- Enfoque: Romanticismo oscuro
- Antes:
- 1845 En «El cuervo», poema de Edgar Allan Poe, el ave repite «nunca más», acelerando el descenso a la locura de un amante desconsolado.
- 1850 En La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne, Hester Prynne tiene una hija fuera del matrimonio. La letra escarlata es la A de «adúltera», que debe llevar sobre su vestido.
- 1851 La casa de los siete tejados, también de Hawthorne, explora la culpa, el castigo y la expiación, con alusiones a lo sobrenatural y la brujería.
- Después:
- 1853 En una prefiguración de la literatura existencialista, el copista de Bartleby, el escribiente, de Melville, rechaza cortésmente sus tareas, reduciéndose a la mera existencia.
Melville, hijo de un comerciante importador, nació en 1819 en Nueva York. Comenzó su vida laboral en el último negocio de su padre, y luego enseñó en escuelas locales, trabajó en la granja de su tío y fue empleado de banco. A los 20 años se enroló como grumete en un barco mercante que iba a Liverpool. En 1841 trabajó a bordo del Acushnet, un ballenero. Luego vivió en las islas Marquesas, en el Pacífico Sur, lo que inspiró su primera novela, Taipi. Después sirvió en más balleneros y en una fragata de EE UU. La marinería le proporcionó material para escribir Moby Dick, y Melville pensó que sacaría provecho del interés popular por las aventuras marinas. Pero, para cuando se publicó,el gusto del público se había desplazado hacia las novelas del Oeste, y Moby Dick no tuvo un gran éxito en vida del autor. Murió de un ataque al corazón en 1891.
- Otras obras clave
- 1846 Taipi.
- 1853 Bartleby, el escribiente.
- 1857 El estafador y sus disfraces.
- 1888–1891 Billy Budd (publicada póstumamente en 1924)
Entre principios y mediados del siglo XIX se desarrollaron en EE UU dos ramas del Romanticismo. Una, representada notablemente por Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau, fue el trascendentalismo: un movimiento idealista centrado en la creencia en el alma, o «luz interior», y en la bondad innata del hombre y la naturaleza. La otra fue el llamado «romanticismo oscuro», que adoptó una visión menos optimista de la naturaleza humana; en una reacción contra el idealismo trascendentalista, autores como Edgar Allan Poe, Nathaniel Hawthorne y Herman Melville exploraron a un ser humano propenso al pecado y la autodestrucción.
El lado oscuro
Ambas tendencias reconocían una energía espiritual en la naturaleza, pero si los trascendentalistas la veían como un canal mediador entre Dios y la humanidad, los románticos oscuros eran menos optimistas respecto a la perfectibilidad humana. Veían la naturaleza como manifestación de verdades oscuras y misteriosas que el hombre enfrentaba por su cuenta y riesgo. Con el mismo espíritu pesimista, consideraban utópicos los intentos de reforma social.
En su obra de las décadas de 1830 y 1840, los exponentes del romanticismo oscuro retrataron a menudo a individuos que fracasaban en sus intentos de suscitar un cambio positivo. Atraídos por el horror, lo sobrenatural y lo macabro, así como por el sufrimiento y la tragedia, les fascinaban la propensión humana al mal y las consecuencias psicológicas del pecado, la culpa, la venganza y la locura. Tales elementos, también presentes en la literatura gótica, prepararían el terreno para la literatura de terror moderna. Como las verdades que los románticos oscuros pretendían revelar eran primitivas e irracionales, recurrieron al uso del simbolismo: una forma de expresión que soslaya la pura razón. Edgar Allan Poe escribió relatos y poemas que presentan tétricos motivos como personas enterradas vivas, mansiones decadentes o un cuervo que atormenta psicológicamente al poeta. Nathaniel Hawthorne, que encontró sus propias pesadillas en la hipocresía del puritanismo, escribió sobre la vergüenza y el pecado oculto.
