Los pasados de la revolución

El día en que Lenin danzó sobre la nieve: Sobre Los pasados de la revolución, de Edgar Straehle

Héctor Ortega

“En una Historia de España, donde leía siendo niño, aprendí que lo mismo da triunfar que hacer gloriosa la derrota1

Valle-Inclán

“Conceptos reaccionarios que se agregan a una emoción revolucionaria dan por resultado la mentalidad fascista” 2

W. Reich

Cuentan la anécdota3 que Vladimir Lenin, en 1917, habría salido de su oficina sita en el Instituto Smonly en Petrogrado para danzar sobre la nieve delante del Palacio de Invierno para celebrar los 72 días de su asalto. Y no era un motivo menor, los bolcheviques habían logrado aguantar más que lo que pudo hacerlo la Comuna de París en 1871, sin embargo, en ese momento no sopechaban que el proyecto politico que habían iniciado duraría, no 72 días, sino que más de 72 años. Esta relato, nos sirve para constatar dos cosas: por un lado, el hecho de la memoria, cómo  el fogonazo revolucionario de la Comuna, pese a lo breve, seguía siendo una referencia y fuerza de inspiración principal de los revolucionarios socialistas, y, por el otro, de cómo la incipiente revolución rusa se contemplaba a sí misma de manera frágil e incierta, como, imaginamos, los pasos de Lenin mientras danzaba en la nieve.

La editorial Akal acaba de publicar a primeros de 2024 el libro de Edgar Straehle Los pasados de la revolución: Los múltiples caminos de la memoria revolucionaria, Premio Internacional Memorial Walter Benjamin. Nos felicitamos por ello, tanto por el continúo afán de la editorial Akal por presentar obras de autores clásicos y de referencia, como, en este caso, abrir su espacio para que jóvenes investigadores puedan presentarnos las suyas, sin menoscabo alguno de la rigurosidad e interés en los temas tratados.

Aquí nos encontramos con un autor y una obra de no fácil clasificación en el ámbito hispano al uso. Edgar Straehle es una de esas “rara avis” que escasean en el panorama intelectual español. Rasgos como su exhaustiva obsesión académica, si se me permite, la vertiente “germánica”, por la fundamentación y rigor en el uso de las fuentes o, en roman paladino, se lo lee todo, en varios idiomas y dejando decir a los autores lo que quisieron decir, sin buscar arrimar la ascua a sus opiniones o ideas. 

Eso, sin embargo, no significa que nos encontremos ante un manual de historia al uso, en este caso, el autor, siguiendo con los paralelismos, en su vertiente “francesa”, no pretende agotar los temas llegando a conclusiones que, buscando una coherencia programática lineal, traten de desproblematizar un tema tan denso, contradictorio y múltiple como puedan ser, en este caso, las diferentes memorias o usos históricos de fenómenos políticos, tan polémicos, como puedan ser los constantes procesos de trasformación política que, en la sociedades modernas, solemos conocer como revolucionarios cuando su intensidad traspasa lo meramente evolutivo. Y como autor asentado en las bravas aguas de la historiografía española, en concreto, desde Cataluña, se sabe consciente de que cualquier tema tratado en España siempre será interpretado como una pedrada contra el muro de alguna de las historias oficiales que pugnan por imponerse, tanto desde ámbitos soberanistas como centralistas, cuando no influidas directamente por las nuevas corrientes internacionales reaccionarias4.

Abundando en lo excepcional de la obra, el libro atraviesa tanto el campo histórico, de los hechos y relatos, como se detiene sobre el campo filosófico, analizando ideas y conceptos. Por si esto no fuese suficiente, se nos presenta un collage5 de temas en los que las ideas de la revolución y la memoria aparecen como un hilo rojo que atraviesa épocas, temáticas y autores en lo que la visión poliédrica no deja de crecer y de reajustarse.

Para que no nos perdamos, Edgar dedica varios capítulos a reflexionar sobre lo expuesto, en un tratamiento filosófico historiográfico de los que nos ha ido exponiendo. En un viaje que nos trasladará desde la Revolución francesa, sin olvidar precedentes como la Gloriosa inglesa de 1688 o las revueltas campesinas alemanas del s.XVI, pasando por la norteamericana de 1776, las 1830, la alemana de 1848, la Comuna de 1971, la Revolución rusa, la Revolución cultural maoísta, el mayo del 68 hasta llegar al reciente 15-M. Todo rastreado a través de los principales actores y teóricos que vivieron o trataron esos procesos, la nómina es tan extensa que dejamos al lector que los vaya descubriendo por sí mismo, no le haría justicia señalar unos pocos aquí.

