Escribía el filósofo y sociólogo Zygmunt Bauman que en este tiempo la sociedad ha evolucionado hacia una ruptura cada vez más evidente con las estructuras sociales prefijadas en tiempos anteriores. El individuo hoy funciona como medida de todas las cosas dentro de una sociedad que ahora piensa algo y, dentro de diez minutos, lo contrario. Es decir, que vivimos en una modernidad líquida (término que el polaco acuña para definir este momento histórico) donde los valores, las ideas y las propuestas estéticas son versátiles, movedizas y mediatas.
Es en esa sociedad donde han venido tomando fuerza las redes sociales como medio de promoción y divulgación de lo literario, entendido de la manera más abierta y democrática que el lector de esta obra pueda pensar. Los jóvenes disponen ahora de las herramientas digitales como algo inherente a su cotidianeidad, como la fórmula para intercomunicarse con el mundo (la amistad en ese entorno virtual se mide ahora en número de seguidores o de likes), especialmente en contextos no formales que al final son los que sustancian el día a día. Y con esos parámetros miran también la literatura.
Las estructuras de difusión con intencionalidad artística y, en concreto de la poesía, han sufrido una evolución tan rápida y tan ágil hacia este camino de lo digital que ha pillado desprevenidos tanto al lector tradicional como a los autores que responden a parámetros canónicos. Y todo ese fenómeno se ha producido con la incorporación de la llamada generación millenial a la creación artística en cualquier campo. La promoción de autores nacidos a partir de 1982, según Prensky, son nativos digitales que no entienden la vida, su vida cotidiana, sin las nuevas tecnologías. También sus lectores, que son una suerte de seguidores motivados que elevan a la categoría de artista a cualquiera que empieza al margen de las estructuras habituales que se venían aplicando. Estos nativos digitales han llegado a la literatura y, aquellos que han encontrado en ella un camino de expresión creativa, han hecho patente la invalidez, en su caso, de los modelos tradicionales de difusión en una primera fase creativa. El primer modo de proyectar su poesía es mediante las redes sociales habituales que, además, resultan su medio natural de relación: Instagram y Twitter, fundamentalmente.
Esta circunstancia, a priori negativa de que el modus operandi para darse a conocer no sea un libro completo, un poemario ya cerrado e impreso, ha propiciado que se pongan al servicio de lo literario nuevas herramientas de visibilización y que un nuevo público, tan diverso como heterogéneo (pero con un rasgo común: la poesía les era totalmente ajena), se acerque a los textos evidenciando la ampliación del mercado y dando un impulso al género poético en cuanto a ventas y lectores que no vamos a decir apriorísticamente si es bueno o no. La cuestión es que es y esta circunstancia, por sí sola, obliga al análisis. La literatura como medio de construcción de la identidad, para conocer/conocerse y para proyectar intereses y emociones puede ser un valioso medio de intercomunicación en una sociedad cada vez más individualista y extraña a las necesidades del otro. Además, de las redes como medio de fraguar estas individualidades creativas se pasa al papel, a la venta de miles de ejemplares (lo que en poesía es lo más parecido que conocemos a un milagro) desde las grandes editoriales españolas que han encontrado en este público un nuevo nicho de mercado hasta ahora inexistente. Los jóvenes de ese rango de edad no buscaban jamás en los anaqueles de la sección de poesía de las librerías y las grandes superficies y, ahora, agotan las ediciones en pocas semanas.
A lo largo de estas páginas se analiza el fenómeno de cómo afectan las redes sociales a la construcción de la nueva poesía desde diferentes perspectivas y con distintos enfoques, buscando únicamente que el lector se forme su propia opinión que, al final, es lo que importa. Desde este posicionamiento de entender la poesía como algo cambiante que se enriquece constantemente con nuevos modelos (que el tiempo determinará si son válidos o no, pero que por el momento existen con gran potencia y fortaleza), se estructura este volumen, patrocinado por el Ministerio de Cultura y la Asociación Colegial de Escritores de España (en su sección de Andalucía), para desarrollar un debate amplio y plural que propicie el análisis del nuevo discurso y el (re)conocimiento de las nuevas voces, tan diversas, tan ricas y tan poliédricas, y, hasta ahora, también tan ajenas a los estudios críticos canónicos que tienen la obligación de interpretar desde el rigor y la objetividad lo que está sucediendo, que es mucho, en la joven poesía española.
Remedios Sánchez
Nuevas poéticas y redes sociales – Remedios Sánchez (coord.) – Siglo XXI Editores