El 5 de agosto de 1850, dos de los grandes autores del romanticismo oscuro, Hawthorne y Melville, se encontraron en el ascenso a un monte en Massachusetts. El joven Melville, inmerso en la escritura de su gran novela ballenera, Moby Dick, se sintió enormemente inspirado por la intensa introspección romántica y el rechazo del conformismo del autor veterano. Más tarde se trasladaría con su esposa e hijos a vivir cerca de Hawthorne, y le dedicaría la novela, en la que se lee: «como muestra de mi admiración por su genio».
La búsqueda de venganza
Rica en lenguaje, peripecias, personajes y simbolismo, y exhibiendo un extraordinario grado de conocimientos sobre el tema marítimo, Moby Dick o La ballena es la primera gran epopeya novelesca estadounidense, y una obra impulsada por una intensa ambición literaria; desde su famosa frase inicial («Llamadme Ismael»), la novela arrastra al lector a seguir la búsqueda del narrador para descubrir un sentido en el «desolado y lloviznoso noviembre» de su alma.
La búsqueda de Ismael va emparejada a la obsesiva y finalmente trágica aventura dirigida por Ajab, el capitán del ballenero Pequod, que surca los mares en busca del gigantesco cachalote albino conocido como Moby Dick, que le amputó una pierna por debajo de la rodilla. Ajab, un «espléndido hombre impío, semejante a un Dios», que ronda por la cubierta con su prótesis hecha de hueso de ballena, emana un carisma satánico. A un profundo nivel psicológico, está inmerso en una batalla con Dios, la presencia inefable detrás de Moby Dick, «la máscara que no razona»: en la visión del mundo de Ajab, todos los objetos representan algo desconocido, inescrutable y maligno. Al atacar a la ballena, ataca a Dios, o a ese agente desconocido. La historia de su obsesión, tal como la relata la novela, es también una indagación en el sentido de la vida y de la muerte, con atisbos sobre cuestiones como la religión y la locura.
La violenta ansia de venganza de Ajab solo se ve atemperada, hacia el final, por sus tiernos sentimientos hacia el joven marinero negro Pip, así como por un breve interludio de nostalgia, cuando deja caer una única lágrima al mar mientras habla con el primer oficial, Starbuck, de sus 40 años de soledad oceánica y piensa en su esposa («hice enviudar a esa pobre muchacha cuando me casé con ella») y su hijo. Pero estas lamentaciones son arrolladas por su sed de venganza, saturada de odio.
Una nación flotante
El Pequod, empezando por su mismo nombre, tiene resonancias alegóricas: los pequod (o pequot) fueron una tribu nativa americana casi exterminada por los colonos puritanos británicos en el siglo XVII. Hay, pues, una alusión a la ruina de una civilización provocada por el insaciable afán de progreso material, la expansión imperial, la supremacía blanca y la explotación de la naturaleza. El barco puede verse como una alegoría del mundo, y de EE UU en particular; y, dado que la obsesión de Ajab contagia a todo el barco, toda una sociedad está implicada.
La tripulación es una mezcla de razas y credos, lo que refleja la universalidad de la visión de Melville. Los tripulantes trabajan juntos y son mutuamente dependientes. La libertad de movimientos y comunicación tiene unos límites jerárquicos de estatus y mando. Esta diversa sociedad flotante está lejos de ser democrática: las distinciones sociales y raciales contribuyen a la desigualdad, y todos a bordo se doblegan a la mano de hierro de Ajab. La diversidad de pensamientos y sentimientos experimentada por la tripulación del ballenero constituye un dramático contrapunto a la monomanía del capitán y a la monolítica energía de la ballena que está decidido a encontrar y matar.
El barco es, además de un navío perseguidor, una fábrica flotante, y Melville era totalmente consciente del paralelismo que los lectores verían entre la nave y el capitalismo de EE UU, la era industrial y la economía de mercado.
