Odiar

Odiar bien para amar a la humanidad

Héctor Ortega

Manifiesto comunista
«The time is out of joint»: El mundo parece haberse desquiciado, estamos fuera de tiempo y el grito mudo del Guernica nos vuelve interpelar. El anticomunismo ha regresado como consigna, espoleado una vez más por la burguesía y los fascismos, que vuelven a encotrar para unir fuerzas contra su viejo enemigo espectral. Sin embargo, en el frente revolucionario y emanacipatario nadie parece ponerse de acuerdo frente a este enemigo reaccionario. La alternativa oscila entre un reformismo socialdemócrata desgastado y un radicalismo marginal que, atrapado en un sesudo y permanente conflicto teórico, parece naufragar una y otra vez en su práctica.

Odiar

En este marco, China Miéville nos invita a no perder la Esperanza, o no del todo. Aunque el panorama parezca sombrío, insiste en la necesidad de tender puentes y recuperar los espacios comunes que permitan reagrupar fuerzas. Con un agudo conocimiento del contexto que dio lugar al Manifiesto Comunista y con gran soltura manejando la obra de sus autores, Miéville defiende que, a más de 176 años de su publicación, el texto sigue ofreciendo claves para explorar nuevas rutas emancipadoras, siempre que se lea con una mirada crítica contemporánea. Esto es lo que plantea en su obra Un espectro recorre el mundo: Sobre el Manifiesto Comunista, que nos reta a repensar la vigencia del documento.

Reforma o revolución: ¡ambas!
Miéville nos recuerda que Marx y Engels nunca fueron indiferentes a las reformas. De hecho, apoyaron cualquier mejora que beneficiara a la clase trabajadora, por pequeña que fuera, siempre y cuando se utilizara como herramienta estratégica para aumentar la conciencia de clase y avanzar hacia una acción revolucionaria.

Clases o identidades: una clase obrera generizada y anticolonial
La política no puede seguir ignorando el género, como las olas del feminismo han demostrado. El patriarcado sigue presente, atraviesa la realidad concreta de la vida y la producción, profundizando la desigualdad. Incorporar una perspectiva de género en la lucha de clases no es solo necesario, sino estratégico.

Asimismo, Miéville añade el componente antirracista y colonial: el racismo y el supremacismo, según Marx y Engels, no solo fragmentan a la clase obrera, sino que desvían la atención de los verdaderos culpables de los problemas sociales: el sistema y sus defensores. No existe un capitalismo que tanto por definición como por acción no sea racista.

Cambio y odio
Miéville sigue desgranando razones para replantearnos cuestiones como el cambio climático, el internacionalismo y las tácticas neoliberales que intentan cooptar disidencias con promesas vacías de igualdad. Y, para cerrar, retoma la idea del «odio de clase». Odiar por las razones equivocadas es fácil: el resentimiento y las frustraciones siempre encuentran un chivo expiatorio. Pero odiar con claridad, sin perder la emotividad pero anclado en una crítica profunda, resulta harina de otro costal. Esta es una de las lecciones olvidadas de Marx y Engels que Miéville recupera.

En resumen, nos invita a reconducir ese odio que tantas veces hemos desperdiciado, enfocándolo correctamente hacia quienes perpetúan la opresión de clase. «Como decía el Che Guevara: El verdadero revolucionario está guiado por grandes sentimientos de amor. Es por ese amor que, al leer el Manifiesto hoy, debemos aprender a odiar mejor, con más razón, de lo que lograron sus autores». 

Y por todo ello no debemos olvidar que:

«Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo…
¡OBREROS DEL MUNDO, UNÍOS!”

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