La cotidianidad de la violencia en la historia ha conseguido que, al menos en parte, ya no la consideremos como un acontecimiento excepcional o patológico de la vida social. Y es que al acercarnos al fenómeno de la violencia desde la perspectiva de las Ciencias Sociales nos podemos sorprender al ver que ésta, pese a lo que se pueda pensar, no supone una ruptura de las relaciones sociales, sino más bien un modo especial de las mismas. Y es que la violencia, por doloroso y frustrante que pueda resultar, no es desde esta perspectiva sino un modo de comportamiento e interacción social, que como el resto de ellos, posee sus propias reglas de desarrollo en busca de unos fines concretos y determinados.
Y en gran medida uno de los fines que persigue generalmente la violencia es el poder, hasta el punto de llegar a entenderla como una forma sui generis del mismo. De aquí que la actividad política, por su ligazón con el poder, tenga un componente de violencia, latente o explícito.
Asesinatos, regicidios y golpes de Estado; guerra civil, mundial y de guerrillas; huelga rebelión y motín; conspiración, terrorismo de estado y represión legal o ilegal… La historia está jalonada de actos violentos orientados a la toma del poder político, pero aun así no existe dentro de las Ciencias Sociales una teoría general de la violencia política que permita estudiar este fenómeno tan común en la historia. ¿Cómo entender, entonces, la violencia política? ¿Cómo afrontar su estudio?
Asalto al poder
Eduardo González Calleja nos ofrece en Asalto al poder una primera aproximación metodológica e histórica al complejo concepto de la violencia política. Para entender las motivaciones, desarrollos y consecuencias del empleo deliberado de la fuerza en los conflictos políticos debemos desechar la concepción de la violencia política como mera disfunción del sistema; no se la puede vincular exclusivamente a la agresividad; no se la puede catalogar por los daños producidos. Para diseccionar la violencia política debemos dirigir la mirada a los determinantes sociales, donde podremos vislumbrar los procesos culturales de construcción colectiva del significado de la protesta, y a la correlación de fuerzas políticas, donde asomarán las estrategias de los grupos políticos en relación con el Estado.
Aun partiendo de esta premisas resulta imposible analizar de un modo unitario todas las manifestaciones de violencia, porque resulta un monstruo polimorfo difícilmente abordable. Por eso es necesario diferenciar entre la violencia social, de carácter espontáneo, con una tenue organización e ideologización y con un bajo nivel de proyecto, y la violencia política, definida por su relación de apoyo o desafío al poder establecido en sus vertientes de violencia estatal, protestataria e insurgente. Hablar por tanto de violencia política es hablar de procesos instrumentalizados que, como la propia política, están orientados a la formación, distribución y ejercicio del poder.
De este modo algunas manifestaciones violentas, ya sean individuales (agresiones, venganzas…) o colectivas (agitaciones campesinas, motines populares, lock-outs, sabotajes…) quedarían fuera del espectro de la violencia política al no aparecer conectadas con un proyecto o estrategia globales de actuación pública y que, por tanto, tienen escasa incidencia en el proceso de reparto de las esferas de poder. La violencia política podría definirse, por tanto, a partir de las oportunidades políticas, las estructuras de movilización y los procesos sociales de interpretación de la realidad. En definitiva, por los objetivos, los recursos y los actores (el siempre determinante factor humano).
Con el enfoque puesto en los factores internos y externos a los grupos en lucha, en los componentes estructurales y coyunturales del conflicto y atendiendo a los cálculos estratégicos en la disputa del poder, Asalto al poder desgrana la violencia política organizada y analiza las dinámicas del conflicto en algunas de sus más representativas manifestaciones: golpe de estado, guerra de guerrillas, guerra civil, terrorismo y represión estatal.
En definitiva, un repaso teórico e histórico de algunas de las manifestaciones de violencia política más representativas; un manual académico para afrontar la ciencia de la “violentología”; un asalto en toda regla al conflicto político desde las perspectivas de las ciencias sociales (sociología y teoría políticas) y las humanidades (historia, psicología social, derecho político, filosofía política y antropología); un libro redondo; un libro único.