La Biblia y la profecía
Moby Dick es el relato épico de una aspiración blasfema (tal como dice Ajab: «No me habléis de blasfemia, señor; golpearía al sol si me insultara»), y utiliza referencias bíblicas para añadir significado a su historia. Sus dos protagonistas, Ismael y Ajab, reciben nombres bíblicos. En el Génesis (16–25), Ismael, hijo ilegítimo del patriarca Abraham, es expulsado a favor del legítimo, Isaac. Al dar este nombre a su narrador, el autor subraya el hecho de que Ismael es un vagabundo y un marginado; su inexperiencia en la caza de ballenas impide que la tripulación lo acepte sin reservas. Ajab, cuya historia se recoge en 1 Reyes 16–22, es un rey que codicia un viñedo y lo obtiene mediante el engaño, y por ello es condenado a un final ignominioso. Su homónimo sigue un patrón similar en Moby Dick, al obtener el éxito de una forma que sella su propia perdición.
Melville, preocupado por las maquinaciones de la suerte y el destino, usa la profecía para crear una sensación ominosa. Antes de que Ismael se enrole en el Pequod, un personaje llamado Elías (otra referencia bíblica) predice un incierto destino para la nave. Más tarde, una profecía del arponero Fedallah presagia las etapas finales del curso de la narración, al decir que el capitán no morirá antes de haber visto dos coches fúnebres: uno «no fabricado por manos mortales» y otro de madera crecida en América, lo cual Ajab interpreta como que sobrevivirá a la travesía.
El fuego del infierno
Cuando conoce al arponero Queequeg, Ismael piensa ásperamente: «Mejor dormir con un caníbal sobrio que con un cristiano borracho». Este descrédito de la ortodoxia cristiana, y de la religión en general, es una idea que recorre la novela. En una escena que recuerda a una misa sacrílega, Ajab reúne a la tripulación en la cubierta y hace que los tres arponeros «paganos» beban de los calces huecos de sus arpones; los llama sus cardenales, y a los cuencos en que beben, cálices, y los exhorta a jurar muerte a Moby Dick. Más adelante, bautiza burlonamente en latín la punta ungida con sangre del arpón que utilizará para ensartar a la ballena: «No te bautizo en el nombre del Padre, sino en nombre del Diablo». Una declaración a la que Melville se referiría, en carta a Hawthorne, como «el lema secreto» del libro. Melville escribió a su amigo: «He escrito un libro endiablado». Y en una carta anterior le decía que su novela había sido «cocinada en el fuego del infierno».
El propio barco, pintado de negro y festoneado con inmensos dientes y huesos de cachalotes, evoca la nave fúnebre de alguna oscura religión tribal. Melville lo describe como «un navío caníbal, que se adornaba con los huesos de sus enemigos capturados». Por la noche, los fuegos usados para fundir la grasa de ballena lo convertían en un «rojo infierno». De este modo, incluso el escenario de la novela adquiere la nota demoníaca que tan a menudo resuena en la acción y los diálogos.
Teatro y poesía
Moby Dick presenta recursos literarios que con frecuencia se asocian más al teatro que a la novela, entre ellos el soliloquio (discurso en que el personaje comparte sus pensamientos directamente con la audiencia), la acotación e incluso, en el capítulo 40 («Medianoche, el castillo»), una breve teatralización. Asimismo, para describir la ambición autodestructiva, Melville se inspiró en el héroe trágico isabelino: Ajab tiene reminiscencias de Macbeth y el rey Lear en su despiadada irracionalidad, y de Hamlet en su ímpetu vengativo. En un ensayo de 1850, Melville aludía a su admiración por los «asuntos profundos y remotos» en Shakespeare y por las verdades vitales expresadas por sus «personajes oscuros». En Moby Dick, Melville utilizó explícitamente recursos shakespearianos, desde los soliloquios ya mencionados (usados con enorme fuerza por Shakespeare), pasando por un lenguaje elevado e intenso, hasta una prosa que en realidad tiene la cadencia del verso libre.
Para el lenguaje de su novela, Melville también extrajo inspiración de El Paraíso perdido, el gran poema épico de John Milton. Y se observan paralelismos asimismo con «La rima del anciano marinero» de Samuel Taylor Coleridge: el albatros abatido por el marinero es una figura equivalente a la ballena de Melville.
