Theodore Dreiser nació en Terre Haute, en el estado de Indiana, el 27 de agosto de 1871, en el seno de una familia muy humilde. La pobreza en la que vivía la familia empujó a Theodore a trabajar desde muy joven en los más variados oficios, si bien no abandonó su formación y, aunque nunca terminó la escuela secundaria, logró ingresar en la Universidad de Indiana, aunque sólo durante un curso (1889-1890). Su auténtica escuela definitivamente habría de ser la de la experiencia y la de la vida.
Pionero del naturalismo americano
Su pericia con la escritura le permitió comenzar a trabajar como reportero para varios periódicos de Chicago: el Chicago Daily Globe, el St Louis Globe Democrat y el St Louis Republic. Posteriormente, abandonó Chicago y siguió ejerciendo como periodista en ciudades como Pittsburgh y Nueva York, entre otras. Su experiencia en el campo del periodismo sirvió a Theodore no sólo para entrenarse en la redacción literaria, sino también para conocer la realidad social que con tanto acierto plasmaría en sus obras, consagrándolo como el pionero del naturalismo americano.
Fue en 1900 cuando Dreiser publicó su primera novela, Sister Carrie (Nuestra hermana Carrie), la cual causó un gran revuelo debido al tratamiento que el autor hacía de la sexualidad de la mujer y de las relaciones extramatrimoniales. Dreiser conocía muy bien, por la experiencia vital de su propia hermana Emma, lo que suponía para la mujer enfrentarse a determinadas situaciones en las que quedaba expuesta a la crítica y el rechazo social. Para los editores y la crítica americana resultaba intolerable que una mujer de «vida relajada» terminara triunfando y que la historia concluyera sin la moraleja adecuada. Sin embargo, la crítica sí fue favorable al otro lado del Atlántico y Europa reconoció la brillantez de la obra de Dreiser. América tardaría en admitir su error y retiró del mercado los ejemplares, lo que sumió al autor en una depresión que le llevó a abandonar la literatura durante unos años. Afortunadamente, pese a la censura, Nuestra hermana Carrie tendría finalmente el éxito que se merecía. En 1952 el director William Wyler la llevaría a la gran pantalla.
Su gran éxito vendría con An American Tragedy (Una tragedia americana, 1925), la que sería reconocida como su gran obra cumbre. La obra, aclamada por la crítica y considerada en la actualidad como una de las más importantes en lengua inglesa del siglo XX, fue llevada al teatro y al cine dos veces, primero en 1931, versión que sería criticada por el mismo autor, y en 1951, esta segunda vez con un título diferente al de la novela: A Place in the Sun (Un lugar en el sol) y con más éxito de crítica. Recibió dos premios Oscar: a la mejor dirección y al mejor guion.
Un escritor de convicciones socialistas
Theodore Dreiser se convirtió en un autor de éxito y a partir de entonces se dedicó con más empeño que antes a denunciar en sus obras la desigualdad, la discriminación y la pobreza. Sus escritos respondían a su activismo en campañas como la huelga de mineros en Pineville y Harlan, o la denuncia del linchamiento de Frank Little, líder de la IWW (Industrial Workers of the World). Ideológicamente afín al socialismo, Dreiser escribió una visión favorable sobre la Unión Soviética, que había visitado en 1927, en Dreiser Looks at Russia (Dreiser mira a Rusia, 1928), y denunció el capitalismo feroz, la censura y la falta de libertad en obras como Tragic America (América trágica, 1932) y America Is Worth Saving (América merece salvarse, 1941). Asimismo, publicó varios relatos cortos en Chains (Cadenas, 1927) y los dos volúmenes de A Gallery of Women (Galería de mujeres, 1929), retratos de quince mujeres de diversa condición social que él había conocido.
En 1930 Dreiser fue nominado para el Premio Nobel de Literatura, pero este fue concedido al también escritor americano Sinclair Lewis. Sus últimas novelas, The Bulwark (El baluarte, 1946) y The Stoic (El estoico, 1947), fueron publicadas póstumamente, pues murió el 28 de diciembre de 1945 en Hollywood (California) a la edad de setenta y cuatro años
El inicio de la Trilogía del deseo: El financiero
En 1912 Dreiser publicó el primer libro de lo que constituiría su conocida como «Trilogía del deseo»: El financiero. Con esta obra iniciaba el relato de un hombre hecho a sí mismo, Frank Algernon Cowperwood, quien desde su infancia se había mostrado como un chico despierto y hábil para los negocios: su primer gran éxito empresarial había consistido en la compraventa de jabón de Castilla, siendo tan sólo un muchacho de trece años… Este no fue más que el inicio de una serie de beneficiosas inversiones que convertirían al señor Cowperwood en un reconocido hombre de negocios de la ciudad de Filadelfia.
