A pocos les resultará desconocido el uso pedagógico y catequístico que tenía el arte en la Edad Media. Que todo el mundo sabe que, en grueso, la humanidad era analfabeta y, para poder transmitir conocimiento (y no había conocimiento más allá de la palabra de dios), los clérigos se apoyaban en las manifestaciones artísticas que decoraban las edificaciones religiosas y, por ello, cumplían la doble función pedagógica y ornamental. Desde esta premisa es relativamente sencillo descifrar la simbología presente en el arte de esa época o reconocer personajes y escenas representadas.
Ahora bien, seguro que no es algo tan extendido que los clérigos encargados de dictar los programas escultóricos asumieron los principios estéticos de los tratados de retórica: se ocuparon de trazar Los rostros de las palabras. Esta nueva clave, la que nos indica que las palabras y el arte plástico tenían los mismos principios estéticos, nos ofrece la posibilidad de avanzar un paso más en la comprensión del arte medieval.
Y así nos lo muestra Rocío Sánchez Ameijeiras en su Los rostros de las palabras. Imágenes y teoría literaria en el Occidente medieval partiendo del análisis de la catedral de León y los Códices de las Historias de las Cantigas de Santa María para lanzar puentes entre el discurso visual y el escrito, entre la literatura y las imágenes, definir las imágenes en verso.
Sánchez Ameijeiras nos ha dado la posibilidad de mirar las palabras que nos legó la época medieval a la cara.