Elementos enciclopédicos
El uso de diversos elementos del teatro y la poesía, unido a la pura originalidad que hace de Moby Dick un hito en la narrativa, se ve compensado por los préstamos de otro género literario: la enciclopedia. A medida que la intriga de la historia aumenta a través de una serie de cazas de ballenas de dramatismo creciente, el impulso es deliberadamente congelado, a intervalos estratégicos, por capítulos que ofrecen un caudal de información antropológica y zoológica, y todo tipo de datos sobre las ballenas y su caza; por ejemplo, una explicación sobre la extracción de aceite de ballena, o una conversación sobre la representación de las ballenas en el arte.
Ese prodigioso despliegue de conocimientos parece apropiado a la experiencia autodidacta de Melville: «Yo he nadado a través de bibliotecas», declara Ismael; y Melville hizo lo mismo, absorbiendo montañas de conocimiento a través de sus propias lecturas, a menudo mientras estaba en el mar. El contenido y el tono de los capítulos enciclopédicos aportan a la novela un relleno de realismo fáctico enormemente detallado. Esto ayuda a vincular la oscura visión romántica del mundo de Melville con la civilización de sus lectores, y a instruirlos a través de la ciencia y la historia.
Una mezcla inspiradora
Los elementos de dramatismo shakespeariano y el contenido fáctico otorgan a la novela dos de sus rasgos prosísticos característicos, equilibrados por un tercero: la sencillez conversacional. Este estilo aparece ya en la segunda frase de Ismael («Hace unos años –no importa exactamente cuántos–, teniendo poco o ningún dinero en mi bolsa…») y reaparece con frecuencia en medio de una prosa de elaborada solemnidad y exclamación teatral. Géneros y estilos se mezclan para obtener un poderoso efecto. Moby Dick tiene una profundidad enciclopédica y acoge un amplio abanico de estilos literarios; tal vez podría describirse como un drama psicológico concebido a una escala oceánica. Con sus consideraciones sobre el bien y el mal en un cosmos indiferente, y su materialización de un detallado mundo social, esta monumental epopeya de fanatismo impregnada de una visión trágica estableció un nuevo punto de referencia para la ambición narrativa.
La gran novela americana
Escribir la «gran novela americana», como expresión de orgullo nacional y un desafío al canon narrativo europeo, se convirtió en una ambición explícita en el siglo XIX.
El concepto de «gran novela americana» fue acuñado por el novelista John De Forest en 1868. Un requisito esencial era que la obra debía captar unos valores distintivamente estadounidenses. Las sagas familiares en torno a la raza y otras tensiones sociales, como La cabaña del tío Tom (Harriet Beecher Stowe, 1852) y más tarde Beloved (Toni Morrison, 1987), se consideraron apropiadas. Otras candidatas al título se centraron en la creación de uno mismo, algo que en el siglo XX se convirtió en la piedra angular del sueño americano; este tema fue analizado en El gran Gatsby (F. Scott Fitzgerald, 1925) y El hombre invisible (Ralph Ellison, 1952). Otra categoría adecuada fue la llamada «meganovela», con múltiples personajes y líneas argumentales presentando un microcosmos de ideas sociales y filosóficas contrastadas. Moby Dick, la primera gran novela americana, pertenece a la segunda y la tercera categorías; su siguiente gran contrincante, Las aventuras de Huckleberry Finn (Mark Twain, 1884), sobre todo a la segunda.
En el siglo XXI, la gran novela americana continúa siendo un ideal para autores y lectores, aunque el concepto ha perdido su connotación arrogante y la idea de una voz «americana» es rechazada por muchos críticos.
El texto y las imágenes de esta entrada son un fragmento de: “El libro de la literatura”
- «Moby-Dick o la Ballena» – Herman Melville – Akal Básica de Bolsillo
- «Moby-Dick o La ballena» – Herman Melville – Edición de lujo- Akal Vía Láctea
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