Sobre la revolución podría decirse que esta, a menudo, se interpreta, desde una vertiente progresista, como un salto al vacío sin pasado, en el que el futuro vendrá preñado de soluciones utópicas por sí mismo; mientras que, por el contrario, desde la extrema derecha se obedece a “posturas nacionalistas actuales que tienen la intención de apropiarse de la memoria de la comunidad y sitúan su referente político en un pasado idealizado o directamente inexistente” 6

Esta paradoja, nos sitúa ante unas izquierdas absortas en una especie de melancolía refractaria, de una prometida revolución que no llega pero que se espera, mientras que, a la vez, las extremas derechas se agitan exacerbadas por una revolución socialista que ven triunfante en el presente, esto las lleva  a recrearse en un “pasadismo” nostálgico, al que, desde su revolución reaccionaria, quiere retrotraer el presente-futuro a sus edades, imaginadas, doradas, o en proponer una contrarrevolución que acabe con lo iniciado por la Ilustración y la Revolución francesa, de los que lo demás sólo serían corrientes, más o menos intensas.

En el caso progresista, el fracaso del bloque del Este, y el impacto que causó el proceso de desestanilización, provocó una profunda herida, que supo sintetizar en un frase de Fedrick Jameson 7en la que “hoy en día es más fácil imaginar el fin del mundo que el del capitalismo” y que habría sido positivizada en el artículo de Francis Fukuyama con el pomposo rótulo de Fin de la Historia. Así, nuestra época contemporánea estaría cargada por un presente gris eternizado, que como apunta Edgar, por boca de Franco Berradi, Bifo, y Mark Fisher significará “la lenta cancelación del futuro como un síntoma característico de los tiempos contemporáneos” en los que “la sensación de no future es cada vez más creciente y desesperante8

Para romper con esta espiral melancólica, Straehle nos propone una nueva mirada a los procesos revolucionarios, un encuentro con un pasado, que pese a lo que pueda parecer, sobre todo dada la patrimonialización que tratan de hacer las derechas sobre el mismo, está cargado con ejemplos valiosos, entre ellos, que las diferentes revoluciones tuvieron sus referentes históricos, se hizo memoria de ellas  alimentado otros recorridos revolucionarios con su ejemplo, sin necesidad de “esperar al futuro”: “ A menudo se tiende a pensar que las miradas hacia el futuro y hacia el pasado son contrarias, incompatibles o excluyentes, concepción que previene de un mal conocimiento de la historia de la experiencia revolucionaria que en estas páginas se quiere remediar. Por decirlo paradójicamente, la tradición no solo del pasado sino también del futuro y, con ello, de la ruptura y de la trasformación. Era desde ese pasado, o esos pasados, desde donde se enfocaba y se quería labrar un nuevo porvenir”9

Así, son múltiples los hechos descritos, autores y épocas tratadas, no por casualidad el libro se cierra con dos capítulos de las “otras memorias”, las más olvidadas, en torno a la revolución feminista y a la revolución abolicionista, antirracista, que han padecido una postergación secular, salvo las honrosas excepciones, que han permitido que lleguen hasta nosotros:

“Somos vuestros iguales, pues, por derecho natural, y si la naturaleza se complace en diversificar los colores dentro de la raza humana, ni es un delito ser negro ni una ventaja ser blanco”10 1792

“La más grande, la más considerable revolución que se ha realizado en la humanidad; no habrá tenido igual. Esta revolución será emninentemente fructífera, porque será pacífica. Para que se produzca, no se necesitan barricadas, ni pólvora, ni dinamita, ni derramamiento de sangre. Se hace en las conciencias y srá sancionada por las leyes, que le darán su fórmula definitiva”111889

Estos procesos revolucionarios no dejaron de producir diferentes reacciones en su contra tratando de enterrarlos, una de las más dramáticas contrarrevoluciones que ha sufrido la humanidad ha sido, sin duda, la llegada al poder del nazismo y del fascismo, que en un primer momento, aupados por corrientes conservadoras y tradicionalistas, acabaron por proponer su propia revolución´- “trabajo, familia, patria” – que, hoy a través de tantos medios, se nos sigue proponiendo -“Dios, patria y familia”-, un neofascismo que estratégicamente niegan para llegar a las mayorías, porque conserva, a todas luces, la memoria de la revolución conservadora a través de obras como la de Alain de Benoist, Aleksandr Duguin o por la acción política de los WASP. Los ecos de Mussolini hoy nos llegan enfrentados, como antaño, “a las élites, el globalismo, la inmigración o el feminismo”, en palabras de Mussolini:

