Semillas, patentes, biotecnología y transgénicos

maiz

Con pequeñas diferencias nacionales, en las últimas décadas hemos presenciado la legalización de las patentes y otras formas restrictivas de privatización de las semillas y saberes asociados a la biodiversidad; el desmantelamiento de la investigación, producción y distribución pública de variedades y, concomitantemente, la privatización de la “certicación” de semillas, es decir, quién define qué semillas pueden estar en el mercado, y cómo se descalifican los controles de calidad comunitarios locales.

Régimen de patentes y protección a la propiedad intelectual: nuevas alambradas del saber

Las patentes suelen ser asociadas a la creatividad y la invención. Se trata de un derecho concedido en exclusividad a un inventor para que haga, produzca, distribuya y venda el producto objeto de la patente o para que utilice procesos patentados. No obstante, como explica Vandana Shiva, las patentes han tenido otras funciones y significados en el transcurso de la historia que nunca han estado claramente separados en el Derecho, ya que “las antiguas herramientas legales desarrolladas durante la época colonial han sido reformadas con pequeños ajustes para que cubran periodos y dominios nuevos”.

La filósofa y ecofeminista india distingue entre patentes de conquista, patentes de invención y patentes de importación. En cuanto a la segunda acepción, refiere que las patentes de invención como propiedad intelectual, se remontan a la Italia renacentista, desde donde se extendieron al resto de la Europa continental y, posteriormente, a Inglaterra. En un primer periodo, éstas premiaban la explotación de aparatos y procesos desconocidos localmente, no las invenciones nuevas y originales; fueron un intento por liberar la economía de los abusos ocasionados por las concesiones reales de privilegios de monopolio. Posteriormente, las patentes se utilizaron para transferir tecnologías existentes en países tecnológicamente avanzados hacia países atrasados. Esto significa que los países que iban a la zaga en la carrera tecnológica utilizaban las patentes para alcanzar a los países avanzados (desde el punto de vista tecnológico, recalcamos) mediante el préstamo de tecnología durante un periodo determinado de tiempo, y las patentes otorgaban una recompensa y protección (monopolio o derechos exclusivos) a la persona que introducía la invención; esto es lo que se conocía como patentes de importación. Sin embargo, en la actualidad las patentes son utilizadas como instrumentos para impedir la transferencia tecnológica de los países avanzados, ya que la transferencia de conocimientos se considera “piratería”.

Según Shiva, el uso original de las patentes tenía poco que ver con la creencia actual de que las patentes son instrumentos orientados a estimular y recompensar las invenciones y las innovaciones. En un principio —y quizás se trate de una acepción más cercana a la actual en sus efectos prácticos— se refería a las litterae patents (literalmente “carta abierta”). Originalmente las patentes hacían referencia a las cartas patente o cartas abiertas, que eran documentos oficiales o públicos mediante los cuales los soberanos concedían determinados privilegios, derechos, rangos o títulos. Eran abiertas precisamente porque eran documentos públicos en contraposición a las cartas privadas o cerradas. Según Shiva, las litterae patents se emitieron por primera vez en Europa en el siglo VI. Los monarcas otorgaban cédulas reales o cartas para el descubrimiento y conquista —y posterior colonización y establecimiento de monopolios— de tierras extranjeras en su nombre. Así pues, desde sus inicios las patentes han estado asociadas a los procesos de conquista y colonización.

[…] Lo cierto es que grandes corporaciones transnacionales —farmacéuticas y biogenéticas— se valen de este tipo de figuras jurídicas para esconder su pillaje del conocimiento tradicional — campesino e indígena— ligado a la biodiversidad y su conquista de los mercados. Por esto es preciso vincular los regímenes de propiedad intelectual a la denominada “revolución biotecnológica”, basada en la comprensión de que los organismos vivos crecen y se desarrollan a través de expresiones de genes, codificadas en ADN. Esto hace posible concebir ciertos modos de reestructurar los organismos vivos, y da origen a la ingeniería genética y otros aspectos de la moderna biotecnología, tales como la clonación, genómica y selección asistida de marcadores, así como la posibilidad de sintetizar nuevas formas de vida; nuevas posibilidades para manipular las plantas que han provocado que algunas de las mayores empresas agroquímicas a nivel mundial se hayan diversificado hacia la biotecnología vegetal y el negocio de las semillas, produciendo una convergencia sin precedentes entre segmentos clave del sector agrario (productos químicos, semillas y tecnología agrícola) en la búsqueda de la consolidación del agronegocio global en unas cuantas manos.

