- Movimiento clave: Reforma
- Cuándo y dónde: Siglo XVI, Europa occidental
- Antes:
- * 1382 John Wycliffe, traductor y teólogo, publica la primera gran traducción de la Biblia al inglés.
- * 1516 El humanista y teólogo holandés Erasmo de Rotterdam publica una edición del Nuevo Testamento en griego que incluye su traducción al latín.
- Después:
- * 1545–1563 Se convoca el Concilio de Trento, en el que la Iglesia católica condena la Reforma protestante.
- * 1563 Se publica el Catecismo de Heidelberg, que ofrece una profesión de fe alternativa a calvinistas y luteranos y se convierte en el catecismo de la Reforma.
A finales de la Edad Media, la Iglesia católica era una institución formidable. Desde su palacio de Roma, el papa no solamente controlaba la vida religiosa de Europa, sino también la política y la económica. La Iglesia era un gran terrateniente y, a través del sistema feudal, muchos campesinos le debían su hogar y su sustento, además del cuidado de sus almas. Por su parte, a los nobles y gobernantes también les interesaba mantener una buena relación con la Iglesia, obedecer sus leyes y pagar sus diezmos e impuesto.
Sin embargo, durante las primeras décadas del siglo XVI, una revolución espiritual y social desafió la autoridad de la Iglesia católica y abrió un nuevo capítulo en la historia del cristianismo en Europa. Esta revolución, que conocemos como Reforma protestante, partía de la idea de que Dios puede conocerse y adorarse directamente, sin necesidad de que una jerarquía sacerdotal autorizada ejerza de intermediaria. Los reformistas situaban el magisterio y la tradición de la Iglesia por debajo de la autoridad de las Escrituras, y mantenían que la salvación solo podía provenir de la fe individual, no del seguimiento de los decretos de la Iglesia.
La Europa del Renacimiento
En el siglo XVI, Europa ya había comenzado a deshacerse de algunas ideas de la era medieval. Los horizontes del mundo conocido se expandían rápidamente a medida que los exploradores españoles, portugueses y franceses seguían la estela del viaje de Cristóbal Colón a América. El transporte y el comercio florecían como resultado del progreso de la navegación, incluida la apertura de una nueva ruta que rodeaba África para llegar a India.
En Europa, el sistema feudal se estaba abandonando en favor de un modelo de nuevos reinos y ciudades estado controlados por gobernantes interesados en mejorar la prosperidad económica de sus territorios. En el plano cultural, artistas, filósofos y científicos redescubrían el saber grecorromano clásico, y florecía así el movimiento conocido como Renacimiento. En resumen, estaba comenzando un mundo nuevo y parecía que la Iglesia, con sus antiguas tradiciones y estructuras, no podría seguir desempeñando un papel tan importante dentro de él.
Latín e intermediarios
Durante la Edad Media, las misas se celebraban en latín, un idioma que la mayoría de las personas no entendía. La versión autorizada de la Biblia (una traducción de los originales hebreo y griego que san Jerónimo realizó en el siglo IV y se conocía como Vulgata, es decir, «de uso común») también estaba escrita en latín. En consecuencia, la mayoría de los fieles dependía de los sacerdotes para que les explicaran las verdades del cristianismo. Los sacerdotes tenían así un poder considerable sobre los miembros de sus congregaciones; y tendían a subrayar las tradiciones de la Iglesia católica, en lugar de remitirse a los textos originales.
Aunque esto permitía mantener la unidad del magisterio católico en toda Europa, también representaba una serie de peligros evidentes. Así, por ejemplo, ¿cómo podían estar seguros los fieles de que el sacerdote enseñaba lo que la Biblia decía realmente? ¿Cómo podían comprobar que lo que escuchaban era cierto?
El conflicto con Roma
La Reforma protestante estalló porque un monje agustino alemán, de nombre Martín Lutero, consideraba que tanto los sacerdotes como los líderes de la Iglesia católica de entonces engañaban –en ocasiones inconscientemente– a la población.
