Tal día como hoy, un 5 de marzo de 1953, moría con 74 años de una hemorragia cerebral Iósif Stalin. Había gobernado la URSS durante tres décadas y su figura será clave para conocer el siglo XX.
Tras la “Gran Revolución Socialista de Octubre”, en 1917, y bajo los tres ejes de “La paz para los pueblos, la tierra para los campesinos y el poder para los soviets”, la cúpula soviética quedó establecida así:
Lenin fue el presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo, Trosky estaba al frente del Comité Militar Revolucionario y Stalin se convirtió en Comisario del Pueblo para las Nacionalidades y la Inspección de Obreros y Campesinos.
Cuatro años después, en el transcurso del XI Congreso del Partido, el 4 de abril de 1922, Stalin fue nombrado Secretario General del Comité Central directamente por Lenin.
Lenin murió a principios de 1924, comenzando así la lucha por la sucesión en la dirección. En 1928, Stalin termina acumulando el gran poder de la Unión Soviética y establece una economía planificada muy centralizada y determinada por planes quinquenales que iniciaron un período de rápida industrialización y de colectivización económica en el campo. Como resultado, la Unión Soviética pasó de ser una sociedad mayoritariamente agraria a una gran potencia industrial, siendo ésta la base de su aparición como segunda mayor economía del mundo después de la Segunda Guerra Mundial.
Odiado y admirado a partes iguales. Cualquiera de nosotros habrá oído hablar de las purgas de Stalin, pero también de éxito para lograr derrocar al nazismo. No olvidemos que fue candidato al Premio Nobel de la Paz los años 1945 y 1948 por sus esfuerzo para poner fin a la Segunda Guerra Mundial. También conocemos sobre sus conspiraciones en el poder y por mantenerse en él, de su crueldad, de sus gulags, y también de su capacidad para lograr el despegue económico de la Unión Soviética, junto con las hambrunas de 1932 y 1934.
Una encuesta de hace diez años en su país revelaba que el 47% lo consideraba “un líder sabio que trajo poderío y prosperidad a la Unión Soviética” y un 30% afirmaba que “nuestro pueblo necesitará un líder como Stalin, que vendrá a restaurar el orden” (H. Kissinger, Orden Mundial, Ciudad de México, Debate, 2016, pp. 65 y 386).
En los catálogos de las editoriales hay numerosos libros sobre la vida y su labor al frente de la Unión Soviética, sin embargo, muy pocos de nosotros habremos leído, sin mediaciones, lo que decía o escribía Stalin. Es evidente que lo que un líder escribe o dice no necesariamente es lo que luego pone en práctica, pero también es verdad que no se le puede conocer si no conocemos lo que dejó dicho y escrito.
A lo largo de su vida, Stalin escribió una veintena de obras, pocas traducidas al español y la mayoría difíciles de conseguir a día de hoy.
De ahí el mérito del investigador mexicano y profesor de Derecho Internacional Público Borja García Vázquez de recopilar de forma sistemática y clasificar en sus correspondientes apartados, textos, adagios, extractos, discursos, intervenciones y todo tipo de documentos en los que se reflejaran las palabras de Iosef Stalin. El resultado es el libro Citas de Stalin, que cuenta con un polémico epílogo (no podría ser de otra manera teniendo en cuenta el tema y el autor) de Slavoj Zizek, bajo el provocador título: El estalinismo revisado, o cómo Stalin salvó la humanidad del hombre.