Cuento de Navidad

Siempre está bien hojear el Cuento de Navidad todos los años

Si todas las semanas santas crecíamos viendo en la televisión Ben-Hur, y en navidades Qué bello es vivir, quizás podíamos cambiar el modo televisivo y coger un libro para hojear en estas fechas  Cuento de Navidad, de Charles Dickens. Se trata de una novela corta escrita y publicada en 1843, que cuenta la historia de un hombre avaro y egoísta que se convierte en una persona generosa y magnánima tras ser visitado por una serie de fantasmas en Nochebuena y la madrugada de Navidad. 

El contexto histórico en el que se publicó es fundamental para entender su éxito. Se enmcarca en una época victoriana en la que prevalecía una sensación de nostalgia por las antiguas tradiciones navideñas, junto a la situación de pobreza en la que vivía un buen número de niños ingleses a mediados del siglo XIX. Es entonces cuando su autor aprovecha  la acentuada sensibilidad social que predomina en las fechas navideñas, dándole un carácter moralista y redentor al protagonista de la obra. La conversión del avaro en generoso es un mensaje netamente navideño: «incluso los peores pecadores pueden redimirse y llegar a ser buenas personas». 

A todo ello hay que añadir que Charles Dickens era el autor idóneo para contar esa historia. De todos es conocida su sensibilidad para retratar las condiciones de vida de las clases más humildes y denunciarlas del modo más humanitario posible. Algo que solo se puede hacer si, como él, has trabajado muy duramente en algún periodo de tu vida, lo que le pasó a Dickens en una fábrica de calzados tras el encarcelamiento de su padre por deudas. 

La edición de Cuento de Navidad que presentamos es la anotada y está recién publicada en castellano en noviembre de este año. En ella tenemos la esclarecedora introducción de Michael Patrick Hearn, donde cuenta «la historia detrás de la historia» de la obra clásica de Dickens: cómo la escribió a un ritmo febril en sólo seis semanas, cómo contrató al ilustrador John Leech y publicó el libro por su cuenta con resultados desastrosos, y cómo el público más tarde acogió inmediatamente esta «historia de fantasmas de la Navidad» tanto en Inglaterra como en Estados Unidos. 

En su introducción, ya Hearn nos recuerda que Cuento de Navidad es la obra más famosa del novelista más popular de Inglaterra y ha tenido una extraordinaria vida propia más allá de la vasta reputación de su autor. 

Probablemente sean las palabras de Fred, el sobrino del protagonista de Cuento de Navidad, quien mejor nos presente el simbolismo de estas fechas: «una buena época: una agradable época de amabilidad, de perdón, de caridad; el único momento del año que conozco de todo el largo calendario en el que hombres y mujeres parecen haberse puesto de acuerdo para abrir sus cerrados corazones libremente y para considerar a las personas de estatus inferior como si realmente fueran compañeros de viaje hacia la tumba y no como otra raza de criaturas embarcadas en una travesía diferente». 

Al fin y al cabo, lo que hace Dickens en su obra es reflejar ese mismo espíritu de Navidad que él cultivaba en su familia. El editor de Cuento de Navidad nos explica que Dickens sabía cómo celebrar la festividad adecuadamente. «La Navidad era una época que en mi casa se esperaba con entusiasmo y deleite», rememoraba su hija Mamie, «y creo que para mi padre era el momento más preciado de todo el año. Adoraba la Navidad tanto por su profundo significado como por sus alegrías, y lo demuestra en cada alusión en sus escritos al gran festival, un día que él consideraba que debía estar perfumado con el amor que deberíamos tenernos los unos a los otros, y con el fervor y la veneración por su Salvador y Señor».

Su hermano Henry recordaba que la Navidad en la casa de los Dickens «era un gran momento, una época realmente jovial, y mi padre daba siempre lo mejor de sí, un anfitrión espléndido, radiante y alegre como un niño y dejándose el corazón y el alma en todo lo que sucedía».

La figura de Dickens está tan unida, gracias a esta novela, a la Navidad que se comprende esta anécdota que nos recuerda Hearn sobre la historia de una pequeña niña, vendedora ambulante, en Drury Lane que, al conocer la triste noticia de la muerte de Charles Dickens en 1870, preguntó: «¿Dickens ha muerto? ¿Entonces Papá Noel también morirá?».

Por eso mismo, cada Navidad hojeemos unas páginas de este libro y resucitará Dickens y Papá Noel. ¿Alguien cree que hay que se debe ser creyente para hacerlo?

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