Transgénicos

La revolución biotecnológica constituye la antítesis de la agricultura tradicional e inaugura una nueva era agrícola mediante el uso de la ingeniería genética, la cual ofrece un conjunto de técnicas que permiten modificar la herencia de los seres vivos, crear nuevos organismos y utilizar combinaciones de material genético que no existían antes en la naturaleza y no han pasado por el proceso de evolución. Entonces, la biotecnología moderna permite una combinación de patrimonios genéticos de especies que no se cruzarían naturalmente, rompiendo las barreras naturales de cruzamiento entre ellas mediante la introducción directa de genes obtenidos de otros seres, ya sean vegetales, animales, bacterias, virus, etc. Estos nuevos organismos genéticamente modificados (OGM’S ) son producidos —mediante un proceso biotecnológico moderno— en laboratorios con la finalidad de aumentar rendimientos, resistir heladas, sequías, plagas, enfermedades y herbicidas, producir sus propios insecticidas u obtener nuevos productos a fin de responder a los mercados globalizados. En este sentido, la revolución biotecnológica constituye la continuación de la Revolución Verde, obedece a su misma lógica y como aquella, pretende ser una panacea para acabar con el hambre en el mundo. Comparte también con ella una visión fragmentada de la socio-bio-diversidad, basada en la homogeneización de los cultivos (monocultivos) y en la búsqueda de altos rendimientos.

Sin embargo, como bien advierte Silvia Ribeiro, la actualización de estas tecnologías en el ámbito de la agricultura no se basa simplemente en la progresión del uso de químicos, que ya ocurría con los híbridos, sino en un aumento exponencial por ser semillas manipuladas para tolerar agrotóxicos, principalmente glifosato; “los transgénicos fracasan pero las intenciones de las empresas siguen intactas; por eso las fusiones, las nuevas técnicas, las maniobras encubridoras en pos de aumentar el control de agricultores y consumidores”.

Ya vemos también la cresta de la ola del tsunami tecnológico que se ha ido gestando en años, hacia una agricultura robotizada, con drones, gps, sistemas satelitales y aplicaciones digitales para controlar desde la porción de comida para cada vaca o pollo encerrado, hasta las dosis de químicos en cada mata en grandes monocultivos. Común a todo es que proponen eliminar aún más gente del campo. Según Rob Fraley, de Monsanto, se habían demorado: “Toda la industria agrícola está en una gran transformación. Es la última de las grandes industrias que se digitaliza”, declaró poco antes de aceptar la fusión con Bayer.

Aun cuando se hace uso de una retórica “humanitaria” mediante la cual se quiere imponer esta nueva agricultura robotizada, la verdad es que el uso de estas nuevas tecnologías constituye un riesgo sumamente desproporcionado, pues además de las distorsiones socioeconómicas y culturales que provoca en las comunidades indígenas y campesinas, existen estudios que enfatizan serios riesgos a la salud humana y animal por el uso y consumo de OGM’S, además de la contaminación transgénica de los maíces nativos mexicanos por el flujo de transgenes y sus consecuencias para la diversidad genética de los maíces nativos. Asimismo, en el ámbito de la agricultura, el uso de OGM’S implica la adquisición, junto con la semilla, de un paquete tecnológico (pesticidas o agroquímicos, sin los cuales no crecen los cultivos). No sólo se trata de la contaminación transgénica (flujo génico) de los cultivos, sino también de la contaminación y degradación del suelo y la pérdida de biodiversidad por el uso de agroquímicos y pesticidas, las cuales, en conjunto, provocan una ausencia de sustentabilidad y la ruptura en los agroecosistemas y las economías familiares comunitarias basadas en la autosubsistencia. Esto es, el impacto medioambiental, pérdida de biodiversidad, dependencia tecnológica, así como riesgos a la salud humana y animal por el uso y consumo de productos elaborados con OGM’S.

Fragmento extraído de «Maíz, autonomía y territorio. Dimensión constituyente de derechos humanos en México» de Óscar Arnulfo De la Torre de Lara

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *