En diciembre de 2010, la monarquía absoluta de Qatar logró los derechos para celebrar en su territorio, desde el 20 de noviembre hasta el 18 de diciembre de 2022, la XXII edición de la Copa del Mundo de fútbol masculino organizada por la FIFA.
Las supuestas 32 mejores selecciones nacionales del mundo se dan cita en Qatar para competir por el Mundial y cualquier cosa que suceda en ese país deja de ser relevante, y mucho menos es noticia, porque sólo importará el fútbol.
Los periódicos, las televisiones, los periodistas, los líderes de opinión, los especialistas deportivos sólo tienen ojos y palabras para contar goles, comentar jugadas o citar los nombres de los futbolistas. Pero todos sabemos que el buen periodismo es el que abandona el rebaño y se fija en lo que los demás ignoran. Como en este caso: lo que los demás ignoran y en lo que nosotros nos fijamos es en los crímenes de una dictadura, los atropellos a los derechos humanos, la corrupción y la compra de silencios y voluntades; además de buen periodismo, de lo que estamos hablando es de decencia y ética.
Por eso, en la colección A Fondo de Ediciones Akal hemos querido poner el foco en la sangre y el dinero que se esconden detrás del Mundial de fútbol de Qatar. Este libro, Qatar: sangre, dinero y fútbol, no es sólo periodismo, es un intento de dignificar el periodismo, de quitarle algo de la inmundicia y carroña de las que se va a alimentar, mayoritariamente, durante el mes del Mundial, más las semanas previas y las posteriores a su celebración, en los que única- mente se querrán recordar goles, patadas y regates.
Y para escribirlo hemos recurrido al periodista que más dignamente ha investigado la corrupción y la delincuencia en el fútbol, Fonsi Loaiza, que este mismo año implosionó en las librerías con otro libro, también de nuestra colección, Florentino Pérez, el poder del palco. Y digo «implosionó» porque, con más de 5 ediciones, ha sido uno de los ensayos más vendidos en España mientras todo el poder y la influencia del dinero se activaban para que ni su autor ni el libro fueran reseñados, comentados o citados en televisiones o prensa escrita.
A lo largo de las páginas de este libro, Loaiza explicará el comadreo y chanchulleo de las altas instituciones del fútbol y sus capos para elegir Qatar como sede del Mundial. Todo siempre bien engrasado con dinero, el sistema con el que funciona habitualmente el fútbol, y Qatar no podía suceder de otra manera.
Otro de los elementos más insultantes de esta Copa del Mundo es que es la primera vez en la historia que se juega en el mes de noviembre debido a que así se evita someter a los futbolistas al calor y la deshidratación. De este modo, los meses del calor se reservan… para la construcción de los estadios mediante obreros inmigrantes en situación de esclavitud, que, claro está, soportan el calor sin problema. Y decimos esclavitud porque los obreros, al aceptar el contrato, se comprometen, entre otras cosas, a trabajar durante 5 años con el mismo patrón sin poder cambiar de empresa en ese periodo. El resultado es la muerte de 12 obreros por semana desde 2010, 7.000 según los cálculos más reducidos. Eso sí, finalmente los estadios estarán climatizados para que los aficionados puedan asistir cómodos a los partidos.
Alguien pensará que nosotros, sencillos ciudadanos que sólo tenemos interés en ver los partidos por televisión, o quizá ni eso, no tenemos responsabilidad en ese crimen. Loaiza también nos explica cómo el dinero público, el de todos nosotros, se destinará a derechos televisivos u otras formas de negocio relacionadas con el Mundial de Qatar.
Y, como siempre suele hacer Loaiza, en su trabajo aparecen todos los nombres: los de los directivos que preparan los negocios, los empresarios que pegan el pelotazo, los políticos cómplices, los futbolistas que hacen caja vendiendo su imagen y su decencia, y los periodistas que se ponen a la orden y recogen su calderilla. Afortunadamente hay también nombres dignos de futbolistas y periodistas que denuncian y no quieren ser partícipes.
La complicidad de nuestra clase política es abrumadora. Según la información recogida por nuestro autor, el emir de Qatar recibió del Gobierno español el Collar de la Orden de Isabel la Católica por «comportamientos extraordinarios que redundan en beneficio de la Naciones», el alcalde de Madrid le hizo entrega de la Llave de Oro de la Villa del Ayuntamiento de Madrid, y los presidentes de la Cámara Alta y la Baja le concedieron la Medalla de Honor del Senado y del Congreso respectivamente. Mientras tanto, la reina Letizia, en la cena de gala de recepción al emir, lucía unos pendientes valorados en más de 100.000 euros, gentileza de los jeques. En cuanto a las críticas políticas, fueron poco más allá de proponer que se vaya a Qatar con un pin y una bandera LGTBI como modo de protesta.
Y es que un anuncio de 5.000 millones de euros de inversión, con sus porcentajes oportunos de comisiones para intermediadores y comisionistas, da para muchos aplausos al emir. El resultado es que el emirato es el segundo mayor accionista entre las empresas del Ibex 35, unos 9.000 millones. Eléctricas, inmobiliarias, aviones, bancos, grandes almacenes, grupos de comunicación son, en mayor o menor medida, propiedad de Qatar. Un patrón que no se li- mita a España, sino que se repite en todos los centros de poder económico, financiero y mediático del mundo. Una razón muy poderosa para disolver cualquier crítica a violaciones de derechos humanos, que también explica con detalle Fonsi Loaiza en este libro.
Así entendemos cómo cambia el racismo entre el «moro ilegal» que llega en patera y el que llega en yate de lujo desde Qatar. Porque al actual emir, con sus 13 hijos y 3 esposas, con un patrimonio personal de más de 2.500 millones de euros (300.000 toda la familia real) –sólo uno de sus yates cuesta 300 millones–, se le perdona todo, incluso que haya dado asilo a la familia Bin Laden o a familias nazis. Es así el mundo que rinde pleitesía al dinero.
La satrapía teocrática de Qatar, como denomina con buen criterio Loaiza al régimen catarí, se caracteriza por ir sembrando buenas relaciones por el mundo, siempre regadas con petrodólares. Se permite ser amigo de EEUU y de Irán, de Israel y de Palestina, de los talibanes de Afganistán y de la Comisión Europea, y parece que eso no supone ningún problema. Hasta los ecologistas parece que le perdonan que sea el país con más contaminación per cápita del planeta.
Qatar, ese país donde las relaciones homosexuales se pagan con hasta 7 años de prisión, las mujeres necesitan el permiso de un tutor para casarse o viajar al extranjero, y los trabajadores son mano de obra casi esclava procedente en un 95% de inmigrantes de países pobres, con sus pasaportes retenidos, y que son encarcelados o deportados si protestan.
Si este libro sirve para que, cada vez que oigamos un gol en el Mundial, unas declaraciones de un directivo de la FIFA o veamos firmar un contrato con el emirato, recordemos a esos obreros muertos bajo el calor, esos disidentes encarcelados y esas mujeres anuladas, el trabajo de Fonsi Loaiza y de todos los que estamos empujándolo habrá tenido sentido.