Los duelistas

Los duelistas, o el viaje de Joseph Conrad a la locura viril de la Francia napoleónica

Pascual Serrano

Dos oficiales franceses, Feraud y D´Hubert, se sumergen en una obsesiva y enfermiza confrontación a muerte durante años. El honor, el orgullo, la presión social de la Francia napoléonica y postnapoléónica, la atmósfera testosterónica militar son las vías por las que circula la historia de Los duelistas. Esta narración de Joseph Conrad convierte en creíble lo que, en los instantes en que el lector levanta la cabeza del libro, considera que no debería ser racional ni verosimil. 

Los duelistas

En algún momento uno llega a pensar cuántos momentos de la historia han podido suceder por el empecinamiento estúpido de hombres violentos y poderosos. Como dice Conrad, quizás comprendemos “la guerra en la forma más simplista, como un conjunto de disputas personales, una especie de duelo gregario”. 

En estos tiempos en los que denunciamos el papel sumiso y alienado de la mujer en la historia y la necesidad de acabar con ello, esta historia sobre hombres y violencia nos muestra la asfixiante atmósfera de la Francia de la época en la que el hombre se convierte también en un muñeco dominado por convenciones e imperativos de honor, violencia y soberbia. 

Impresiona cómo no hay nadie en la sociedad francesa de la época con el suficiente sentido común para parar esa locura de odio y suicidio entre los dos hombres: “Cuando se les preguntó que, si esta vez los adversarios consideraban saldada su diferencia, expresaron el convencimiento de que era esta de tal naturaleza que solo podría liquidarse con la vida de una de las partes”. 

De ahí que uno no logre separar bien cuánto de la locura es fruto del entorno social y cuánto, de la individual estupidez de los protagonistas, especialmente de uno de ellos. Otro de los méritos de Joseph Conrad como explorador de la vulnerabilidad e inestabilidad moral del ser humano. 

La ceguera y el odio patológico de los protagonistas hace recordar en algún momento al capitán Ahab de Moby Dick. ¿Existe algo más absurdo que tener como un único sentido de tu vida destruir al otro?

A todo ello añadir el mérito de convertirnos en testigos del momento histórico de Francia. Así, por ejemplo, la obra nos sirve, a pesar de su presencia fugaz, para confirmarnos en la miseria de Joseph Fouché, en ese momento jefe de la policía en la restauración monárquica. 

Y no podemos olvidar las ilustraciones de Iban Barrenetxea que acompañan esta edición. 

Sin hacerles spoiler, y a pesar de toda la locura, Joseph Conrad sigue apostando por el amor. Es más, quizá la única posible salvación procede del amor. 

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