Recientemente hemos recibido la noticia de un intento por parte de los Estados Unidos y Cuba por «normalizar» sus relaciones diplomáticas. Y es que desde El 1960 Estados Unidos ha sometido a un embargo comercial, económico y financiero a Cuba. El bloqueo perdura hasta el día de hoy, y sus causas son múltiples, aunque la respuesta oficial es que fue un castigo a las expropiaciones por parte del gobierno soberano de la República de Cuba de propiedades de ciudadanos y compañías estadounidenses en la isla tras la Revolución cubana.
Tras la Revolución cubana de 1959, las relaciones se deterioraron substancialmente, y han estado marcadas desde entonces por la tensión y la confrontación. Tampoco hay que olvidar que cuba también era el territorio comunista más cercano a Estados Unidos, la gran potencia donde el libre mercado. Y es por ello que Estados Unidos siempre se ha esforzado por dividir la intelectualidad cubana, crear en ella un frente contrarrevolucionario y así poder tener más influencia en la política interior de la isla.
Muestra de esas tensiones políticas entre las dos naciones es la vida de Raúl Antonio Capote Fernández, autor de Enemigo. Capote, identificado como el agente Daniel en los Órganos de la Seguridad del Estado cubano, fue reclutado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y durante siete años permaneció en sus filas registrado con el nombre de Pablo.
Pero su narración no intenta desvelar los entresijos del contraespionaje, no es la tradicional aventura de espías y cazadores de espías, no es el acostumbrado testimonio contado por un exagente secreto. La historia que se narra aquí es real y forma parte de la epopeya del pueblo cubano, de la lucha de un pequeño país contra un gran país que siempre ha ambicionado dominarlo y poseerlo. Esta es apenas una escaramuza en esta batalla de David contra Goliat, contada por uno de sus protagonistas.