“Representamos un principio nuevo en el mundo; representamos la antítesis neta, categórica, definitiva, de todo el mundo de la democracia, de la plutocracia, de la masonería; por decirlo en una palabra, de todo el mundo de los inmortales principios del 89” Mussolini12

Ante esto se opuso un frente revolucionario, desde la URSS, China, los EEUU o la llamada Europa libre, que tuvo que hacer memoria de sus diferentes revoluciones, así el paradigmático discurso que nos trae Edgar, por nada menos que el vicepresidente norteamericano Wallance que, en 1942, se conoció como The Century of the Common Man:

“La marcha de la libertad de los últimos 150 años ha sido una larga revolución popular. En esta Gran Revolución de los pueblos están la Revolución americana de 1975, la Revolución francesa de 1792, las revoluciones latinoamericanas de la era bolivariana, la Revolución alemana de 1948 y la Revolución rusa de 1917”13

Para concluir, es de agradecer lo cuidado del texto, las múltiples referencias bibliográficas, y, no menos importante, la inclusión de numerosas representaciones gráficas, e incluso la atención a los himnos revolucionarios, a través de los cuales las ideas fuerzas aparecen marchando al compás según los intereses del grupo que la entona. Todo ello engrandece esta obra coral dotada de un enorme potencial para que no tomemos a la ligera el término “revolución”, del que tanto se está abusando en nuestra época, nuestro “pasado presente” y “presente futuro”, en dónde están escaseado las mismas. Paradójicamente, por el contrario, en las que más personas y grupos se presentan a sí mismos como “auténticamente revolucionarios”. Mientras que, por otro lado, se ridiculiza el “individualismo victimista” de la memoria, cuando, como nos revela Straehle, sea, quizá, en la memoria, en su mantenimiento, en su discreto devenir, la que porte la llama de lo auténtica historia vivida, de un originario acontecer, desde dónde se puedan avivar nuevos focos revolucionarios de un “presente futuro” que yendo “despacio, porque se va lejos” se haya aprendido de la paradojas y errores que han escondido las revoluciones incendiarias, y no por ello dejar de enfrentar las contrarrevoluciones trágicas.

No sabemos que música sonaba mientras Lenin danzaba, aunque me atrevería a señalar que, si alguien quiere escuchar el lejano eco de su melodía, debe dejarse llevar por el compás de la lectura de esta obra, sin duda, le acabará llegando.

Héctor Ortega es Licenciado en Derecho y sindicalista.

  1. Frase que se encuentra en su novela Sonata de Estío. Memorias del Marqués de Bradomín. ↩︎
  2.  Psicología de masas del fascismo, citado por Philippe Lacoue-Labarthe y Jean-Luc Nancy en El mito nazi, Ed. Anthropos, 2ºed 2011, p. 23. ↩︎
  3. Edgar nos refiera la misma en Los pasados de la ervolución. P. 249. También se encuentra una maor explicación de este hecho en Lenin fue a bailar en la nieve para celebrar la Comuna de París y la República Soviética | Boletín 21 (2021) (thetricontinental.org) consultado el 06/05/2024 ↩︎
  4. Recordemos la importante intervención de Edgar Straehlee n el debate suscitado tras la publicación del libro de Roca Braea Imperofobia. ↩︎
  5. La obra recoge una serie de ensayos revisados en su mayoría, que han sido tratados por Edgar Straehle en otros tiempos y lugares, pero que al aparecer en una obra de conjunto adquieren otro prisma y potencia, en como decimos, sus intersecciones sobre la memoria, la revolución y lo historiográfico. ↩︎
  6. E. Straehle, Los pasados de la revolución. Pg. 47 ↩︎
  7. E. Straehle Los pasados. Pg 44 F. Frase normalmente atribuida a Mark Ficher. ↩︎
  8. E. Straehle Los pasados pg 44-45 ↩︎
  9. E. Straehle Los pasados pg 48 ↩︎
  10. Carta de los sublevados haitianos Biassou, Jean-François y Belair mandaron a la Asamblea Nacional Francesa en julio de 1792, E. Straehle, Los pasados  pg.544 ↩︎
  11. M. Derasimes, “Sénace d´Overture”, Congrès français et international du droit des femmes, París, Dentu, 1889,p.10 >Citado por E. Straehle Los pasados de la revolución….pg. 511. ↩︎
  12. B. Mussolini, El espíritu de la revolución fascista., Ediciones informes, 1976, p.22 Citado por E. Straehle en Pasados. 517 ↩︎
  13. H.A. Wallace, Century of the Common Man, Nueva York, International Workers Order, 1943, p. 24. Recogido por E. Straehle Los pasados. P. 534. ↩︎

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