La predicación del dominico Johann Tetzel, que había llegado hasta los pueblos cercanos a Wittenberg (Sajonia), donde Lutero desempeñaba su ministerio, había indignado profundamente monje al agustino. Tetzel llevaba a cabo una misión de recaudación de fondos para la Iglesia: en Roma, el papa León X estaba reuniendo dinero para construir una magnífica iglesia, la basílica de san Pedro; y, más cerca de casa, el cardenal alemán Albrecht necesitaba devolver un préstamo que había pedido para sufragar los costes de su cargo. Tetzel había recibido autorización papal para vender indulgencias, certificados que garantizaban el perdón de la pena del purgatorio después de la muerte. Aunque hacía ya siglos que la Iglesia católica dispensaba indulgencias, Lutero quedó horrorizado por las tácticas comerciales de Tetzel, que atemorizaba a las personas con imágenes terribles del sufrimiento de sus seres queridos ya fallecidos en el purgatorio.
«Tan pronto como la moneda en el cofre suena, el alma sale del purgatorio sin pena», prometía Tetzel, y muchos de los feligreses de Lutero pagaban las indulgencias con la esperanza de comprar la salvación.
El estudio de la Biblia, y en particular de la Epístola a los romanos, convenció firmemente a Lutero de que la salvación era un don gratuito de Dios para quienes creían en Él, no algo que se pudiera vender y comprar. Registró sus objeciones a la venta de indulgencias en 95 tesis, que envió a su obispo, el príncipe de Maguncia, y que clavó en la puerta de la iglesia de Wittenberg. Una copia de dichas tesis llegó a la imprenta y de este modo tuvieron una difusión inmediata.
El asunto iba mucho más allá de la mera recaudación de fondos para el proyecto de construcción de un papa o el bolsillo de un arzobispo: la protesta de Martín Lutero planteaba la cuestión de la autoridad en el seno de la Iglesia católica. En 1520, el papa León X respondió a Lutero con la publicación de un documento donde explicaba que este había tergiversado las enseñanzas de la Iglesia y declaraba herejes tanto a él como a sus seguidores. Se invitó a Lutero a retractarse de sus ideas, pero este se negó, e incluso quemó su copia del documento papal.
Martín Lutero
Martín Lutero nació en 1483, en Alemania. Después de una tormenta en la que estuvo a punto de ser alcanzado por un rayo, decidió abandonar la facultad de derecho para convertirse en monje agustino. En 1508 enseñaba teología en la Universidad de Wittenberg, donde desempeñaba también el ministerio sacerdotal.
Sus estudios, y un profundo conocimiento de las Escrituras, llevaron a Lutero a desarrollar la doctrina de la justificación por la fe: lo que hace justos a los hombres a los ojos de Dios es su fe en Él, y no sus buenas acciones (ni, por supuesto, las controvertidas indulgencias que puedan comprar).
Este enorme desafío a la autoridad papal supuso para Lutero la condena por herejía, pero él se negó a retractarse. Decidió dedicar el resto de su vida a predicar y enseñar, y a su muerte, acaecida en 1546, la Iglesia luterana ya estaba totalmente asentada.
- Obras principales:
- 1520 Manifiesto a la nobleza cristiana de Alemania.
- 1534 Biblia de Lutero (traducción de la Biblia al alemán).
La autoridad de las Escrituras
El mensaje de Lutero era muy claro: aunque el papa era el líder de la Iglesia, no era la máxima autoridad en cuestiones de fe. La autoridad definitiva era la propia palabra de Dios, tal y como estaba registrada en las Escrituras. Lutero mantenía que el magisterio y la tradición de la Iglesia no eran imprescindibles para alcanzar el verdadero conocimiento de Dios y la salvación. Por el contrario, el cristiano podía obviar esas aportaciones humanas –que, además, solían ser inexactas– y descubrir la verdad directamente en la Biblia. Es lo que posteriormente se enunciaría con la expresión latina «sola Scriptura», «solo las Escrituras»: las personas no necesitaban intermediarios para interpretar el significado de las Escrituras; cualquiera podía leer la Biblia y llegar a conocer el camino de la salvación divina, que, para Lutero, no tenía nada que ver con las indulgencias, los papas ni muchas de las prácticas de la Iglesia católica.
