¿Qué une a personas tan diferentes y tan brillantes como Albert Einstein, Virginia Woolf, Albert Camus o Jorge Luis Borges?: La admiración por el escritor ruso Fiódor Mijáilovich Dostoievski.
Einstein dijo:«Dostoievski me da más que ningún científico», la escritora inglesa, Virginia Wolf, confesaría que «aparte de Shakespeare, no hay lectura más emocionante que Dostoievski», Camus afirmó que “El verdadero profeta del siglo XIX no fue Karl Marx, sino Dostoievski” y Borges escribió en el prólogo de Los demonios que “Como el descubrimiento del amor, como el descubrimiento del mar, el descubrimiento de Dostoievski marca una fecha memorable de nuestra vida”.
Hoy, 9 de febrero, todos ellos recordarían que es el día del aniversario de la muerte de Dostoievski, allá por 1881, hace 144 años.
Considerado como uno de los más grandes autores de la literatura universal, la vida del gran narrador ruso estuvo plagada de hechos trágicos que marcarían profundamente su obra.
El padre de Fiódor era médico, con un carácter agresivo que hacía de él una persona autoritaria y violenta. Todo lo contrario que su madre, María, que al parecer era una mujer amable y cariñosa y gran amante de la cultura. María era la persona en la que Fiódor se refugiaba cuando su padre sufría alguno de sus frecuentes ataques de ira.
Con apenas once años, el muchacho se trasladó a Darovoye, en la Rusia central, donde, con sus ahorros, su padre había adquirido unas tierras. Pero cinco años más tarde, en 1837, la tragedia golpearía de lleno al joven: su madre murió de tuberculosis y su padre, no pudiendo soportar el dolor, se refugiaría en el alcohol.
Fiódor y su hermano fueron enviados a la Escuela de Ingenieros Militares de San Petersburgo, lugar en el que el joven Fiódor comenzaría a interesarse por la literatura. En 1839 falleció su padre, lo que despertó en Dostoievski un sentimiento de culpabilidad por haber deseado su muerte en varias ocasiones.
Según afirma Sigmund Freud en su artículo publicado en 1928 Dostoievski y el parricidio, quizá fueron esos remordimientos una de las causas de la epilepsia que a partir de entonces el escritor sufrió toda su vida. Pero sus problemas médicos no serían los únicos con los que Dostoievski tendría que lidiar; a ellos se unirían sus graves problemas con el juego, una ludopatía que le acabaría provocando enormes deudas, y también una creciente dependencia del alcohol.
Con el objetivo de saldar sus múltiples deudas, Dostoievski decidió entonces traducir la obra de Honoré de Balzac Eugenia Grandet. Determinado asimismo a emprender una carrera como escritor, pidió una excedencia en el ejército, y en 1845 lo abandonó definitivamente para dedicarse en cuerpo y alma a la literatura con la publicación de su primer libro, la novela epistolar Pobres gentes, publicada en 1846.
La obra tuvo un gran éxito de crítica, pero sus siguientes obras no tendrían el mismo resultado, lo que sumió a Dostoievski en un profundo estado depresivo.
Perseguido por la policía por formar parte de un grupo intelectual liberal llamado el Círculo Petrashevski, que estudiaban a los socialistas franceses, en 1849 es encarcelado por conspirar contra el zar Nicolás I, y condenado a muerte, aunque su pena le será conmutada por cinco años de trabajos forzados en Siberia, siendo liberado en 1854.

Tras cumplir su condena en unas condiciones penosas, y beneficiarse de la amnistía ofrecida por el zar Nicolás I, Dostoievski narró su experiencia como preso en Siberia en su obra Recuerdos de la casa de los muertos, publicada en capítulos entre 1861 y 1862 y Apuntes del subsuelo (1864). Esta última es una novela corta basada en el testimonio de un cualquiera –o, lo que es lo mismo, de todos y cada uno de nosotros– que, alienado socialmente y paralizado por su propia insignificancia, cuenta la historia de su torturada vida. Con amarga ironía, describe su negativa a convertirse en un trabajador en el «hormiguero» de la sociedad y su retiro gradual a una existencia marginada, irracional e incomprendida.
Esta obra es fundamental para comprender el espíritu dolorido y pesimista del errante Dostoievski. El hombre del subsuelo resultará un paradigma inequívoco de muchos de los antihéroes y fuente de la que beben las historias que dominarán la novela del siglo XX.
En esta época también escribiría algún cuento breve, como El cocodrilo, incluido en el recopilatorio Cuentos rusos clásicos .

