Los filósofos españoles Carlos Fernández Liria y Luis Alegre recibieron, por su obra El orden de ‘El Capital’, el Premio Libertador al Pensamiento Crítico que otorga el Ministerio de Cultura de Venezuela. A continuación reproducimos un fragmento de esta obra.
¿Dónde hay que buscar la clave de esa realidad económica? ¿Qué hay qué preguntar para sacar a la luz las leyes que rigen la sociedad moderna?
En un primer momento, parece que Marx va a centrar su análisis en el terreno del mercado y, para ello, construye el concepto de valor. En efecto, parece que Marx, con el análisis del valor, sigue el hilo conductor que impone la idea de mercancía, es decir, la pauta de los intercambios individuales. En definitiva, al menos según el modo como la sociedad moderna se representa a sí misma, las interacciones entre cualquier miembro de la sociedad civil y cualquier otro han de considerarse no sólo como relación económica fundamental, sino como la única relación social constitutiva.
Sin embargo, en el Libro III, termina resultando que «el valor» presta sus servicios teóricos ante todo en lo relativo a «los totales». Así pues, se ha abandonado por el camino la pauta de los intercambios individuales que corresponde (por definición) a la idea de mercado y se ha desplazado la investigación por completo a otro terreno. No es que se haya abandonado la cuestión del «valor». Por el contrario, sigue siendo recurrente en todo momento la referencia a la cantidad de trabajo que cuesta producir las cosas. Pero la centralidad de este asunto aparece ahora a través de cuestiones como la tasa o la masa de plusvalor, que, en definitiva, no tratan de explicar nada respecto al mercado, sino respecto a cómo el capital logra como sistema apropiarse del tiempo de trabajo humano.
En el instante en que aparece en escena la «fuerza de trabajo», Marx pone patas arriba el terreno en el que se desenvolvía la teoría económica. El principio más firmemente asentado en la economía vulgar salta por los aires: por más vueltas que se le dé al mercado, al intercambio, a la concurrencia y a los contratos libremente consentidos, no se va a encontrar ahí la clave de la sociedad moderna. Por el contrario, en el momento en que es posible comprar y vender «fuerza de trabajo», la clave hay que buscarla en la oposición que enfrenta, como clase, a los vendedores y compradores de esa mercancía y en el uso que se hace de ella en la producción.