia las declaraciones del jefe de policía, al llamar enemigo a los estudiantes secundarios que se manifestaban en contra de los recortes en educación.
P. G. España vive una especie de despertar social, cuyos colectivos más reivindicativos (educación, salud, sindicatos, jóvenes) se manifiestan casi a diario, pero, por otra parte, el Partido Popular obtuvo mayoría absoluta en las últimas elecciones generales, ¿cómo se explica esta dicotomía?
M. R. Creo que hay una mala interpretación o mejor una interpretación interesada del triunfo electoral del Partido Popular. Es cierto que ganó y obtuvo una mayoría absoluta de diputados, pero si hablamos a nivel de votantes en términos relativos no representan el 30 por ciento del electorado, lo cual debe hacernos pensar. Por otro lado, el discurso institucional tiene aún credibilidad en amplios sectores de la población que viven la democracia como si se tratara de una lógica electoral, en la cual se castiga o se premia a unos u otros sobre el falso dilema de la alternancia. La crisis supuso no sólo una desafección del votante del PSOE, sino mirar al otro lado, a la derecha, como opción de cambio y solución. En una sociedad que ha sido despolitizada y la democracia es marketing, el juego se reduce a un péndulo que en nada favorece el desarrollo de la democracia real. Es la esquizofrenia política, se apaga el incendio con gasolina o se llama a los zorros a cuidar el gallinero. Los banqueros, especuladores, empresarios y transnacionales son los llamados a solucionar una crisis de la cual son responsables.
P. G. Una de las opiniones consensuadas en los medios de comunicación conservadores es que las demandas sociales exigidas por el 15M no derivarán en un cambio político-institucional real, debido a la falta de organización interna del movimiento y a su negativa de participar en la política electoral. ¿Está de acuerdo con esta postura?
M. R. No. En principio ello supone desconocer las aguas profundas que mueven el 15M. El rechazo a la política electoral no supone un rechazo a las elecciones, sino a un sistema electoral, a formas no democráticas y un desvirtuar la voluntad general bajo un bipartidismo imperfecto. La más clara situación la tenemos hoy en el Congreso. Las reglas se saltan cuando quieren y en favor de quienes quieren. Así, UPyD se consolida como grupo parlamentario gracias a un diputado de la derecha, Foro Asturias, y se lo niegan a la coalición Amaiur, con más diputados y mucha razón política para ser grupo parlamentario.
P. G. En este mismo sentido, y tomando como base el título de su libro: ¿De qué manera un movimiento criminalizado por el poder político y conservador, que no posee líderes internos y que se niega a participar en la política electoral, puede ir al rescate de la política? ¿Es el 15M la respuesta para la actual crisis política?
M. R. Con relación a la primera pregunta, la política debe ser rescatada de las manos del mercado, que se yergue como el articulador del proceso de toma de decisiones. Una sociedad donde la política no es el referente de cohesión social y sí lo es el dinero, donde la ganancia, la competitividad y el yo se antepone al bien común, pierde toda posibilidad de ser democrática. En eso consiste el rescate de la política, en rescatar su rol creador de ciudadanía. En este sentido, el 15M es uno de los movimientos sociales que están en esta brecha. Necesariamente un nuevo proyecto democrático pasa por tomar en consideración la experiencia vital del 15M. Su presencia ha despertado conciencias. Sólo por ello debe ser bienvenido. Es parte de la solución, pero no la solución.
P. G. ¿Es posible conducir con éxito una oposición al poder establecido sin la unión, en un solo gran movimiento, de partidos de izquierda, sindicatos y el 15M?
M. R. Depende de cual sea el proyecto. Entender oposición como una lógica electoralista dentro del actual marco de un capitalismo depredador y salvaje, para gestionar mejor sus intereses, no es la solución. No creo que la solución de la crisis, hoy que gobierna el PP, sea el PSOE. En ese sentido, la crítica a la acción sindical es un referente del 15M. Hay que decantar que se quiere y definir una alternativa. Sin proyecto ni programa, cualquier unión no deja de ser oportunismo ramplón. Hoy no cuestionar el origen de las desigualdades sociales y las políticas que han beneficiado al gran capital especulativo y financiero, tanto como la forma de gobierno -la monarquía-, es el punto que marca fronteras, para el desarrollo de una oposición de izquierdas. Nuevamente subrayo, el 15M puede desencadenar un proceso, pero no es todo el proceso.
P. G. ¿Qué rol están jugando los intelectuales en este nuevo escenario social?
M. R. Creo que no cabe otro rol, si queremos llamar intelectuales, que ser críticos del poder. Como bien sabemos, el término se acuña por la acción de Emile Zola en su Yo Acuso, conocido como la carta enviada al entonces presidente de la república francesa para destapar las tropelías y falsas acusaciones de traición al capitán Dreyfus, construidas desde el propio Estado. Fue el comienzo de la participación en el espacio público, criticando la razón de Estado, lo que define su acción. Por ello no cabe llamar intelectuales a quienes no critican al poder y se convierten en sus meretrices, renunciando a la crítica del poder. Justificar la razón de Estado y sus prácticas acaba por desfigurar al intelectual, travistiéndolo en un ideólogo del sistema, que cobra por sus servicios. El mejor ejemplo, Fernando Savater.
P. G. ¿Cuál cree que será el panorama político-social en España de aquí a los próximos años?
La respuesta está sujeta a la propia marcha de los acontecimientos. Pero no hay direccionalidad única. El futuro no está diseñado. Pero, si quienes están en el poder no cambian y no hay razón para pensar que cambiarán por su propio voluntad, asistiremos a un mayor grado de involución política, pérdida de derechos ciudadanos y libertades sociales. Una lógica insostenible de un capitalismo que pone en cuestión el propio devenir de la humanidad. Por otro lado, están las demandas democráticas de los nuevos movimientos sociales ciudadanos y los ya tradicionales, que deberán emprender una lucha con nuevas formas del pensar y del actuar para romper esta dinámica, rescatar la política y crear un nuevo mundo donde el nosotros sea la referencia para construir una sociedad democrática, con justicia social y dignidad.
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Marcos Roitman publica el próximo 26 de marzo Los indignados. El rescate de la política en la colección Pensamiento crítico.