Tomás Rodríguez
Nacida al calor de la descolonización –política y cultural– y del desarrollo de la crítica cultural no occidental, en pugna con los academicismos más reaccionarios, la crítica poscolonial se ha convertido en uno de los campos más fecundos de la teoría cultural. Esta, en cuanto crítica cultural, supone una reorientación conceptual con respecto a la perspectiva del conocimiento –o, más correctamente, conocimientos– desarrollado tanto fuera como dentro de Occidente. Lo poscolonial supone un giro de ciento ochenta grados en el punto de vista del observador; supone, en términos llanos –quizá excesivos, me temo– ver la foto no tanto desde la perspectiva del fotógrafo, como desde la del fotografiado. Entendiendo que, este giro, permitiría incluso al fotógrafo conocerse mejor.
Así, ya en fecha temprana Edward Said, el padre de la crítica poscolonial –con el permiso de figuras precursoras, hoy recuperadas, como Frantz Fanon, Gilberto Freyre o Amilcar Cabral–, subrayó que su obra no solo buscaba criticar la definición que de Oriente se había construido en Occidente sino, sobre todo, criticar la propia esencia de la identidad occidental, como un andamiaje colonial civilizador. Occidente no solo lee a Oriente desde una perspectiva colonial, sino que se lee a sí mismo en los mismos términos. La cultura –la filosofía, la historia o la literatura– había de entenderse y analizarse nuevamente como un elemento colonial, un instrumento que Occidente construyó para enmascarar las estrategias de explotación y dominación que han posibilitado su hegemonía a lo largo de la modernidad.
Entre las figuras más notables de la crítica cultural poscolonial se encuentra Gayatri Chakravorty Spivak, profesora de literatura comparada de la Universidad de Columbia. Mezcla, ella misma, de formaciones orientales y occidentales, e híbrida, tanto en su vida como en su pensamiento, Spivak se diferencia notablemente de sus colegas poscoloniales –y, también, de los postestructuralistas y los deconstructivistas– por su profundo conocimiento de la teoría marxista, que aplica de manera magistral en sus análisis. Es, además, el teórico más relevante del grupo de los llamados subaltern studies, una corriente específicamente india que tiene como objeto desarrollar una historia poscolonial «desde abajo», desde lo marginal. En sus trabajos, esta figura, el marginal de la historia, se define –con una clara influencia gramsciana– como el «subalterno».
Marxismo, historia «desde abajo» de influencia británica, análisis feminista y análisis poscolonial se entrecruzan en su obra para dar respuesta a la pregunta capital del pensamiento de Spivak y los subaltern studies: ¿puede hablar el subalterno? Su reflexión, su pensamiento, su cultura, ¿es perceptible por el historiador o el crítico cultural?
Su conclusión es clara: no. El subalterno no tiene rastro en la historia, su voz no puede oírse. Es ahí donde su crítica se hace más brillante, al enfrentarse a sus propios colegas y negar la posibilidad de recuperar la historia, la cultura, de los dominados por el poder. Bajo el andamiaje cultural del imperialismo no se pueden encontrar culturas nativas originales, el imperialismo lo reescribe todo y lo hace de manera tan determinante que nada de lo que había al llegar los colonos permanezca inalterado. Critica, pues, el propio objetivo final de la crítica poscolonial. El sujeto cultural poscolonial, ya sea un individuo de Delhi como de Ciudad de México, no tiene estratos culturales primigenios que recuperar, tan solo una historia de pérdida y dominación que debe conocer y poder analizar.
Dotada de una prosa compleja y brillante, el lector español tiene la oportunidad, por fin, de acceder a la parte más importante y significativa de la obra de Gayatri Chakravorty Spivak, publicada en Ediciones Akal: su abrumadora Crítica de la razón poscolonial y su excelente Otras Asias. Un regalo para el lector atento.
Lea un adelanto de Otras Asias en El País.