La teoría de la evolución constituye hoy en día la base de la biología y de la antropología física. El modelo vigente fue postulado en 1859 por Charles Darwin, quien mostró que las especies divergieron unas de otras y trazó un «árbol de la vida» que recorre todo el tiempo geológico.
¿Qué es la evolución?
Es el proceso por el cual los organismos cambian a lo largo de las generaciones. Es un proceso complejo, pues un antepasado puede serlo de muchos descendientes distintos; así, por ejemplo, una de las primeras aves conocidas, Archaeopteryx, que vivió hace 150 m.a., es quizá el antepasado de las 10 000 especies de aves de la actualidad. La combinación de una serie única de adaptaciones –alas, plumas, esqueleto ligero, vista excelente– fue pues el foco de una extraordinaria radiación evolutiva, al explotar las primeras aves las nuevas oportunidades que ofrecía la capacidad de volar. El mecanismo clave de la evolución es la selección natural, por la que los miembros de una especie mejor adaptados a su medio sobreviven, se reproducen y transmiten sus características a su descendencia, en un ciclo que acaba dando lugar a especies que son completamente nuevas.
Charles Darwin
Charles Darwin (1809–1882) fue uno de los científicos más importantes del siglo XIX. Su obra El origen de las especies, publicada en 1859, causó gran sensación. En ella desarrollaba la teoría de la evolución, que ya había publicado junto con Alfred Russel Wallace en 1858. Mostraba cómo todas las especies existentes están emparentadas y cómo su distribución geográfica refleja sus relaciones. Explicaba el parentesco de los organismos fósiles con los actuales, y que todas las formas de vida están vinculadas en un único «árbol de la vida». Darwin propuso el modelo de evolución por selección natural, o «supervivencia de los más aptos», como lo llamaron otros, basándose en sus estudios de ecología y en sus experimentos con la cría de animales.
Genes y herencia
Darwin sabía que la evolución solo podía funcionar si había herencia. Él no conoció la genética moderna, pero a lo largo del siglo XX quedó claro que el código genético que buscaba se encontraba en los cromosomas del núcleo de casi todas las células de los seres vivos. Cada célula humana posee entre 20 000 y 25 000 genes, cada uno de los cuales contiene instrucciones codificadas para características específicas. Tales códigos se hallan principalmente en forma de moléculas de ADN, cada una de las cuales comprende cuatro bases químicas dispuestas por pares. Cada gen está codificado en una secuencia específica de pares de bases.
Adaptabilidad
La clave de la evolución reside en la variabilidad de los seres vivos. Basta con observar a cualquier grupo de personas: unas son morenas, otras rubias; unas son altas, otras bajas. La variación normal de los rasgos físicos dentro de una misma especie puede ser amplia. Las adaptaciones son características de los organismos que les resultan útiles para una función particular. De esta forma, los primates desarrollaron la visión binocular y un cerebro grande para poder desenvolverse en el medio selvático. Muchos primates tienen brazos largos y fuertes, y manos y pies con pulgares oponibles para agarrarse a las ramas y desplazarse por los árboles; la cola prensil de algunos monos tiene esta misma función. Las adaptaciones cambian constantemente junto con el medio que habita cada especie. Si la temperatura desciende, por ejemplo, los individuos que tienen el pelo más largo tendrán ventaja sobre los de pelo corto y, por tanto, se volverán más abundantes.
¿Qué es una especie?
Una especie es una población separada de organismos que no se cruzan en condiciones naturales con otros grupos. Así consideradas, puede haber más de 10 millones de especies vivas hoy en la Tierra. Unas 5000 son de mamíferos, y de estas, 435 son de primates. Sin embargo, cada individuo de una misma especie es distinto, y los genomas evolucionan con el tiempo. ¿Cuánto debe diferir un grupo para considerarse una especie aparte? Los miembros de especies distintas pueden cruzarse, si no se han alejado demasiado genéticamente. Algunas solo lo hacen por intervención humana: la mula y el burdégano, por ejemplo, resultan del cruce de yegua y burro o caballo y burra, respectivamente, pero son estériles. Otras especies sí se cruzan con éxito naturalmente, como hoy sabemos sucedió con Homo sapiens y los neandertales, y con otras especies humanas antiguas.
Clasificación
La clasificación, o taxonomía, es la ciencia que identifica a los seres vivos y los ordena en grupos según sus relaciones evolutivas. Los métodos de clasificación actuales tratan de averiguar el ancestro o ancestros comunes de todas las formas de vida de la Tierra.
Tipos de clasificación
Los primeros sistemas de clasificación agrupaban a los seres vivos en función de su semejanza general, y el botánico sueco Carlos Linneo (1707–1778) ideó el sistema que sigue utilizándose hoy en día. Linneo estableció unas categorías formales basadas en rasgos morfológicos comunes (forma y estructura), en una jerarquía de inclusividad creciente, desde la especie hasta el reino. Desde comienzos del siglo XX, se fue imponiendo la clasificación basada en las relaciones evolutivas entre organismos.
Este enfoque filogenético dispone a los seres vivos en grupos llamados clados, según la morfología y los caracteres genéticos, y supone que una característica compartida por un solo grupo de organismos indica una relación evolutiva más próxima entre ellos y un antepasado común más reciente. La filogenética (o cladística) ha traído muchos cambios a la clasificación de muchos organismos. Las aves, por ejemplo, hoy se encuadran como un grupo dentro de los dinosaurios. Linneo eligió el latín como idioma para su sistema de clasificación; hoy lo siguen utilizando la mayoría de los taxonomistas. Cada especie tiene un nombre compuesto latino único, que identifica el género y la especie. Así, por ejemplo, todos los humanos, especies fósiles incluidas, comparten el nombre de género Homo, pero solo a los humanos actuales se les conoce como Homo sapiens («hombre sabio»).
El árbol de los primates
Cuanto más tiempo lleven separados dos grupos de seres vivos, mayor será la diferencia entre su ADN; así se puede calcular, con ciertas reservas, el tiempo transcurrido desde la divergencia a partir de un ancestro común. Este concepto se conoce como reloj molecular. No obstante, pruebas diferentes arrojan resultados ligeramente distintos, y las estimaciones de la fecha de la divergencia pueden variar hasta en varios millones de años.
El registro fósil de los primates sirve para establecer un tiempo mínimo para la divergencia de dos grupos, aplicando la datación radiométrica para calcular la edad de fósiles distintos morfológicamente, y ayudando así a ajustar el reloj. El pariente más cercano de los humanos es el chimpancé, del que nos separamos hace 10–7 m.a.; más lejano es nuestro parentesco con gálagos y lémures. El ancestro común de todos los primates vivió durante el Cretácico.
El texto y las imágenes de esta entrada son un fragmento de “Evolución. Historia de la humanidad»
Evolución 2ª Edición. Historia de la humanidad- Alice Roberts – Akal
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