Dostoievski seguía totalmente enganchado al juego. Durante un viaje que decidió emprender por Europa recaló en Wiesbaden, donde visitó el casino de la ciudad. Allí jugó a la ruleta y ganó la asombrosa suma de diez mil francos, algo que lo condujo irremediablemente a seguir atrapado en el abismo del juego. Aquella adicción lo acabaría arruinando, pero le permitió escribir una de sus principales y más elogiadas novelas, El jugador (1866), de la cual hablaremos más adelante.
De regreso a San Petersburgo, Dostoievski empezó a escribir una de sus obras capitales, Crimen y Castigo, publicada por entregas en una revista. Las deudas del escritor eran cada vez mayores por lo que en 1866 las circunstancias lo obligaron a firmar un contrato en el que se establecía que los 3.000 rublos que recibiría Dostoievski como pago deberían pasar directamente a manos de sus acreedores.
El contrato también estipulaba que la revista se quedaría con los derechos de edición de todas sus obras y se establecía el compromiso por parte del autor de entregar una novela nueva aquel mismo año. De no entregar la novela en el plazo establecido, Dostoievski debería pagar una multa, y de no entregarla definitivamente en diciembre, el autor perdería todos los derechos patrimoniales sobre sus obras.

Así, para lograr tener a tiempo su novela, Dostoievski contrato a una hábil mecanógrafa llamada Anna Grigórievna Snítkina a quien dictó El jugador en tan solo veinte días. El gran novelista dictó una historia vibrante, insolente y plena de emociones que ya tenía prodigiosamente orquestada en su cabeza.
Un lenguaje áspero, directo y sin tapujos revela a un Dostoievski en estado de gracia, ofreciéndonos una historia apresurada, un autor atormentado, un tiempo convulso…, en esta edición ilustrada por Fernando Vicente, la mirada poética y sus metáforas visuales potencian la belleza y frescura del relato.
Pero vayamos a su mítica obra Crimen y castigo. Aquí, la culpa, la moral, la justicia y el perdón son los temas primordiales, a través de la historia protagonizada por Rodión Románovich Raskólnikov, un estudiante de veintitrés años miembro de una humilde familia del interior de la Rusia imperial quien, tras asesinar a una vieja usurera y a su hermanastra, es condenado a ocho años de prisión en Siberia. Al final, víctima del remordimiento y la culpa, el joven será redimido por el amor de su novia, Sonia. La novela acabaría convirtiéndose en un clásico de la literatura universal.
Su otra obra cumbre sería Los hermanos Karamázov (1880).
Al final Dostoievski se casó con su antigua mecanógrafa, Anna Grigórievna, con la que tuvo cuatro hijos. El escritor moriría en San Petersburgo un día tal como hoy, el 9 de febrero de 1881, de una hemorragia pulmonar asociada a un enfisema y a un ataque epiléptico. Dostoievski fue enterrado en el cementerio Tijvin, en el monasterio de Alejandro Nevski, en San Petersburgo.
Aquel día, su viuda, Grigórievna, (que se convertiría en editora y distribuidora de los libros de su esposo), señaló que «los diferentes partidos se reconciliaron en el dolor común y en el deseo de rendir el último homenaje al célebre escritor», y ya en 1927, el autor ruso Alekséi Rémizov afirmó desde su exilio en París: «Dostoievski es Rusia. Rusia no existe sin Dostoievsky».
Es difícil encontrar alguna persona a la que no le pueda interesar alguno de los temas de Dostoievsky: la culpa, la soledad, los juegos de azar, la muerte y, por supuesto, Rusia. O dicho de otra manera, es difícil encontrar a alguien a quién no le recomendemos leer a Dostoievsky.
Quizás hoy puede ser un buen día para viajar a la Rusia de hace siglo y medio.