¿Qué lectura puede hacerse de El Capital en el siglo XXI? Ciertamente, los tiempos que corren no invitan a la lectura reflexiva de este gran estudio económico y parece que, en un ejercicio de reminiscencia, encontramos varios baches que esquivar en lo que ha sido, aparentemente, una errónea interpretación de las teorías postuladas por Marx. En este sentido, Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero replantean un posible diálogo entre marxismo e Ilustración en su obra El orden de El Capital, aunque, antes de enfrascarnos en la lectura de este libro, hagamos como Enrique Palazuelos en el estudio preliminar de El Capital, donde destaca las tres claves que contextualizan esta obra:
- Tiempo de auge económico: Inglaterra, la economía de permanente referencia para Marx, elabora un nuevo sistema económico que fundamenta su actividad productiva en la industria mecanizada y tenía como premisas básicas la producción de mercancías y el trabajo asalariado. El tiempo histórico en el que Marx elaboró El Capital fue un período de fuerte crecimiento económico y de rápida ampliación del mercado mundial, hasta que en los años setenta emergieron los síntomas de agotamiento que finalmente quebraron aquella dinámica de acumulación capitalista.
- Tiempo de autoritarismo político: la vida de Marx discurrió en un tiempo de avatares políticos. Nació en plena resaca del absolutismo prusiano y durante su juventud apoyó las opciones liberales. Tras adherirse a las filas demócrata-radicales, después se hizo comunista y participó en los movimientos revolucionarios de 1848, sufriendo los estragos de la derrota con sucesivas expulsiones de varios países. Más tarde, su exilio londinense transcurrió bajo el sistema victoriano, desde donde analizó las experiencias restauracionistas y participó en la creación de distintas organizaciones obreras. En el ocaso de su vida conoció el fin del bonapartismo, el fugaz triunfo de la Comuna parisina y el sinuoso camino de cambio de aquellos sistemas políticos hacia el constitucionalismo liberal.
- Tiempo de idealización del progreso: en pleno contexto de auge económico, surge la idea de progreso guiada por el convencimiento de que la humanidad se movía a través de una senda lineal e ilimitada de avances. Conforme a ello se creía que la vida natural y la vida social discurrían por similares procesos evolutivos, que eran enteramente cognoscibles, de modo que la ciencia permitiría superar cualquier obstáculo, llegaría a explicar todo tipo de fenómenos y aportaría soluciones a cuantos problemas se presentasen. Tomando el ejemplo de la física newtoniana y del enfoque cartesiano, también los hechos económicos y sociales se podían conocer en su totalidad, siendo plenamente mensurables y explicables mediante casuísticas mecánicas.
Una vez entendido el contexto histórico-ideológico cualquier lector puede realizar una primera aproximación a la gran obra marxiana sin buscar en ella una respuesta directa a los problemas contemporáneos. Ya nos advierte Franck Fischbach en su libro Marx, releer El Capital: es necesaria una actualización de la obra y realizar una adecuada interpretación para evitar errores del pasado, debemos dejar de ver El Capital como un monumento intocable y tratar de continuar la investigación que Marx inaugurara, pero que él mismo no pudo concluir.
Como bien destaca Carlos Fernández Liria, el problema para llevar a cabo esta investigación es que “el capitalismo ha extendido su ofensiva planetaria y ha decidido conquistar también el mundo inteligible, asaltando la universidad y poniéndola al servicio de los intereses del mercado”. Así es como podemos formular una pregunta básica sin obtener respuesta: ¿qué es el capitalismo? En principio, todos deberíamos estar seguros de saberlo, ya que vivimos en este sistema y algunos incluso se mueven en él con gran soltura. No obstante, no cabe duda que la respuesta no es fácil. Quizá la falta de respuesta la encontremos en las facultades de Ciencias Económicas, que se transforman en escuelas de administración de empresas o de técnicas de mercado, donde no se plantean las preguntas básicas.
Por ello, en El orden de El Capital sus autores defienden continuar la investigación iniciada por Marx para conocer qué es el capital, algo que, como ocurre en general con el trabajo teórico, suele interesar bastante poco a quienes buscan saber (o incluso ya saben) cómo manejarse con él con desenvoltura. Este ensayo fue presentado en 1999 por el profesor Carlos Fernández Liria; sin embargo Luis Alegre Zahonero descubrió un pequeño hilo suelto en su argumentación y, tirando de él, el libro entero se deshizo en mil retales que había que volver a componer. Más de una década después la obra ya está publicada. Si queréis conocer por qué, os invitamos a su lectura. Por ahora os dejamos un pequeño aperitivo para abrir el apetito:
«El esquema superestructura-infraestructura, por ejemplo, uno de los pilares más básicos y también más escolastizados del marxismo, tenía que ser enteramente reelaborado. Esto ya lo había hecho Althusser en su artículo Contradicción y sobredeterminación, demostrando que para el marxismo era preciso pensar en serio la autonomía (relativa) de lo superestructural frente a las determinaciones económicas. El caso es que, a este respecto, igual que en tantos otros, la tradición marxista hablaba todo el rato citando a Marx como quien cita la palabra de Dios, pero luego resultaba que sólo se citaba un texto, siempre el mismo, contenido en el Prólogo a la Contribución a la crítica económica política«
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