El rechazo de Lutero del magisterio y de la tradición en favor del retorno a las fuentes bíblicas originales halló un panorama propicio. A principios del siglo XVI, el movimiento humanista pretendía recuperar el conocimiento clásico, olvidado durante buena parte de la Edad Media. Humanistas cristianos como Erasmo de Rotterdam (1466–1536) animaban a sus alumnos a estudiar las lenguas originales de la Biblia (el hebreo para el Antiguo Testamento y el griego para el Nuevo) y los escritos de los primeros teólogos cristianos, conocidos como los Padres de la Iglesia. La Reforma alentó a todos a que hicieran lo mismo y leyeran la Biblia directamente.
Una revolución impresa
La relación directa de las personas con las Escrituras que proponía la Reforma encontraba un gran obstáculo. Gran parte de la población era analfabeta, y para los pocos que sabían leer, la Biblia solo estaba disponible en latín; además, todos los ejemplares eran manuscritos, por lo que solo una pequeña élite podía acceder a ellos. La Iglesia católica se había resistido fuertemente a los primeros intentos de traducir la Biblia a las lenguas vernáculas. Ya en 1382, John Wycliffe había traducido la Biblia al inglés, pero no estaba al alcance de todos.
Sin embargo, en la época de Lutero, la imprenta, que Johannes Gutenberg había inventado cerca de Maguncia en 1440, había supuesto toda una revolución en el proceso de publicación. Lutero se propuso aprovechar esta nueva tecnología y tradujo la Biblia al alemán que hablaba la gente corriente; publicó el Nuevo Testamento en 1522 y la Biblia completa en 1534. El lenguaje comprensible de Lutero y lo relativamente asequible que era la Biblia impresa permitieron que, muy pronto, cristianos de toda Alemania pudieran leer la Biblia por sí mismos. No tardaron en imprimirse traducciones de la Biblia al francés y al inglés, que impulsaron la difusión de las ideas reformistas por toda Europa. Además de las Biblias, las imprentas de Europa produjeron cientos de panfletos y libros escritos por los reformistas, que la población, sedienta de ideas nuevas, consumía ávidamente.
Protesta y cisma
Al principio, la intención de Lutero y de sus seguidores era, sencillamente, impulsar una reforma en el seno de la Iglesia católica, y de ahí su nombre, «reformistas». Sin embargo, a lo largo de una serie de reuniones eclesiásticas que fueron conocidas como «dietas», similares a sesiones parlamentarias, quedó claro que la Iglesia católica no aceptaría las exigencias de los reformistas, que incluían la independencia respecto al papa, el uso de las lenguas vernáculas en el culto y la posibilidad del matrimonio para el clero. La Dieta de Espira de 1529 sofocó definitivamente toda esperanza de reforma en la Iglesia católica.
Los seguidores de Lutero presentaron una «carta de protesta» en la que se negaban a someterse a la autoridad de la Iglesia. A partir de ese momento asumieron el nombre de «protestantes», que expresaba su rechazo de la autoridad católica y la reivindicación de su capacidad para interpretar la Biblia por sí mismos.
Apoyo político
Varios príncipes alemanes apoyaron el movimiento protestante y aprovecharon la revuelta religiosa de Lutero para asegurar la independencia política de sus estados. Suprimieron la fe católica y la influencia de la Iglesia en sus territorios y adoptaron el lema «cuius regio, eius religio» (según sea el rey, tal será la religión del reino). En otras palabras, se arrogaron el derecho de imponer a su pueblo la Iglesia de su elección.
Una vez instaurado, el protestantismo cambió para siempre el panorama religioso y político de Europa, ya que dio a muchos gobernantes el argumento que necesitaban para evitar el incómodo control de la Iglesia sobre sus reinos. Así, por ejemplo, la Reforma se inició en Inglaterra cuando el rey Enrique VIII –que en un principio se mostró contrario a los reformistas– quiso eludir la autoridad papal para poder divorciarse de su entonces esposa, Catalina de Aragón, y así contraer matrimonio de nuevo con Ana Bolena.
Con el tiempo, el protestantismo se fue dividiendo en múltiples ramas o denominaciones. Mientras que la Iglesia católica había sido durante siglos la única Iglesia en Europa, con la Reforma protestante comenzaron a aparecer múltiples denominaciones: aunque todos los protestantes coincidían en el rechazo de la autoridad de la Iglesia católica, no lograron ponerse de acuerdo y establecer un credo unificado. Así, las disputas que estallaron entre distintos movimientos protestantes llegaron a ser tan feroces como las que enfrentaban a católicos y protestantes.