El protagonista está inspirado en el magnate estadounidense Charles Tyson Yerkes, responsable del desarrollo del transporte de Chicago y Londres. Como el personaje de la vida real, Cowperwood centra sus negocios en la construcción de las líneas de tranvía que atravesarían la ciudad americana a finales del siglo XIX, y sus ganancias no dejan de crecer exponencialmente gracias a ello, así como paralelamente lo hacen su riqueza, su influencia social y sus amistades. La clave de su éxito es confiar en uno mismo, porque su principio vital es que uno depende de sí para prosperar y triunfar, pues la vida, en términos darwinistas, es una lucha entre los individuos por la supervivencia.
Un retrato semiperiodístico del mundo empresarial
La economía americana está en manos de banqueros y hombres de negocios sin escrúpulos que no dudan en especular en su beneficio a costa de hundir a los más pobres, incluso si es la nación entera. Son esos hombres que se aprovechan de la guerra civil que enfrenta a los estados del Norte y del Sur para medrar en sus negocios o que conducen al país a pánicos financieros como los vividos en 1893 y 1907 y sus consiguientes depresiones. Aquellos que manipulan las altas esferas políticas para conseguir sacar adelante sus planes empresariales; unas altas esferas que a su vez se benefician de los hombres de negocios con sus inyecciones de dinero.
La novela se convierte así en un retrato fiel, semiperiodístico, del mundo empresarial y de los negocios de finales del siglo XIX y principios del XX, que se une a los que sobre este tema se escribieron en esta época e incluso con anterioridad. El peso político, económico y social de los hombres de negocios era tan fuerte que la sociedad americana comenzaba a denunciar y movilizarse por el cambio de los parámetros que movían la economía, también en Europa. Y los periodistas, como Dreiser, tuvieron mucho que ver en ello. En El financiero realidad y ficción se mezclan constantemente y los personajes verídicos desfilan entre los imaginarios de manera que el lector puede sumergirse en una historia que bien podría haber sucedido fielmente.
Cowperwood logra convertirse en uno de esos hombres sin escrúpulos, pero Dreiser logra que el lector entienda al personaje e incluso le respete y le compadezca en los momentos en que cae en desgracia… o en todo caso, logra que no se le desprecie como se llega a despreciar al resto. Porque Frank Cowperwood termina siendo también víctima del mundo financiero y porque encarna igualmente el rechazo a los convencionalismos morales de la burguesía americana.
En ocasiones podríamos pensar que la benevolencia de Dreiser hacia el protagonista podría interpretarse como una alabanza del capitalismo que tanto combatió en su vida real en defensa del socialismo, pero Cowperwood es quien permite perfilar a la perfección al tipo de hombre que la obra pretende denunciar. Es el claro prototipo del tipo que amenaza económica y socialmente al país y contra cuyas prácticas se debe establecer una legislación urgentemente. Y a la vez, Cowperwood (un hombre inteligente, con encanto y con una moralidad más progresista) desafía a los hombres de negocios de la época, a su moral hipócrita y a la exhibición obscena de sus excesos renaciendo de sus cenizas y recuperando, tras el pánico de 1873, de nuevo su riqueza.
Esa crítica a la falta de moral y de escrúpulos del mundo de las finanzas hace de El financiero una obra intemporal, cuya historia y personajes no resultarán ajenos al lector de hoy. Cuando el lector actual lea la novela, se percatará de que las causas de la crisis económica iniciada en 2008, que todavía lastra a tantos países de todo el mundo, no se alejan mucho de las que motivaron los colapsos financieros de finales del siglo XIX y primera mitad del XX. Y la sensación que le dejará es que a los personajes que movían los hilos de la economía de aquella época no los ha barrido el tiempo y siguen decidiendo, cual moiras, el destino del hombre.
Pilar Carceller
El financiero es la primera parte de la Trilogía del deseo, de la que forman parte El titán (1914) y El estoico (1947).