La obra de la británica Mary Wollstonecraft Vindicación de los derechos de las mujeres, publicada en 1792, es una de las primeras grandes obras feministas. La escribió en una época de efervescencia política y social: la Ilustración había puesto los derechos de los hombres en el centro de su discusión política, que culminó en Francia con la Revolución, el mismo año en que Wollstonecraft escribía su Vindicación. Pocos hablaban, sin embargo, de la situación de la mujer en la sociedad. De hecho, Jean Jacques Rousseau, ardiente defensor de la libertad política, afirmaba en su Emilio que las mujeres debían educarse solo para ser buenas esposas y complacer al hombre.
Mary Wollstonecraft
Mary Wollstonecraft nació en 1759 en una familia cuya fortuna declinaba. Con poco más de 20 años de edad fundó una escuela progresista en Londres, y luego trabajó en Irlanda, donde fue institutriz de los hijos de lady Kingsborough, cuya enorme vanidad y desdén contribuyeron al desarrollo de las teorías de Wollstonecraft sobre las mujeres.
En 1787 regresó a Londres y escribió para la publicación radical Analytical Review. En 1792 viajó a Francia a celebrar la Revolución y se enamoró del escritor estadounidense Gilbert Imlay. Juntos tuvieron una hija, pese a que nunca se casaron y la relación acabó rompiéndose. Después de un viaje a Suecia y un fallido intento de suicidio, regresó a Londres y se casó con William Godwin. Murió en 1797 a los pocos días de dar a luz a la única hija de ambos, Mary, autora de la novela Frankenstein con su apellido de casada, Shelley.
Vindicación de los derechos de la mujer: el «deseo salvaje» de Mary Wollstonecraft
Sheila Rowbotham
La revolución en Francia animó a Mary Wollstonecraft a concebir que los «derechos» debían extenderse a las mujeres, aunque las medidas efectivas adoptadas por sus líderes masculinos la decepcionaron. En la Constitución de 1791, las mujeres quedaban excluidas de la ciudadanía. Más aún, en un informe para la Asamblea Nacional francesa, el diplomático francés Talleyrand había propuesto un sistema nacional gratuito de educación, con la condición añadida de que las niñas debían ser educadas para la domesticidad. En el verano de 1791, Wollstonecraft tomó la pluma y, de nuevo escribiendo a toda velocidad, en seis semanas redactó Vindicación de los derechos de la mujer con crítica sobre asuntos políticos y morales. Comenzó dirigiéndose a monsieur Talleyrand Périgord, antiguo obispo de Autun, urgiéndole –a él y de hecho a todos los revolucionarios masculinos que habían negado derechos a las mujeres– a reconsiderar su posición. «Abogo por mi sexo, no por mí misma»
Wollstonecraft basa su alegato en la misma razón que los hombres habían invocado para justificar el cambio revolucionario. Cuando los hombres luchaban por su libertad y por juzgar «por sí mismos su propia felicidad», sin duda era «inconsistente e injusto subyugar a las mujeres». No sólo la razón requería el reconocimiento de las mujeres como iguales, sino que las mujeres necesitaban ejercer la razón si querían mejorar sus vidas. La razón posibilitaba que las mujeres dirigieran su vida desde el interior, guiando conscientemente su destino hacia la utilidad activa en la sociedad. Este había sido el propio empeño de Wollstonecraft a pesar de las vicisitudes que habían rodeado su propia crianza, educación y empleo. Aunque expresaba admiración por la fortaleza de algunas mujeres de las clases inferiores, sus esperanzas las ponía en las mujeres como ella misma, de la clase media. Wollstonecraft es sumamente crítica con las mujeres aristócratas y quienes tratan de emularlas. Son, en su opinión, inútiles y artificiales, merecedoras de su desdén por haber sido preparadas meramente para «callejear con desenvuelta elegancia»
En el rousseauniano abrazo de la naturaleza se encontró con un problema, pues en la educación de las niñas se había mostrado inquietantemente conservadora. Ella no sólo había luchado mucho por la educación, sino que había criado a sus propias hijas, dirigido una escuela, trabajado como institutriz y escrito sobre la educación. Se hallaba sobre suelo firme y partía explícitamente y con confianza de su propia experiencia:
Probablemente yo he tenido la oportunidad de observar más niñas en su infancia que J. J. Rousseau. Puedo recordar mis propios sentimientos y he observado detenidamente a mi alrededor. Sin embargo, lejos de coincidir con su opinión respecto al despertar del carácter femenino, me aventuraré a afirmar que una niña cuyas emociones no hayan sido desalentadas por la pasividad, o su inocencia manchada por la vergüenza falsa, siempre será juguetona.
Wollstonecraft ve a las mujeres metidas en trampas por todas partes. La más perniciosa es la galantería que rinde homenaje a la belleza de las mujeres mientras se burla de su humanidad. Ella lamenta cómo las mujeres se ven inducidas a cultivar la debilidad y la dependencia a fin de atraer a los hombres. También observa cómo las mujeres aprenden que su apariencia y vestuario son fuentes de poder, y advierte de que esto es «una breve tiranía». Wollstonecraft declara: «La mujer a la que sólo se le ha enseñado a agradar pronto descubrirá que sus encantos equivalen a rayos de sol oblicuos». ¿Qué será de ella cuando «el verano haya finalizado»
La Vindicación de Wollstonecraft extendía la afirmación de los derechos formulada por los revolucionarios franceses hasta la inclusión de la libertad civil y política de las mujeres. A Talleyrand le formula una pregunta crucial sobre la hegemonía masculina: «¿Quién hizo del hombre el juez exclusivo, si la mujer participa con él en el don de la razón?». Este era un osado golpe teórico dirigido al poder de los hombres sobre los supuestos cotidianos. Es más, Wollstonecraft trata de conectar las esferas pública y personal, y concibe un nuevo orden moral en el que la razón y el sentimiento estarían íntegramente entrelazados: «se requiere juicio con que convertir la sensibilidad en el ancho canal de la humanidad». No quiere, pues, simplemente que las mujeres adquieran la capacidad para la razón, sino que imagina que las características adscritas a los dos sexos se alterarán y fusionarán en una nueva cultura.
Como escritora profesional, le encantaba modelar una frase que chocara al lector. El resultado son el calor y la energía de su Vindicación, a cuyo éxito inmediato y duradero contribuyeron.
Una vez concluida, su autora decidió hacer hincapié en la revolución independiente en los modales a la que había llamado en su propia vida. Cuando Talleyrand, en una misión diplomática no oficial, la visitó en Store Street en febrero de 1791, se dice que ella le sirvió vino en una taza de té. Y cuando Mary Hays intentó seguir sus pasos publicando sus radicales ensayos, el consejo de Wollstonecraft fue: «Tranquila, sé tú misma». ¿Qué mejor consejo para una aspirante a escritora? En diciembre de 1792, Mary Wollstonecraft llevó esta tenaz resolución, junto con su «deseo salvaje» y una inclinación a la aventura, al escenario más amplio de la Revolución francesa al otro lado del canal de la Mancha.