Proliferación protestante
A lo largo de estos tiempos turbulentos se fueron perfilando tres ramas protestantes principales: los luteranos, que seguían las ideas de Martín Lutero; los presbiterianos, inspirados en la obra del teólogo Juan Calvino; y, en Inglaterra, los anglicanos, protestantes moderados que conservaron muchos aspectos del catolicismo que los otros movimientos habían rechazado.
Juan Calvino
Juan Calvino nació en el norte de Francia en 1509 y entró en contacto con el humanismo cristiano en la Universidad de Bourges, donde se consagró al estudio de la teología. Durante este periodo experimentó una profunda conversión religiosa que le llevó a romper con la Iglesia católica y a unirse al movimiento protestante en auge. Obligado a huir de Francia, Calvino se trasladó a Ginebra (Suiza), donde ejerció como ministro protestante entre 1536 y 1538; luego pasó tres años en Estrasburgo, y en 1541 volvió a Ginebra, donde permaneció hasta su fallecimiento en 1564.
Calvino hizo hincapié en la imposibilidad de conocer a Dios sin el estudio de las Escrituras y en la cualidad pecadora del ser humano. Asimismo enfatizó la soberanía divina, que implicaba el poder de Dios para conceder la salvación a quien quisiera. Sus seguidores, llamados calvinistas, fundaron numerosas iglesias en todo el mundo, que adoptaron el nombre de presbiterianas.
- Obra principal:
- 1536 La institución de la religión cristiana (1.ª edición en latín)
La Contrarreforma
En cierto sentido, la autoridad católica había acertado al controlar los medios de comunicación con sus fieles: sin una regulación por parte de la autoridad papal, la Iglesia era incapaz de conservar la unidad doctrinal. A fin de aplacar el gran descontento de los protestantes por la corrupción eclesiástica y recuperar así esas «almas perdidas», la Iglesia católica decidió lanzar una Contrarreforma. En 1545, los líderes católicos se reunieron en la ciudad italiana de Trento con el objetivo de fijar los medios para reforzar la autoridad de la Iglesia católica frente al auge del protestantismo. El Concilio de Trento se prolongó durante 18 largos años, hasta 1563, y en él se reafirmó la doctrina católica tradicional pero también se introdujeron algunas reformas para corregir las prácticas inaceptables del clero que habían hecho estallar la Reforma.
La Iglesia publicó un Índice de libros prohibidos, en el que figuraban 583 textos considerados heréticos, entre ellos muchas traducciones de la Biblia y las obras de Erasmo, Lutero y Calvino (el Índice estuvo vigente hasta 1966). Se lanzó un programa de construcción de grandes iglesias con aforo para miles de fieles y con una acústica especialmente diseñada para la predicación (en lenguas vernáculas). Se encargó a Ignacio de Loyola, que había sido soldado y era hijo de un noble español, que fundara la Compañía de Jesús, orden de misioneros –también conocidos como jesuitas– dispuestos a viajar a donde fuera para difundir la fe cristiana. La Iglesia empleó asimismo una institución civil conocida como Inquisición para reafirmar su autoridad y reprimir la herejía, con frecuencia mediante métodos brutales.
El fin de la Edad Oscura
La Contrarreforma obtuvo un éxito parcial en Italia, España y Francia, pero los cambios que se introdujeron en las estructuras católicas de otros lugares resultaron mínimos y, ciertamente, en absoluto suficientes para atraer a los protestantes de vuelta al rebaño. A partir de entonces, Europa fue como una plaza de mercado para distintas iglesias que aspiraban a conquistar el corazón y la mente de los cristianos. El catolicismo podía apelar a una larga e ilustre herencia, mientras que el protestantismo parecía encajar mejor con el espíritu de la época.
Uno de los lemas de la Reforma fue «post tenebras lux», «tras las tinieblas, la luz». Tras la que se conoce como Edad Oscura, el espíritu protestante intentó desprenderse de la piel del catolicismo medieval y adoptar ideas nuevas, convencido de que leer y escuchar la Biblia en un idioma que se entendiera con claridad conduciría a una relación con Dios libre de interferencias.
El texto y las imágenes de esta entrada son un fragmento del libro: “El libro de las religiones”